Nuevo marco frente a la pandemia

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El ministro de Sanidad, Salvador Illa, este sábado durante una rueda de prensa.
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, este sábado durante una rueda de prensa.David Oller Bonilla / Europa Press

El ministro de Sanidad, Salvador Illa, abrió ayer la puerta a una modificación de la franja horaria de los toques de queda, establecida en el decreto del estado de alarma desde las 23.00 hasta las 6.00 con posibilidad para las comunidades de modificar una hora en ambos tramos. Este es un paso oportuno y no era lógica la reticencia a darlo. El virus se está expandiendo con gran vigor y es bueno tener activadas nuevas herramientas para contenerlo. La reducción de los contactos de corte social es una vía preferente de acción —antes que golpear los ámbitos laborales y educativos— y adelantar el toque de queda es una manera de lograrlo si no se fija en horarios tan tardíos como para hacerlo irrelevante. Francia acaba de establecerlo a las 18.00.

El Gobierno, en cambio, se empeña en descartar el confinamiento domiciliario. Esto es un planteamiento discutible. Muchos expertos consideran que es o será pronto necesario. Países como el Reino Unido o Portugal acaban de optar por esa estrategia. Pero, sobre todo, el Ejecutivo debería interiorizar y comunicar a la ciudadanía la gran diferencia conceptual entre el confinamiento tal y como lo conocimos en marzo y abril y otras estrategias. El encierro absoluto de la primavera es un concepto superado. Hoy sabemos que los colegios no se han convertido en vehículos significativos de transmisión y que el contagio en espacios abiertos es poco probable. La salud mental se vio comprometida por normas excesivas. Un nuevo confinamiento domiciliario que mantenga abiertos los colegios o que permita paseos podría revelarse como un instrumento oportuno. Descartarlo sin matices no parece lógico.

Es dudoso lo que dice el ministro Illa cuando afirma que las medidas que doblegaron la segunda ola nos harán doblegar la tercera. Es probable que sea necesario un marco que permita acciones más incisivas, como reclaman varias comunidades. El Gobierno debería abrirse a reconsiderar el marco actual en diálogo con las autonomías. El PP debería decantarse por el rumbo de rigor que persiguen varias de sus comunidades y alejarse de la posición errática y populista de la Comunidad de Madrid.


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