Biden alienta el deshielo nuclear

El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, junto a la vicepresidenta, Kamala Harris, en la Casa Blanca en Washington, EE UU, el pasado 21 de enero.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, junto a la vicepresidenta, Kamala Harris, en la Casa Blanca en Washington, EE UU, el pasado 21 de enero.Al Drago / Pool via CNP / Splash / GTRES

Uno de los primeros pasos en la esfera internacional dados por el nuevo presidente de EE UU, Joe Biden, ha sido ofrecer a Rusia el pasado jueves la renovación por cinco años del tratado de no proliferación nuclear Nuevo START. Se trata de una de las bases de la arquitectura de seguridad mundial y el hecho de que el Gobierno ruso acogiera ayer la propuesta “con agrado” es muy positivo, aunque Moscú matice que todo dependerá de los detalles.

A pesar de que la amenaza nuclear haya desaparecido del imaginario colectivo, el Nuevo START, firmado en 2010 bajo la Administración de Barack Obama, supone mucho más que una serie de condiciones técnicas —limita a 1.550 por país el número de ojivas nucleares activas de EE UU y Rusia, así como el número de medios para lanzarlas como bombarderos, submarinos o rampas— porque refleja la voluntad política de superar una peligrosa situación real heredada de la Guerra Fría que además ha evolucionado de forma preocupante en los últimos años debido a los avances tecnológicos.

La pronta iniciativa de Biden es un acertado reflejo de la rapidez con la que es preciso moverse para restaurar un sistema de seguridad nuclear internacional que se ha deteriorado durante los pasados cuatro años. Además del agotamiento del plazo para la renovación del Nuevo START —que oficialmente expira el próximo 5 de febrero— hay otros tres importantes acuerdos de seguridad que han sido cancelados o han quedado dañados de manera importante. Se trata del Tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF) firmado en 1987 por Ronald Reagan y Mijaíl Gorbachov y suspendido por Donald Trump en 2019 tras acusar a Rusia de incumplirlo, del Acuerdo nuclear con Irán, abandonado por Washington en 2018, y del Tratado de Cielos Abiertos, que EE UU dejó oficialmente el 22 de noviembre del año pasado.

Es, pues, una situación muy preocupante ante la desaparición de mecanismos de demostrada eficacia destinados a reducir la posibilidad y letalidad de un conflicto a escala global. La situación resulta compleja y la Administración de Trump tenía algunos argumentos válidos. Las acusaciones del estamento militar estadounidense sobre las actividades rusas y su desarrollo balístico y nuclear no son infundadas. Ahora toca a Moscú demostrar su buena voluntad recibiendo la mano extendida por Biden.

Queda además otro importante actor nuclear que no jugaba el papel de superpotencia en la Guerra Fría pero ahora sí: China. Por su capacidad, resulta fundamental que Pekín acepte y se sume a estos tratados de no proliferación de manera que el alejamiento del fantasma de la guerra atómica sea realmente efectivo.


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