La agonía futbolística que se vivía en Bilbao a finales del año pasado ha dado paso a una desbordante ilusión con el arranque del presente. El relevo en el banquillo, al parecer, ha bastado y sobrado para que se obre el milagro. Lo que con Garitano no salía, con Marcelino lleva camino de convertirse en una superación continua de récords.
La plantilla es la misma. Los jugadores elegidos habitualmente por el entrenador, también. Quizás, eso sí, estén repartidos más los minutos, pero hay que tener en cuenta que en este primer mes del nuevo año se han entremezclado Liga, Supercopa y Copa.
Decía Valdano que “el fútbol es un estado de ánimo”. Demasiado simple para pensar que el Athletic vivía inmerso en una profunda depresión hasta que su nuevo míster, ejerciendo más como psicólogo que como entrenador, ha obrado el milagro en un abrir y cerrar de ojos. Algo más tiene que haber para que se haya producido esta sorprendente e ilusionante metamorfosis.
Garitano recibió palos por los cuatro costados por haber sido fiel desde el principio a su forma de entender el fútbol. Marcelino, que no era santo de la devoción en San Mamés, se ha metido a equipo, afición y entorno en el bolsillo en un abrir y cerrar de ojos. Normal visto lo visto. Increíble, pero cierto