El lanzamiento picado de Rubén Marchán golpeó en el larguero y salió escupido hacia fuera. Quedaban 30 segundos. Una acción agónica que zanjó el partido y, sobre todo, lo condensó. Tan cerca, pero siempre tan lejos. Así fue el duelo para España y así se le terminó de ir la vida en una semifinal del Mundial que nunca tuvo de cara. La selección se quedó corta ante la campeona del mundo. En el peor momento, echó en falta a sus veteranos de oro, no fue capaz de apretar todas las tuercas defensivas y, esta vez, la portería no le rescató del apuro: apenas siete intervenciones y un 17% de acierto.
Los muchachos de Jordi Ribera se vieron superados casi siempre por un ataque danés que tuvo el ventilador en marcha los 60 minutos. Compareció en El Cairo como el mayor taladro ofensivo y no tardó en demostrarlo. Mikkel Hansen volvió a dejarse ver, como en cuartos, pero esta vez para atornillar a España y no conspirar contra sí mismo. Sus 12 goles, cinco asistencias y una influencia enorme en el juego de su equipo resultaron insalvables.
Las diferencias fueron cortas. Sin embargo, la sensación de que la llave siempre estaba en manos nórdicas también pareció clara. Remó España, se agarró a los hermanos Dujshebaev, al fuego de Maqueda, a la pericia en el pivote de Figueras, todos ellos herederos del equipo que quedará tras el inminente adiós de la vieja guardia, este viernes desaparecida, pero no bastó. A golpe de riñón aún se las arregló para disponer de una posesión y empatar el partido, lo que no había logrado desde que el balón empezó a rodar, pero no. Ahora le queda pleitear el bronce contra Francia (domingo, 14,30, Tdp), su gran bestia negra, que cayó frente a una renacida Suecia (26-32).
Mikkel Hansen la lio en los cuartos en un autosabotaje que ni él mismo supo explicar y no estaba dispuesto a que esa fuera la imagen que quedara suya en el Mundial. Al ritmo de su brazo de Thor, el dios de la fuerza, Dinamarca se presentó muy afinada. Cada ataque era gol, o casi. Anotaba o asistía. La defensa y la portería, pilares innegociables de España cada vez que ha habido algo bueno en su expediente, no tenían respuesta. Nueve de los 10 primeros ataques nórdicos acabaron con la pelota en la red. Cuando Jordi Ribera pulsó el botón del tiempo muerto con 7-11 en contra, Hansen acumulaba cuatro tantos y otros tantos pases de gol. Hasta fue él quien dio las órdenes en ese parón. La efectividad danesa era casi absoluta ante una selección que se mostraba chata. Sin defensa no había contragolpes y en ataque no le cogía el aire.
Dinamarca se sabía la lección y empezó muy cerrada sobre el pivote. Costaba dar con Marchán, un martillo en cuartos. Los Hispanos fueron encontrando las vías desde fuera, con un gran Álex Dujshebaev y algo desde los extremos. A la tarea se sumaron Maqueda, otra vez con peso, y el pequeño de los Dujshebaev, que empezó a asomar el bigote. No había rastro de sus muñidores, Entrerríos, Cañellas o Sarmiento. Tampoco lo hubo después. Cero goles entre los tres.
De pivote a pivote
Palada a palada, la selección logró ir equilibrando el choque o, al menos, que no se le fuera de las manos. La defensa le seguía sin sacar de pobre, pero al menos iba abriendo caminos en una zaga que ya no se mostraba tan pétrea. Los ataques se imponían a las defensas y los dos entrenadores no dudaron en relevar a los porteros. A escena, Corrales y el barcelonista Moller. El efecto, sin embargo, fue nulo en ambos casos. No se le notaba cómoda a España. Los daneses se pasaron cinco minutos sin anotar en el tramo final de la primera parte y eso tampoco le dio para mucho más que para acabar a dos abajo en el descanso (16-18).
Nada cambió tras los 15 minutos de reflexión. El 0-2 a las primeras de cambio no anunció nada bueno y, ante la adversidad, se multiplicaron los hermanos Dujshebaev, que mantuvieron la fe y el coraje para seguir agarrados a la semifinal. Maqueda continuaba percutiendo y a la faena se unió Figueras, que despejó el camino desde el pivote. Sus seis tantos sin fallo fueron un nuevo faro de ilusión. Pero Dinamarca también exhibía músculo desde esa posición: Jensen, siete goles en ocho lanzamientos.
Las desventajas no eran grandes, en varias ocasiones incluso de un gol, sin embargo, el encuentro no emitía señales positivas para la selección. Faltaba algo. Defensa, portería, un Entrerríos… Ribera volvió a cambiar al guardameta. Salió Pérez de Vargas y dejó alguna parada. Una suya, de hecho, fue la que condujo a España a la penúltima posesión en la que todo acabó. Antes del desenlace fatal, había dispuesto de dos balones para igualar, pero tampoco. Siempre le faltaba algo. No eran aguante ni resistencia porque Dinamarca se marchó 29-33 a falta de cinco minutos y tuvo respuesta. Se puso a uno, quedaba un minuto y Ribera pidió tiempo muerto. La pelota le llegó a Rubén Marchán, hasta entonces sin fallo, y el larguero dijo no. Faltó poco; en realidad, faltó todo.
España, 33 – Dinamarca, 35
España: Pérez de Vargas; Solé (3, 1p), Raúl Entrerríos (-), Morros (-), Álex Dujshebaev (4), Cañellas (-) y Ariño (2); Corrales (ps), Aleix Gómez (3, 1p), Maqueda (5), Sarmiento (-), Dani Dujshebaev (7), Ángel Fernández (-), Figueras (6), Guardiola (-) y Marchán (3).
Dinamarca: Landin (P), Moller (P); Jacobsen (2), Jakobsen (1), Mollgard (-), Svan (3), Larsen (-), Hansen (12, 2 de pen), Olsen (4), Andersson (1), Gidsen (4), Saugstrup Jensen (7), S. Jensen (1).
Marcador cada cinco minutos: 2-4, 5-7, 7-10, 10-13, 14-16 y 16-18 (descanso); 19-22, 22-25, 24-26, 28-30, 31-33 y 33-35.
Árbitros: Horacek y Novotny (R. Ch). Expulsaron por tres exclusiones a Mollgaard, y excluyeron dos minutos a Figueras, Guardiola, Entrerríos y Gidsel.
Cairo Stadium Hall. Sin público.