De 2010 a 2016, Christiana Figueres (64 años, San José, Costa Rica) fue la máxima responsable de la lucha contra el cambio de Naciones Unidas. Empezó en el cargo tras la debacle de la cumbre de Copenhague, el momento más sombrío en las negociaciones climáticas, y lo dejó una vez aprobado el Acuerdo de París, el mayor pacto conseguido nunca para actuar contra el calentamiento a escala planetaria. Ahora llega a España su libro El futuro por decidir (de la editorial Debate), una especie de manual de autoayuda para no flaquear ante la enormidad del desafío climático. Escrito junto a Tom Rivett-Carnac, el que fuera su asesor y a la vez antiguo monje budista, este libro cargado de positivismo incide en que no solo se trata de dejar de lado los combustibles fósiles, sino de mirar la vida de una forma muy distinta.
Pregunta. ¿Hay que salvar al planeta?
Respuesta. El planeta tiene 4.500 millones de años y seguirá, aunque sea en una forma distinta porque nosotros lo hemos cambiado. Pero no se trata de salvar el planeta, se trata de resguardar la presencia y el bienestar humano.
P. En el libro aseguran que si nada cambia los humanos nos dirigimos inexorablemente hacia algún tipo de colapso.
R. Sí, sí. Definitivamente, así es. Todavía tenemos la posibilidad de mitigar el efecto nocivo, pero si seguimos como estamos, vamos a continuar sobrepasando límites planetarios sumamente peligrosos para nosotros.
P. ¿Y aun así defiende que hay que ser optimistas testarudos?
R. El optimismo no es una falta de responsabilidad o ignorancia de los hechos. Es una decisión de enfoque. Debemos dedicar todo nuestro esfuerzo para evitar los peores estragos del cambio climático. Tenemos casi todas las tecnologías que vamos a necesitar, tenemos el capital, sabemos cuáles son las políticas. Es cuestión de asumir la responsabilidad y tener la voluntad de hacer los cambios. Es un optimismo muy intencionado, tenemos que seguir adelante testarudamente.
P. ¿Escuchar mensajes muy negativos puede llevar a la inacción?
R. Me preocupa que algunos mensajes de fatalismo nos lleven a una preocupación tan grande que nos paralice. Yo llevo dentro de mí un gran dolor de lo que ya hemos destruido, pero no dejo que ese dolor me paralice. Más bien utilizo la fuerza de ese dolor para salir adelante.
P. A pesar de la urgencia, su recomendación es que antes de nada paremos y miremos dentro de nosotros mismos. ¿Por qué?
R. Así es. Primero tenemos que revisar qué tipo de seres humanos somos, qué es lo que queremos de la vida, qué es lo que queremos hacer mientras estamos acá en el planeta. Hay una relación muy fuerte entre nuestro mundo interior y lo que hacemos en el mundo exterior.
P. ¿Hace normalmente meditación?
R. Yo tengo dos hábitos diarios: correr y meditar. Por pura coincidencia, los dos autores tenemos un cierto estudio de meditación budista en nuestro pasado, Tom fue incluso monje budista. Yo nunca fui monja, pero sí soy estudiante. No de un budismo religioso o dogmático, pero sí de un budismo práctico, que es un despertar interior, un cuestionar constante de quién soy y cuáles son mis valores, de qué quiero hacer en esta vida.
P. ¿También meditaba en las cumbres mundiales cuando era secretaria ejecutiva de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático?
R. También, y gracias a eso salimos adelante, si no no sé de dónde hubiera sacado las fuerzas.
P. Asegura que para que las cosas vayan bien debemos empezar por recortar a la mitad nuestras emisiones de CO₂ en esta década, de aquí a 2030.
R. Ese es el objetivo determinado no por nosotros, sino por la ciencia. Y aquí los esfuerzos tienen que ser más mancomunados. Los Gobiernos tienen que asumir compromisos dentro del marco del Acuerdo de París y a final de este año, en la COP26, en Glasgow, tienen que registrar sus nuevos objetivos de reducción. Las compañías están ya muy enteradas de los riesgos si no bajan sus emisiones y cada día hay más que ya están en un proceso de descarbonización. El sector financiero también está pasando las inversiones a activos bajos en carbono. Y, finalmente, nosotros, la sociedad civil, también tenemos una gran oportunidad de contribuir, cuantificando cuál es nuestra huella de carbono y haciendo un plan para reducir esa huella a la mitad.
P. Propone que cada persona prepare ese plan individual para reducir sus emisiones a la mitad en nueve años.
R. En su gran mayoría, esa reducción de emisiones pasa por ganar en eficiencia. Si somos más eficientes y más cuidadosos con los recursos, podemos tener el mismo nivel de vida, o mejor, y reducir las emisiones. Se trata de darnos cuenta de dónde están esos desperdicios de recursos.
P. ¿Cuál considera que es el principal problema para reducir las emisiones?
P. Dejar de usar combustibles fósiles es el 70% del problema, el otro 30% es cambiar la manera en la que usamos nuestro suelo, la agricultura irresponsable y la deforestación. Tenemos que avanzar hacia una agricultura regenerativa y pasar de la deforestación a reforestación.
P. Defiende que debemos dejar de ser consumidores para convertirnos en ciudadanos.
R. Claro, porque esa mentalidad nos ha llevado a una parte de la población a un consumismo irresponsable e innecesario. Todas las personas tienen derecho a confort y bienestar, pero hay excesos que no son necesarios.
P. Y también considera esencial en la crisis climática avanzar en la igualdad de género. ¿Es cierto que los países con mayor representación femenina en puestos de poder tienen una huella climática menor?
R. Se ha visto ahora que los países con mujeres al frente también manejaron la covid mejor. Las mujeres pueden ser lideresas en estas soluciones.
P. En la negociación del Acuerdo de París en 2015 hubo unas cuantas mujeres en puestos clave. ¿Piensa que esto fue determinante para conseguir sacarlo adelante?
R. Yo creo que sí. No solo fue por las mujeres, por supuesto, pero sí que hubo una influencia decisiva de ellas, que inyectaron un espíritu de colaboración y una vista de las consecuencias de largo plazo.
P. ¿Qué piensa cuando ve que se pone en duda la ciencia con la pandemia de coronavirus?
R. En la pandemia se ha visto que no es aconsejable dar la espalda a la ciencia. Aquellos países que han adoptado políticas y medidas basadas en la ciencia de la salud le ha salido mucho mejor que aquellos que no. En cambio climático ocurre lo mismo. Tú me puedes decir: yo no creo en la gravedad. Vale, a mí me es indiferente si crees o no, pero eso no cambia la realidad científica y la gravedad te afecta.
P. ¿Defiende la desobediencia civil para conseguir que los Gobiernos actúen contra el cambio climático?
R. La historia nos dice que ningún cambio económico, social, político, que haya sido grande, como tiene que ser este, se ha dado sin cierta desobediencia civil pacífica en las calles. Para el nivel de transformación que se necesita, hace falta este tipo de presión de la sociedad civil.
P. Su padre fue el presidente de Costa Rica que abolió el Ejército en el país. ¿Es un ejemplo de que cómo se pueden conseguir cambios que parecen impensables?
R. Sí, yo aprendí de mi padre que uno tiene que regirse por los principios y valores que ha adoptado. Y que no hay que rendirse. Hay que aceptar y darse cuenta de las dificultades a las que nos enfrentamos, no ignorarlas, pero solo porque la cuesta sea empinada no quiere decir que no la subamos
P. En el libro se imaginan un futuro en el que los viajes en avión son mucho más caros y en el que la gente ahorra para planificar viajes más largos, que pueden durar semanas o meses en lugar de días.
R. Ahora con el covid estamos ya viendo esas realidades. Nos hemos dado cuenta de que gran parte de los viajes de trabajo se pueden sustituir por zoom, que son innecesarios todos esos viajes que hacíamos antes.
P. ¿Usted también limita sus viajes en avión?
R. Yo llevo un año sin moverme de Costa Rica y estoy trabajando a full [a tope]. Esto no significa que no vaya a realizar viajes otra vez, por supuesto. Pero serán muchos menos ya y mucho más meditados.
P. ¿La pandemia y el cambio climático nos están mostrando que debemos aprender a disfrutar de forma distante de la vida?
R. Así es. De una forma más responsable.
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