¿Cuál es la esencia del golf? ¿Se trata de golpear más fuerte que nadie, o de demostrar más talento en el juego corto? El debate está más vivo que nunca después de que la distancia a la que los jugadores envían la bola en el golpe de salida haya alcanzado unos límites nunca vistos. El símbolo de estos nuevos tiempos es el estadounidense Bryson DeChambeau, un culturista que está rompiendo todos los registros de velocidad y metros. No es un caso aislado, sino la culminación de una revolución. Año a año, los golfistas le comen terreno a los campos como el mar a las playas. Hasta que en los despachos han dicho basta. Los dos organismos que rigen este deporte y su normativa, el Royal and Ancient (R&A) de Saint Andrews (Escocia) y la USGA (federación estadounidense), han anunciado este martes su intención de cambiar la dirección que ha tomado el juego para reducir, o al menos frenar, el aumento de la distancia.
Los dos colosos vuelven a unirse, como ya hicieran recientemente para vetar la celebración de grandes en campos propiedad de Donald Trump. Ahora han enviado de manera conjunta una serie de propuestas a los fabricantes de equipamiento y abren un periodo de varios meses para su consideración y debate. El cambio sugerido más significativo es la reducción de la longitud máxima que puede tener un palo de golf, que pasaría de 48 pulgadas (1,22 metros) a 46 (1,17m). Esta modificación no afectaría a los putters, el palo para los golpes más cercanos, en el green. Otras dos medidas, mucho más técnicas, tienen que ver con los métodos con los que un palo y una bola son probados por un robot antes de que se apruebe su uso. Para dar conformidad a los materiales (una bola ha de tener un peso máximo de 45,93 gramos y un tamaño mínimo de 42,67 milímetros de diámetro), se simularían a partir de ahora “las condiciones óptimas de lanzamiento de la bola”, de manera que en esas circunstancias perfectas no vuele a más de 320 yardas (292 metros).
De Tiger a DeChambeau
Los cambios entran en estudio. De ser aprobados, más que tener grandes efectos en la élite (casi nadie usa un driver de 48 pulgadas, por los problemas que supone controlar la bola con él), tendrían el valor de cómo la USGA y el R&A entran de lleno en la evolución del juego. Ambos organismos alertaron ayer de que los campos se están quedando “obsoletos”, por pequeños, una situación sobre la que ya avisó Tiger Woods en 2017.
Los registros con los que El Tigre asombró al mundo son hoy cosa de niños. En 1997, año de la revolución, Woods registró 268 metros de distancia media con el driver. Bryson DeChambeau tiene en la actualidad un promedio de 300 metros. En el golf actual, el imperial Tiger de 1997 sería el 118º del circuito en esa clasificación.
El cambio es imparable. La tecnología ha transformado los palos y las bolas en armas de fuego, y hace tiempo que los golfistas son atletas que se machacan en los gimnasios y cuidan al máximo su preparación física. De 2019 a 2020, el aumento en terreno ganado desde el tee fue de 2,4 metros en el circuito estadounidense y de 5,3 en el europeo. DeChambeau (27 años) se ha forrado de músculos para reventar la bola. Ya en el pasado Masters, en noviembre, amenazó con jugar con el driver de 48 pulgadas que ahora está en tela de juicio. No llegó a usarlo y le faltó controlar sus pelotazos (acabó en el puesto 34), pero también dejó golpes increíbles haciendo volar su bola por encima de los árboles de Augusta. Y una amenaza: para la siguiente edición, este abril, ya habrá aprendido a dominar el cañón. Sus cálculos, la bola a 340 kilómetros por hora y a 370 metros de la salida. Un misil.
“El aumento de la distancia amenaza el futuro de nuestro deporte”, avisó este martes la USGA en su señal de alarma; “debemos asegurarnos de que el golf pueda seguir vivo durante 100 años y más allá”.
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