Tres meses después de dar por terminado un estricto confinamiento que se prolongó durante cuatro meses, Melbourne amaneció este viernes con un sobresalto, después de que se detectasen cinco nuevos positivos por covid-19 de varias personas alojadas en un hotel de cuarentena del aeropuerto de la ciudad. Para tratar de contener el brote, que ya suma 13 contagios, el Gobierno de Victoria, Estado australiano del que es capital esta ciudad, ha decretado un confinamiento severo de toda la región durante cinco días. La actividad se detiene prácticamente por completo, pero no el tenis. Pese al anuncio, la organización del Open de Australia emitió un comunicado en el que señalaba que el torneo no corre peligro y seguirá disputándose; eso sí, sin público al menos hasta el próximo jueves.
En virtud de las restricciones de grado 4, unos cinco millones de personas de la segunda ciudad más grande de Australia (6,5 millones en todo el Estado) deberán permanecer en casa a partir de la medianoche del viernes al sábado. No así los tenistas, que de momento contarán con un permiso para desplazarse desde sus hoteles a las instalaciones de Melbourne Park, y viceversa. El complejo se considera un “lugar de trabajo”. Ejemplar en la contención de la pandemia desde su inicio, el país oceánico registra hasta ahora 28.879 casos y 909 fallecidos; en contraposición, España ha superado ya los tres millones de casos y la cifra de muertes asciende hasta 64.218 personas.
Este confinamiento llega dos semanas después de que la ciudad de Perth también se confinara durante cinco días después de detectarse un positivo. En este nuevo escenario, los ciudadanos solo podrán salir de sus domicilios para comprar productos de primera necesidad (un miembro por casa y día), hacer ejercicio al aire libre y trabajar en aquellos empleos que se consideran esenciales. Los colegios y gimnasios permanecerán cerrados, el uso de la mascarilla será obligatorio tanto en recintos cerrados como abiertos y no se permitirá recibir visitas de ningún tipo, según anunció el gobernador del Estado de Victoria, Daniel Andrews.
Se sospecha que todos los infectados lo están de la cepa británica. “Creemos que esta variante, que es supercontagiosa, se ha hecho visible de una forma que nos preocupa”, convino Andrews. “Al tiempo que los sistemas de rastreo detectaban los nuevos casos, estos ya habían contagiado a otros familiares y contactos directos, circunstancia que hace muy difícil el seguimiento”, prosiguió el gobernador, que se comprometió a dar por concluido el confinamiento si el número de casos baja considerablemente antes del próximo miércoles. Uno de los principales focos de análisis para las autoridades locales es la Terminal 4 del Aeropuerto de Melbourne, después de que un trabajador de una de las cafeterías diera positivo.
“Las restricciones están destinadas a asegurarnos de que respondemos de manera apropiada a la cepa de coronavirus más infecciosa y más rápida que jamás hayamos visto”, señaló el gobernador, convencido de que con “esta reacción corta y punzante” se podrá cortar la propagación y evitar que se le escape de las manos. En 2020, Melbourne pasó una cuarentena de más de 100 días que finalizó en las últimas fechas de octubre para acabar con un brote que costó la vida a más de 800 personas.
Antes de que arrancase el Open, retrasado tres semanas con el objetivo de que los jugadores y los profesionales del tenis pudieran completar la cuarentena exigida a la llegada al país, se detectaron varios positivos en tres de los vuelos que fletó la organización del torneo. Aquellos jugadores que viajaban en dichos chárter tuvieron que cumplir un encierro absolutamente rígido, con la prohibición de abandonar sus habitaciones durante 15 días. Después, otro positivo de un empleado de uno de los tres hoteles oficiales en los que se concentraban los tenistas disparó la alarma y obligó a hacer pruebas a todos ellos. Todas ellas fueron negativas.
El único positivo registrado relacionado con el torneo fue el de la española Paula Badosa, pero en su caso tuvo origen en el vuelo. La catalana, de 23 años y afectada por la cepa británica, fue trasladada de forma inmediata a un hotel medicalizado y permaneció un total de 21 días confinada.
Mientras tanto, el Open ha acogido estos días un 50% del aforo habitual, pero se han podido ver escenas de aficionados reunidos en las gradas y sin mascarilla, salvo cuando se ha cerrado la cubierta de la pista por la lluvia. Según apuntan los datos recogidos por la federación australiana, Tennis Australia, el evento acogió el primer día 17.922 espectadores; el segundo, 17.381; el tercero, 19.900; y el jueves la asistencia llegó a los 21.010. El tope diario fijado por la organización es de 30.000 diarios, aunque la cifra iba a reducirse a 25.000 por día.
“Que haya público o no, marca una gran diferencia, pero ahora estamos hablando de que se pueda seguir jugando o no, que no congelen el torneo. En ese sentido, estoy muy contenta de que vayamos a seguir jugando; es una lástima por el público, porque tendrá que esperar unos días para venir otra vez”, manifestó Garbiñe Muguruza después de batir a Zarina Diyas por un doble 6-1 y alcanzar así los octavos de final.
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