El puerperio es el período comprendido entre el parto y el retorno del organismo a su estado normal. Los médicos y matronas consideran su duración entre seis a ocho semanas y se caracteriza por los cambios neuoroendocrinos y psicosociales. Es frecuente los primeros días tener lo que se conoce como una melancolía posparto o maternity blues, pero cuando el malestar va a más y supera las dos primeras semanas podríamos estar ante una depresión posparto.
El psiquiatra Pau Camell del centro Atiapsicologia apunta que los síntomas que se presentan son los típicos de la depresión: tristeza, cambios de humor, irritabilidad, apatía, aislamiento social, pérdida de energía, interés y placer reducidos en las actividades que solías disfrutar, dificultad para comer y dormir bien. “Además, puede haber algunos síntomas más específicos para este trastorno, como podrían ser incapacidad para relacionarse con el bebé o miedo a no ser una buena madre. En este sentido, para no aumentar la culpa o el estigma hacia la madre, es importante no considerar la depresión posparto como un signo de debilidad o de defecto de personalidad, sino como una complicación del parto con unas causas y unas consecuencias que hay que abordar de manera integral”, señala el doctor.
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La directora de Calma, el centro de Psicología, especialistas en maternidad, Sabina del Río considera que algunas de las causas más comunes son el desajuste hormonal, un parto complicado, falta de sueño, dolores físicos tras el parto, dificultades con la alimentación del bebé, además de multitud de cambios a los que adaptarse: nuevos roles, identidad y funciones a nivel familiar y personal, inexperiencia, no tolerar la dependencia absoluta del bebé, sentir que se ha perdido el control de la propia vida, sentir como abrumadoras las renuncias implícitas en la crianza de un bebé. El psiquiatra Pau Camell nos cuenta que durante los meses posteriores al parto se incrementa entre dos y tres veces el riesgo de tener una depresión por varios factores: “Los niveles de estrógenos y de progesterona son unas 50 veces más altos que antes del embarazo. En el curso de pocos días estos niveles bajan bruscamente hasta los valores normales al mismo tiempo que empieza a segregarse en abundancia prolactina. Cada mujer responde de manera distinta a esos cambios hormonales bruscos y algunas pueden notar cambios en el estado anímico”.
El doctor señala que las mujeres que han sufrido un episodio depresivo durante su vida tienen más riesgo de que se reproduzca tras el parto, y este riesgo es aún mayor si ha habido síntomas de depresión o ansiedad durante el embarazo. “Las personas en situaciones de pobreza tienen mayor riesgo de presentar una depresión posparto. Tener un sistema de apoyo suficiente, ya sea de la pareja o de amigos o familiares, cobra una vital importancia durante el puerperio. Por otra parte, haber presentado eventos estresantes durante el embarazo o el puerperio (enfermedad de un ser querido, de la propia mujer o del propio feto/recién nacido, despido del trabajo, problemas económicos, problemas conyugales, etc.) aumenta la probabilidad de presentar un trastorno depresivo tras el parto”, afirma el psiquiatra Pau Camell.
Jazmín Mirelman es psicóloga perinatal y directora del proyecto RedAfectiva: “Metabolizar la condición de madre no es sencillo ni desde el punto de vista fisiológico ni psíquico. Concebir, gestar, parir y lactar son procesos muy exigentes que requieren múltiples adaptaciones. Actualmente, el distanciamiento social debido a la pandemia hace que la soledad llegue a niveles extremos, que ya eran altos en las maternidades urbanas, pero que ahora se agudizan con la ausencia de visitas presenciales a los centros de salud, grupos de apoyo al posparto y la lactancia, reuniones familiares o encuentros con amigos. Esta situación incrementa el riesgo de sufrir una depresión o presentar síntomas depresivos”.
No es cierta esa idea de que, en teoría, la etapa perinatal deba ser el momento más feliz de tu vida. Este axioma responde a un mandato social que nada tiene que ver con la realidad. “Es cierto que en la actualidad ser madre responde a un deseo y decisión personal, cosa que no ha sido siempre así a lo largo de la historia, y puede generar cierto desconcierto por parte del entorno social el hecho de que la consecución de ese deseo, es decir, tener un bebé entre los brazos, genere malestar en vez de satisfacción. Pero es que el vínculo es algo que se construye poco a poco. Cuando conocemos a alguien, no nos vamos a vivir con él inmediatamente, ni compartimos las 24 horas del día, ni estamos disponibles en cuerpo y alma para esa persona. Y eso es lo que necesita un bebé los primeros días, atención, disponibilidad y contacto constante, durante el día y durante la noche. Es una demanda fortísima, una gran responsabilidad ante un ser completamente vulnerable. La mujer entonces necesita una red en la cual poder apoyarse, mucha ayuda real, pero también simbólica”, afirma la psicóloga experta en depresión posparto Jazmín Mirelman.
El psiquiatra Pau Camell señala que lo primero de todo hay que pedir ayuda. “Por suerte, es un trastorno que tiene tratamiento. La elección de este tratamiento debe ser cuidadosamente valorada, a partir del estado mental de la madre, la gravedad, los riesgos y el apoyo que presenta. Las intervenciones no farmacológicas deben considerarse en primer lugar y son de primera elección en depresiones de leves a moderadas”. Jazmín Mirelman añade: “El uso de psicofármacos está indicado en ciertos casos y no es incompatible con la lactancia, esto es muy importante decirlo. Y también que el tratamiento con antidepresivos debe ir de la mano de un proceso psicoterapéutico, porque no se trata de acallar los síntomas, sino por el contrario, de darles voz”.
Mirelman concluye con una buena reflexión: “El hecho de que se hable cada vez más de salud mental y maternidad entraña cierto riesgo de sobrecargar a las madres con todo el peso sobre la crianza, como si hacerlo con pericia fuera un acto voluntario y consciente. Esto no es así en absoluto, en general las madres quieren cuidar a sus bebés de la mejor forma posible, pero algunas veces encuentran dificultades. La tarea es acompañarlas para que vayan pudiendo, evitando las separaciones, intromisiones, juicios y opiniones no pedidas, favoreciendo que se den las condiciones para que ella pueda desempeñar su función, construyendo su forma singular de ser madre de ese hijo/a. Es fundamental mencionar que para criar a un niño/a hace falta toda la tribu, esta frase tan trillada recoge la importancia de la implicación en la crianza de la figura paterna, de la familia extensa, del entorno social y de las políticas públicas de protección del día a día madre-bebé”.
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