“Me pusieron el Loquito en Argentina, en San Lorenzo, en 1996, porque siempre intentaba animar el ambiente en el vestuario”, recuerda Washington Sebastián Abreu (Minas, Uruguay, 1976). “El año pasado cuando fui entrenador-jugador en Boston River los jugadores también me llamaban Loco. No es una falta de respeto. Es el apodo que me acompañó durante toda mi carrera. En Sudamérica los apodos forman parte de nuestra cultura”.
Pocas veces el fútbol alumbró un delantero centro más abnegadamente lúcido en su convicción de consagrarse al juego. De otro modo no habría podido convertirse en el primer futbolista de la historia que militó profesionalmente en 29 clubes, todo un récord Guinness en marcha. La semana pasada se preparaba para debutar con su club número 30, el Athletic Club, en el campeonato de Primera División de Minas Gerais, cuando se puso al teléfono desde Belo Horizonte.
Pregunta. ¿Cuál es su gran motivación?
Respuesta. Ver que hay directivos y entrenadores que confían de la misma manera en que yo confío en mis condiciones, eso es una caricia al alma y me genera a mí una sensación de orgullo y de placer.
P. ¿Qué es lo que más placer le proporciona de la rutina del fútbol?
R. Todo. Levantarme por las mañanas, tener esos dolores, entrar al vestuario, escuchar la música, las bromas de los compañeros, las charlas de los entrenadores, calentarte porque las cosas no salen, ponerte contento porque el entrenamiento te ha salido bien, la disputa del día de partido, la concentración… Todo lo que envuelve al día a día del futbolista es lo que me genera placer y me da satisfacción de poder seguir disfrutándolo. A veces los futbolistas jóvenes dejan de hacer cosas pensando que esto va a ser para toda la vida y cuando quieren acordar se han retirado. Te los encuentras y te dicen: “¿Cómo no te hice caso aquella vez que me decías que me quedara después de los entrenamientos, que disfrutara del vestuario? Porque ahora que me retiré extraño eso de manera impresionante”. Hay que tratar de vaciarse al máximo y vivenciarlo al máximo cosa de que no te quede nada guardado para el día que tomes la decisión de retirarte.
P. ¿El dolor es placentero?
R. Sentir el placer del dolor porque estás jugando al fútbol. Después de un entrenamiento fuerte, llegar a tu casa y sentarte y acostarte y empezar a sentir los dolores musculares genera placer. Se parece al masoquismo. Levantarte a la mañana, dar los primeros pasos… pareces Chaplin, caminas todo duro porque las articulaciones ya no son las mismas. Eso genera placer. Porque te sientes vivo, porque quiere decir que estás haciendo algo por el fútbol. Yo trato de disfrutar en estos casi 26 años de carrera cada vez más. Hasta el mínimo detalle. Porque sé que el día que lo deje habrá un 30% en mi interior, en mi alma, en mi cuerpo, que va a quedar vacío, y no lo va a poder llenar ni la plata, ni los coches, ni los viajes ni la comida. Será un vacío que permanecerá eternamente conmigo porque es el vacío del futbolista que no lo vas a poder llenar nunca. Sólo podemos tener siempre la cabeza ocupada para no sufrir lo que sufren los jugadores que se retiran, que entran en la depresión, la tristeza, la angustia por añorar algo que ya no tienen.
P. ¿Usted primero ha hecho una construcción intelectual y después ha vivido su carrera según ese plan?
R. El fútbol no es solo entrenar y jugar. Hay muchos libros que te ayudan a anticipar el futuro. Siempre fui de estar en las ruedas de charlas de los jugadores más grandes, con mayores vivencias, y escucharlos mucho sabiendo que un día todo eso que les estaba tocando vivir a ellos me tocaría vivirlo a mí. Tener eso presente me ayuda a hacer esa preparación que debe hacer el futbolista porque hay una realidad. Los futbolistas morimos dos veces. El jugador muere cuando se retira y deja algo que ama para toda la vida, y muere después cuando Dios toma la decisión de llevarlo. Entonces, en esa primera transición, el haber tenido toda esa preparación te ayuda a saber que llega el momento y es fundamental estar ocupado para que cuando dejes el fútbol, el lunes siguiente te agarre con la cabeza activa y el cuerpo en movimiento sabiendo que tienes una ocupación, algo en qué gastar la energía.
Se parece al masoquismo. Levantarte a la mañana, dar los primeros pasos… pareces Chaplin, caminas todo duro porque las articulaciones ya no son las mismas. Eso genera placer. Porque te sientes vivo, porque estás haciendo algo por el fútbol
P. A usted le gusta tanto el fútbol que en 2003 firmó por Nacional sin cobrar… ¿Qué siente un profesional cuando juega gratis?
R. Jugar sin cobrar es la misma responsabilidad, el mismo compromiso, sabiendo que Nacional es un equipo grande y lo único que interesa es ser campeón. No siempre hay que pedir. A veces solo hay que dar.
P. Ha tenido a Simeone como entrenador en River Plate, ha sido compañero de Guardiola en el Dorados, ha jugado para Lillo en la Real Sociedad, ha disputado dos Mundiales y cuatro Copas América, y a su edad sigue compitiendo. ¿Siente que transita un camino inexplorado?
R. Zé Roberto jugó hasta los 44. Kazuyoshi Miura está jugando con 54 en el Yokohama Marinos y cuando ves los vídeos está con buena movilidad, fuerte, bien físicamente. Eso va abriendo una puerta. La nueva metodología del entrenamiento, donde la tecnología ha llevado a la especificidad total de las funciones dentro del campo de juego, hace que los futbolistas no sufran tanto con las lesiones, eviten un gasto articular tan grande como el que tuvieron hasta principios de este siglo. Los estudios del genotipo, que son los análisis sanguíneos que indican qué tipo de alimentación es la más correcta para cada individuo, los entrenadores personales, los nutricionistas, los nuevos terrenos de juego… Todo eso ha conspirado para que el jugador que se dedique a su profesión al 100% con pasión y responsabilidad pueda disfrutar mucho más tiempo.
Mi análisis de genotipo me enseñó que a mí, por ejemplo, no me favorece comer lechuga. Pero la clave no es tanto qué comer sino cuándo, en relación a qué cargas y esfuerzos.
P. ¿Qué le aprendió de su análisis del genotipo?
R. Que a mí, por ejemplo, no me favorece comer lechuga. La clave no es tanto qué comer sino cuándo, qué días de la semana, en relación a qué cargas y esfuerzos.
P. ¿El fútbol se puede extinguir?
R. Si fue tan popular en los años 20 y 30 cuando no había posibilidades de tener información ninguna, imagine ahora con toda la posibilidad de información y de llegada a todos los lugares a través de la tecnología. En ese aspecto el fútbol se va a seguir potenciando. Otra cosa es el calendario. La cantidad de partidos está atentando contra la calidad. Priorizas estar muy bien parado tácticamente, hacer recorridos cortos, administrarte al máximo. Ante la duda optas por mantenerte y no hacer el esfuerzo en lugar de hacer una jugada individual vistosa que podría ser productiva sin saber cuál será el final. Eso se nota cuando se enfrentan equipos que vienen trajinados: claramente se ve que se agrupan, achican hacia atrás para poder robar y contraatacar en lugar de proponer más en campo rival donde es más difícil tener el dominio del balón.
P. ¿Qué es lo más determinante en el oficio de delantero? ¿El desmarque, el control, la intuición, el tiro…?
R. Primero: utilizó la palabras oficio. Sinceramente, por más que hay responsabilidades y compromisos, para mi es un placer ser remunerado por hacer el deporte que más amo. Primero lo disfruto. Segundo, y previo a todas las características que hacen al centrodelantero, es la pasión y la convicción mental de creer mucho en lo que uno puede brindar. A partir de ahí viene la parte deportiva que consiste en pensar que todos los días de entrenamiento te tienen que dejar un aprendizaje. No es entrenar para acumular horas.
P. ¿El entusiasmo ayuda a liberarse de la marca más que el análisis del juego?
R. La intuición es percepción pura. La tienes o no la tienes. No se entrena. Es un despertador mental que te hace reaccionar en cierto momento del partido. Lo que sí necesitas imperiosamente como centrodelantero son las sociedades: ya sea con el punta que juega a tu lado, con el extremo o con los laterales que suben por las bandas. Para que ellos sepan cuál es el pase. Muchas veces los extremos y los laterales tiran los centros como a ellos les gusta pegarle. Pero lo importante es que ellos entiendan de qué manera le gusta al delantero recibir ese centro. A partir de ahí se generan esas sociedades como las que tuvieron el Pony Ruiz con Borgetti, Barros-Schellotto con Palermo… Palermo o Borgetti solo se preocupaban por distraer al defensa para desmarcarse sabiendo de que tanto el Pony como Barros-Schellotto sabían en dónde querían el balón. Era una sincronización que dio muchos resultados porque termina haciendo una diferencia importante para ese tramo final de la jugada en el que hace falta mucha precisión y mucha contundencia.
P. ¿Qué le parecen Haaland y Mbappé?
R. Mbappé le da continuidad a Ronaldo Nazario con ese arranque de tres cuartos hacia adelante, con potencia y gambeta, con finalización, o con buena resolución a la hora del último pase. Y Haaland tiene características parecidas al mejor Zlatan: potente, fuerte, por más que sea alto se saca un hombre de encima rápidamente. Si un equipo pudiera contratarlos a los dos jugarían juntos siempre porque se complementan de manera perfecta.
P. ¿Cuál es el delantero centro que más le ha gustado últimamente?
R. Con los que más disfruto es con Benzema y Luis Suárez. Porque son goleadores que juegan al fútbol. Hay goleadores que son finalizadores y solo participan para eso. Y hay goleadores que juegan al fútbol: se asocian, generan juego y finalizan. Ver los movimientos que generan de distracción es un placer. Muchas veces las cosas simples rompen líneas: jugar a uno o dos toques pero dejando al compañero para que quede solo con chance de gol, bajar a pivotear… Esa simpleza es el juego en sí. Confundimos el buen jugador con el que conduce la pelota, hace tres caracoles, gambetea a dos y decimos: “¡Qué lindo juega!”. Una cosa es jugar a la pelota y otra es jugar al fútbol. Sin quitarle la impronta natural al futbolista que puede encarar mano a mano, tipo Neymar o Ronaldinho, que pueden ser desequilibrantes.
El fútbol de hoy pide asociación. A los puntas, a los centrales, a todos. Porque hay tanta presión, tanta marca, tanta dinámica, que necesitas que todos participen para que los bloques defensivos del rival se desequilibren
P. ¿Por qué Luis Suárez parece más joven que el año pasado?
R. Eso se llama descomprimir mentalmente a la persona que es futbolista. Si ves que cada semana no se está culpando a Suárez de ninguna situación, eso lo libera para disfrutar del fútbol totalmente. Esa era la campaña que se le había generado en Barcelona para desestabilizar, para poder bajar la parte económica. Lo identificaron a él como el problema de todo junto con Messi. Y llegó al Atlético donde hay un entrenador que entiende a la perfección cómo tratar a un futbolista de esa índole, y haciéndole saber la importancia que va a tener, 100% como futbolista, nada más.
P. Después de más de dos décadas cobrando por hacer goles. ¿Qué ha cambiado más en su manera de jugar?
R. He pasado de ser solo un finalizador de jugada en mis inicios a entrar también en el juego asociado. Ahora disfruto más.
P. Puntas, extremos, defensas… ¿ahora todos tienen que aprender a volantear?
R. Más que ser volantes, tenemos que saber jugar al fútbol y no solo encasillarnos en una función. Participar del juego colectivo ya sea con un simple apoyo, con un control orientado y un pase entre líneas a la espalda de los laterales. Entender que dentro de esa secuencia de juego que se inicia con el portero uno también tiene que participar para poder ser un nexo para que el equipo pueda llegar al arco rival a convertir. Si hoy no participas del juego asociado el equipo queda limitado. Ocurre a veces cuando hay diez jugadores generando y el nueve espera solo para que se la pasen entre líneas, pero no ve ese pase que puede haber a la espalda del cinco rival para poder asociarse y generar ese vínculo. Eso lo aprendí con el tiempo.
Soy muy egoísta por dar prioridad al fútbol por encima de la familia que es lo más importante. Pero la familia ha entendido que el placer de la familia pasa también por el placer que uno pueda sentir jugando
P. ¿Por qué desaparecen tanto los puntas de referencia como los centrales que sólo dominan el área?
R. El fútbol de hoy lo pide. Porque hay tanta presión, tanta marca, tanta dinámica, que necesitas que todos participen para que los bloques defensivos del equipo rival puedan tener algún desequilibrio. Los centrales ahora tienen que tener una cierta técnica para iniciar la salida. Al delantero centro le está sucediendo lo mismo. Tienes que ser una opción de descarga, de pívot, de arrastrar marcas. Entrar dentro del juego para ser un jugador productivo para el funcionamiento del equipo.
P. ¿Qué le exige Simeone al delantero centro?
R. Si miras el Atlético, que es el equipo más sudamericano de Europa, el nueve se mueve en la franja del área grande. Y a partir de ahí hace movimientos de distracción, de perfil, de poder pivotear. Pero siempre respetando una cierta movilidad en base al funcionamiento del equipo sin quitarle la naturalidad de los movimientos que el jugador tiene. Simplemente lo orienta con herramientas que le dan opciones de circulación y de asociación de juego pero no esquematizadas, solo como referencias, para no quitarle la impronta natural que tiene, porque por algo está jugando ahí. Hay entrenadores que esquematizan mucho al futbolista sobre un sector, inmovilizándolo. Yo prefiero el estilo del Cholo.
P. ¿Por qué Guardiola se ha inclinado por el falso nueve’?
R. Pep busca encontrar una línea de pase, siempre tratando de hacer una presión alta tras pérdida. El Cholo se adapta más a las características del rival. Cualquiera de las dos ideas funciona. Creo que lo que hace Pep es para equipos en los que puedes contratar jugadores a tu gusto. Lo del Cholo es más generalizado: aplicado a equipos que no tienen esas posibilidades de contratación. Porque hay algo muy real: el futbolista hace el fútbol y el jugador con jerarquía marca las diferencias.
P. En Boston River se entrenó a sí mismo. ¿Como fue la experiencia? ¿Cómo compitió con sus compañeros si al final usted es el juez que decide el ganador?
R. Utilicé el sentido común: delegar las opiniones y la toma de decisiones de cómo ven al equipo para ciertas posiciones, como era este caso. Hubo momentos en que no me alinee; me quedé en el banco porque interpreté que se necesitaban otras características; y hubo partidos que jugué de inicio entendiendo que las características que yo tenía como nueve eran las que necesitaba el equipo en ese momento. Las semanas de lunes a sábado eran fantásticas. Esa transición me generó una satisfacción. Yo ya tenía el título. Empecé como entrenador y jugador en el Santa Tecla [en El Salvador] con la honra de poder debutar con título. Pero con la experiencia de Boston River dije: “realmente lo que tenía pensado cuando deje de jugar es lo que quiero; quiero ser entrenador”.
P. Hay profesionales que se cansan del fútbol antes de los 30. ¿Usted nunca se cansó?
R. Cada uno lo vive y lo siente a su manera. La mía es esta. Yo vivo para y por el fútbol. Reconozco que soy muy egoísta con mi familia, por dar prioridad al fútbol por encima de la familia que es lo más importante. Pero la familia ha entendido que el placer de la familia pasa también por el placer que uno pueda llegar a tener. Terminas contagiando a la familia a que quieran ellos también seguir viéndote feliz dentro de un campo de juego.
P. ¿Su empeño es un esfuerzo por prolongar la juventud y la vida?
R. Las energías se contagian. Las positivas y las negativas. Al estar en un vestuario con compañeros de 17 o 18 años con su juventud y su ímpetu, uno absorbe todo eso al máximo como ellos también te absorben la experiencia. Se genera una linda química. Y es fantástico ver cómo tus hijos, en vez de decirte “papá queremos que estés con nosotros”, te dicen “papá queremos seguir viéndote jugar”. Ese es el premio mayor. Tengo cuatro: una de 20 años, uno de 17 y los gemelos de 12. Son los hinchas número uno. Están disfrutando más de lo que estoy disfrutando yo.
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