El banco malo aumentará la deuda pública en unos 35.000 millones de euros, unos tres puntos de PIB, según confirman fuentes financieras y de la Administración. La Sociedad de Gestión de Activos Procedentes de la Reestructuración Bancaria (Sareb) fue creada para sustraer de las entidades rescatadas los activos tóxicos e intentar rentabilizarlos más adelante a mejor precio. Sin embargo, las pérdidas recurrentes del organismo han hecho que se consuma todo el capital, y que el Estado se quede con el total de la deuda del banco malo. Así lo obliga ahora Eurostat. Casi una década después, las consecuencias del rescate bancario siguen aflorando, y lo hacen en el peor momento, con las Administraciones endeudándose a ritmos de récord para contener los efectos de la pandemia.
Cuando se fundó la Sareb en 2012, el Banco de España calculó que su rentabilidad podría ascender al 15% en el conjunto de sus 15 años de vida. El Ministerio de Economía, a la sazón capitaneado por Luis de Guindos, señaló que no costaría un euro al contribuyente. Sin embargo, nueve años más tarde, el patrimonio neto de la Sareb es negativo: -7.511 millones, según las cuentas de 2019. Si a eso se suman los 2.192 millones que el Estado puso para el capital entre dinero fresco y deuda subordinada, la pérdida para el contribuyente a día de hoy por la Sareb alcanza casi los 10.000 millones de euros. Una cantidad que se añade a los 42.561 millones que ya tiene calculado el Banco de España que ha costado el rescate financiero.
El banco malo se constituyó con un 55% de capital privado puesto por bancos y aseguradoras, con la excepción del BBVA. El 45% restante era propiedad del Estado a través del FROB, el fondo público de rescate bancario. La idea era quitar a las cajas sus activos deteriorados para que no quebrasen. Se encapsulaban en una entidad aparte para poder gestionarlo y venderlo más adelante minimizando las pérdidas. Las entidades intervenidas trasladaron al banco malo con un descuento sus peores préstamos inmobiliarios, viviendas, locales o solares. A cambio de esos activos, se entregó a las entidades intervenidas unos bonos que rendían un interés con un aval del Estado. Y el capital de la sociedad se configuró con mayoría privada para que esa deuda no engordase aún más los pasivos de las Administraciones. En aquel momento fueron unos 48.000 millones de deuda avalada por el Estado. Tras las ventas de activos, ahora queda un saldo de 35.000 millones. Y precisamente eso es lo que Eurostat exige ahora que se contabilice como deuda pública.
El problema reside en que los activos se traspasaron con una valoración demasiado generosa. Pese a las ventas que ha ido realizando, el banco malo ha sufrido todos los años pérdidas cuantiosas, del orden de 1.000 millones anuales. Y estas surgen por tres razones: la primera es que la Sareb ha ido vendiendo a precios por debajo de lo que tenía en libros. En consecuencia, ha tenido que ir aflorando pérdidas.
Costes financieros altos
La segunda es que sus costes operativos son altos. Por un lado, está el mantenimiento del parque inmobiliario. Pero el agujero se encuentra sobre todo en los gastos financieros: la Sareb tiene que retribuir por la deuda que mantiene con las entidades rescatadas a cambio de los activos. Y para que la Sareb no fuese considerada una entidad pública, además del capital de mayoría privada, la Comisión Europea exigió que hubiese un plan de negocio creíble. Pidió que se contratase un seguro que garantizase que los intereses no le iban a subir, lo que en la jerga se conoce como un swap. Así, con el fin de cubrirse del riesgo de una subida de tipos, el banco malo suscribió el mayor swap de la historia de España y, probablemente, de Europa. En aquel momento, allá por 2012, los tipos eran más elevados y la Sareb se comprometía con el swap a cobrar si subían por encima y a pagar si eran más bajos. Solo que a partir de 2015 los intereses se hundieron. Y el banco malo ha perdido mucho dinero con esta cobertura. Se estiman unos 3.000 millones de euros, casi un tercio de todos los números rojos de la Sareb. Solo en 2019 pagó 177 millones por el swap. Un año llegó a desembolsar 500 millones.
El tercer motivo por el que registra números rojos son los cambios de valoración de los activos que se abordan todos los años. En estas actualizaciones se incluye el cambio de previsiones de precios y el mejor conocimiento de algunos de los préstamos conforme se descubre que eran peores de lo que se pensaba. Por ejemplo, al comprobar que un suelo ya no es edificable. Y basta con un cambio de perspectivas del mercado inmobiliario para depreciar los activos. Solo en 2019 hubo unos 1.000 millones de pérdidas por estos deterioros.
Sin recursos propios
En 2016, el Gobierno estableció una argucia legal para evitar que estas depreciaciones fuesen a la cuenta de resultados y, por lo tanto, se reconociesen y restasen capital. Así se conseguía retrasar la erosión del capital. Pero las pérdidas por los otros dos conceptos han terminado de fagocitarlo. En 2019 solo restaban 303 millones de los 4.800 millones que se aportaron entre capital y deuda subordinada. Y en 2020 presumiblemente la Sareb se comió el total del capital. El Gobierno de Sánchez ya cambió la ley el año pasado para que continuase operando sin recursos propios.
En el pasivo del banco malo solo queda la deuda avalada por el Tesoro. El riesgo es público. Por eso, Eurostat ha obligado a reclasificar la entidad y convertirla en estatal: toda la deuda que tiene con las entidades pasa al Estado. De los 48.000 millones que había, quedan unos 35.000 tras las ventas. Y en ese volumen aumentará la deuda pública.
¿Cuánto será pérdida y cuánto no? De los 35.000 millones de deuda que asume el Estado no todo irá contra el contribuyente, pues se seguirán vendiendo activos. Unas fuentes sostienen que el valor de liquidación, y por tanto la pérdida para el fisco, no debería ser mayor que los 10.000 millones perdidos porque ya se ha valorado bien y el swap se está extinguiendo. Otras sostienen que se vendió primero lo mejor y hay un claro riesgo de que afloren más pérdidas, sobre todo si el mercado va a la baja.
El déficit público sube 10.000 millones
La deuda pública se elevará por la Sareb en unos 35.000 millones, unos 3 puntos de PIB adicionales. De acuerdo con la estimación provisional del Banco de España, el endeudamiento de las Administraciones cerró 2020 en el 117,1% del PIB, la mayor cifra desde la Guerra de Cuba, según los datos del historiador económico Francisco Comín tomando los cálculos de PIB del profesor Leandro Prados de la Escosura. Con esta reclasificación del banco malo, este guarismo engordará todavía más. Y estos números también tendrán repercusión en el déficit público de 2020, que subirá en unos 10.000 millones por el patrimonio negativo de la Sareb.
Fuentes financieras explican que en 2012 había que ganar tiempo y que la propia Comisión Europea reconoció que había un sobreprecio de 19.000 millones en el traspaso que calificó de ayuda. Toda la pérdida que baje de eso es porque se ha gestionado bien, dicen. Y añaden que es importante que la Sareb siga evacuando activos con criterios profesionales.
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