Flor nueva de romances viejos. Nicolás Siri irrumpió como una explosión, en este Campeonato Uruguayo que apura sus últimas jornadas, y en el cuál su equipo, Danubio, un histórico luchador de los primeros lugares de la tabla, ahora está penando por no descender a la Segunda División, y por cierto, lo tiene muy complicado, casi imposible.
Siri tiene 16 años, y hace una semana, su entrenador, Leonardo Ramos, se decidió mandarlo a la cancha como titular ante el copetudo Nacional, en un encuentro que pudo haber decretado el descenso del “equipo de la Franja”. Pero una conquista del rubio goleador le permitió a Danubio ganarle a Nacional por 2 a 1, y darle otra “vida” a su club.
El viernes, en el histórico Estadio Centenario, el que albergó la primera final de las Copas del Mundo, otra vez Danubio estaba al borde del abismo, y por segunda vez consecutiva, Siri fue de titular. Un gran cabezazo, una definición elegante de zurda, y un derechazo desde fuera del área, coronó un ‘hat trick’, que permitió a Danubio golear 5 a 1 a Boston River, y mantenerse con la ilusión de permanecer en primera división, aunque las matemáticas y la lógica prácticamente lo condenan.
En síntesis. En sus dos primeros partidos como titular en un equipo con toda la presión de jugar para zafar del descenso, este pibe maravilló con cuatro goles.
Entre lo sublime y lo ridículo sólo hay un paso. La sublime actuación de Nicolás ante Boston River en el Estadio Centenario, con tres goles para su mejor recuerdo, dió paso al ridículo del final. El futbolista había sido sustituído a poco del final por el entrenador Leo Ramos, y al culminar el partido, regresó al campo, para solicitar al juez Andres Cunha, el mismo de la final en Madrid de la Copa Libertadores , el balón para llevárselo de recuerdo. Cuándo el árbitro se lo iba a entregar, irrumpio el utilero del Boston para prácticamente “ quitarle” la pelota al juez, e impedir que el futbolista se la llevase. El argumento? El costo de los balones, deberíamos suponer. Ridículo por cierto.
Mientras el resto de sus compañeros, aún en el campo de juego, observaban cómo se dilucidaba la escena, el capitán de Danubio, Sergio Rodríguez, intercedió para obtener la pelota para Siri. Claro, para ello, debió entregar una de su institución , “ como forma de pago”.
Cuna de cracks
Danubio tiene su corazón en el barrio Jardines del Hipódromo en Montevideo, una de las pocas zonas de la ciudad que aún mantienen algunos “potreros”, que suelen ser cunas de cracks. A lo largo de su historia, la institución ha sabido forjar y lanzar al estrellato a verdaderos fenómenos.
Hace 40 años, otro chiquilín salió de las entrañas de sus divisiones formativas para asombrar en sus primeras apariciones. A los 15 años, Rubén Sosa, quién luego jugó en el Zaragoza y en la Lazio entre otros, debutó en primera división, y en menos de mes dejó sentado a los históricos jugadores uruguayos Fernando Alvez y Walter Olivera, para ser decisivo en las goleadas 3-0 y 4-1 de Danubio ante Nacional y Peñarol.
En los 90, la joyita fue Álvaro ‘Chino’ Recoba, de zurda mágica. Pudo ser del Barcelona, como él mismo confesó, a fines de esa década, cuándo jugaba en el Inter italiano, pero no se concretó.
La lista de figuras surgidas en Danubio es amplia, pero como cierre destacar a Josema Giménez, quién también debutó muy pibe de la mano de Juan Ramón Carrasco, y con 18 años, fue figura marcando al colombiano Falcao, en su primera aparición la celeste del Maestro Tabárez, por las Clasificatorias Sudamericanas en su debut con Uruguay en setiembre del 2013, mismo año en el que llegó al Atlético de Madrid.
Un pibe muy maduro
Cuentan los que lo conocen de cerca, que Nicolás Siri es un “botija”, como solemos decir en Uruguay, muy maduro. Llegó con 12 años a las formativas de Danubio, hizo la escalera, hasta aparecer en primera división.
Rubio, de muy buen físico, 1,80 m. de estatura, y gran condición técnica. Decir que su ‘hat trick’ fue de cabeza, de derecha y de zurda, ejemplifica la afirmación .
Su hermano, dos años mayor, también juega en las formativas de los danubianos, “ y hay que ver cómo lo cuida y lo protege”, se escuchó decir por Jardines del Hipódromo. Estudia Biología, “ y es responsable hasta demás”, también agregaron los que lo conocen.
Oriundo de Las Piedras, una localidad conexa con Montevideo, “tiene una familia que lo contiene”. Elemento clave, para un pibe que en una semana pasó del anomimato absoluto, a ser tapa en los diarios de Uruguay y en portales internacionales.
Como perla surgida de un fútbol que por ejemplo alimentó con sus goles al Barcelona, Luis Suárez 198 conquistas en sus seis temporadas, MD informó que estaba en la órbita del club culé. “Oficialmente no hay nada”, aseguró el presidente de Danubio , Arturo Del Campo, a este corresponsal, aunque agregó que le sorprendió el sinnúmero de llamadas recibidas desde el exterior en este sábado montevideano, seguramente todos preguntando por Nicolás Siri.
El jugador tiene contrato por tres años con Danubio, y si su equipo finalmente desciende, parece difícil que permanezca en la siguiente temporada en su institución en la Segunda División.
Allí, el peso y contrapeso de las presiones y las decisiones, terminará marcando el futuro de Nicolás Siri. Allí, la contención de su familia y el equilibrio del presidente , Arturo del Campo, serán decisivos.
A propósito, a la memoria viene una anécdota a propósito de la responsabilidad con la deben cargar los dirigentes de un club ante decisiones que involucran el futuro de prácticamente niños.
Arturo Del Campo es hijo de un histórico dirigente de Danubio, tambien presidente, el Ingeniero Héctor Del Campo, quién condujo a la institución durante muchos años en la década de los 80.
Una noche, luego de uno de los partidos de Uruguay en Sudáfrica 2010, mientras esperábamos la salida de la delegación celeste, Arturo pensó en su padre y recordó un hecho de décadas atrás, cuándo él era muy jóven y vivía en la casa familiar: “ Una noche, bien de madrugada, siento ruido en el piso de abajo, y me levanté. De pronto veo a mi padre ( el Ingeniero Héctor Del Campo), que estaba sentado en la cocina y desvelado. Le pregunté qué le pasaba. ( Era mediados de la decada del 80 y Rubén Sosa, de 18 años, deslumbraba y habían llegado emisarios del Sheffield United de Inglaterra para adquirir su pase). Recuerdo bien su gesto de preocupación y lo que me dijo: “ Me siento responsable porque lo que yo resuelva va a determinar el futuro de un chiquilín. Por eso no puedo dormir”.
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