Socios, peñistas, aficionados repartidos por todo el mundo, ha llegado el momento de disfrutar. La fiesta ya está lanzada en los corazones. La meta está ahí mismo, gocémosla en rojiblanco, sin miedos.
Quedan siete días para la primera final de Copa en Sevilla y ya estoy nervioso. Veo un balcón engalanado y me emociono. Es lo que tiene una final copera del Athletic.
Es un eslabón de la historia, una puerta que conecta con la tradición y con el futuro; con los aitites que también corrieron tras un pelotón mal cosido y con los niños que sueñan con vestir de rojiblanco. El Athletic somos todos.
Ver al Txopo, con 78 años, llevando a una residencia los pañuelos conmemorativos de este derbi, fue un aldabonazo. Más de 150 centros asistenciales recibirán retales de emoción teñidos en rojiblanco. Iribar es cojonudo, siempre lo será.
Ganen o pierdan, nuestros jugadores, todos ellos, habrán hecho historia, una vez más. Otro eslabón a añadir a la cadena.
Darío Urzay decía hace unos días que había que ir a Sevilla a cumplir una misión histórica. Estoy de acuerdo. Los astros nos favorecen.
-Una deuda con el Athletic-
Solo hay que estudiar detenidamente las diferentes eliminatorias de estas dos temporadas coperas para entender que los designios celestiales nos quieren ver surcar la Ría sobre la gabarra. El fútbol tiene una deuda con el Athletic, con su idiosincrasia.
Los dioses se han confabulado durante estos meses tan extraños para favorecer a ese club tan especial, tan atípico, surgido en el Botxo hace ya una eternidad. A nuestro modo, ya hemos ganado en este camino. Estar en tres finales ya es vencer.
Los planetas están alineados, los balcones engalanados de rojiblanco, los jugadores dispuestos y la gabarra flotando. Alabín, alabán, alabín bon ban, Athletic…
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