Corren tiempos difíciles para las certezas, pero hay una que, pase lo que pase, no caduca: el fútbol es un juego, no una ciencia, y, por tanto, es impredecible. Después de tropiezos, resbalones y todo tipo de acrobacias a lo largo del calendario, el Real Madrid es líder de LaLiga a falta de ocho jornadas y de lo que haga el Atlético de Madrid este domingo ante el Betis.
Algo verdaderamente impensable hace semanas en todas las cabezas del planeta fútbol. En todas menos en una, la de Zidane, que ahora, mirando a todos desde el retrovisor, puede entonar tranquilamente y sin desafinar aquello de “os lo dije”.
El galo, con innegable flor en los Clásicos (ha ganado seis de los once que ha disputado) fue el único que creyó en el camino cuando más cuesta arriba se puso. Sacó la cara por sus futbolistas, por entonces asfixiados, y estos le han respondido. Ahora son candidatos e incluso alguno apuntará sin ruborizarse que son favoritos.
Vibrante hasta el final
Lo cierto es que el partido no fue un Clásico muy clásico. Para empezar: el escenario, que pasó de coliseo a descampado. Y para continuar, los invitados: la lluvia y el viento, los peores enemigos del balón.
Eso sí, no faltó la emoción, que se mantuvo hasta el final de los 90 minutos. Fue entonces cuando los protagonistas, empapados, sonrieron unos y resoplaron otros. Queda Liga y, por tanto, está prohibido firmar ningún pronóstico de aquí al final.
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