Colombia es un país acostumbrado a usar la música como respuesta a la violencia, lo hace en una línea fina que oscila entre la celebración y la muerte. Durante los 20 días de un estallido social que ya deja al menos 41 civiles muertos, se ha convertido en una voz contundente para elevar las críticas al Gobierno. Una nueva ola de canción de protesta a ritmo de salsa, rap o champeta se abre paso y suena entre los miles de jóvenes que se han volcado en las calles.
El país ha exportado músicos como Shakira, Juanes, JBalvin o Maluma, que marcan la educación sentimental de millones de personas más allá de las fronteras colombianas. Algunos de ellos ya se han pronunciado sobre la situación, como Shakira: “Pido al Gobierno de mi país que tome medidas urgentes, pare ya la violación a los derechos humanos y restituya el valor de la vida humana por encima de cualquier interés político”, dijo. Sin embargo, son músicos anónimos y otros solo reconocidos de manera local los que están al pie de las denuncias de represión.
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Los artistas también han prestado sus redes sociales como plataforma para potenciar las protestas. Durante más de dos semanas la cantante Adriana Lucía ha transmitido en directo para más de un millón de seguidores. Ella rechazó la invitación del presidente, Iván Duque, a reunirse en la sede gubernamental. “Esto no se trata de mí, sino de todas las personas que están allá afuera. Hay comunidades que llevan años esperando a ser escuchadas y no seré yo quien ocupe ese lugar que no me corresponde. Hay muchas madres llorando a sus hijos, que fueron reprimidos de manera violenta”, declaró la artista, que propuso a Duque emprender diálogos públicos y transparentes. A los pronunciamientos de músicos colombianos se han sumado artistas internacionales. El puertorriqueño Residente ha colaborado con directos de Instagram y ha pedido apoyo a organizaciones de derechos humanos. “Voy a hacer todo lo posible por que llegue a las Naciones Unidas lo que tiene que llegar y a la gente que tiene que meterse a ayudar”, aseguró.
Reedición de la música de protesta
Con una geografía intrincada y unas manifestaciones tan dispersas, es difícil elegir un himno que aglutine a todos los manifestantes. En Cali, uno de los epicentros de las protestas, la salsa choke, mezcla de salsa y sonidos urbanos —expresión de los barrios populares afrodescendientes— es el ritmo de la denuncia que se concentra en la fuerza pública. Los Tombos Son Unos Hp Vaya Vaya, de AndressDj, El Flaco & Su Ponche, que habla de la manifestación como una rumba (fiesta) que los policías (tombos) llegan a dañar, se ha vuelto un himno en algunos puntos de los disturbios. De esa región del suroccidente de Colombia salió también “El pueblo no se rinde, carajo”, un cántico que hoy se entona en todo el país.
“Hay una explosión de creatividad y se están haciendo cientos de canciones”, dice el productor Iván Benavides, cerebro tras proyectos musicales como los de Carlos Vives, Sidestepper, Aterciopelados y Chocquibtown, entre otros artistas. Para él, destaca el trabajo de Edson Velandia y Adriana Lizcano. Velandia, músico de Piedecuesta, en el oriente del país, que hace una mezcla de rock, música campesina y humor que se conoce como rasqa, ha producido canciones como El Infiltrao, Todo Regalao o El desolvido.
“Hay que destacar la producción de muchos músicos jóvenes que no están buscando reconocimiento, pero que se identifican con la movida y trabajan desde sus casas colaborando con otros”, agrega el periodista musical Carlos Solano. Se trata, añade, de una reedición de lo que América Latina conoció como género de protesta.
El malestar social ha logrado que se multipliquen canciones y movilizaciones en tiempo récord y se evidencia en eventos multitudinarios, como un Canto por Colombia, un concierto móvil, con los artistas subidos en camiones, que comenzó en las protestas de 2019 y que sus organizadores piensan reeditar.
Las expresiones van desde cacerolazos sinfónicos hasta conciertos virtuales, como el Desconcierto Nacional, en Bogotá y Medellín. “Cada vez es más difícil vivir en este país, pensar en un futuro donde podamos pensionarnos, poder trabajar”, dice Susana Gómez, más conocida como Susana Boreal, directora de la Revolucionaria Orquesta Sinfónica, que reunió a 200 músicos con sus instrumentos y partituras mientras cientos de personas gritaban: “El pueblo, unido, jamás será vencido”.
Boreal, ahora conocida como “la batuta de la protesta”, cuenta que no se trató de algo organizado. “Fue idea del trompetista Juan Ernesto Arias, que envió un audio de voz y nos emocionamos. Ese mismo día los compositores nos mandaron unos arreglos, hicimos una convocatoria por WhatsApp y Telegram y en la noche llegaron las partituras”. Lo que pasó al día siguiente se ha convertido en uno de los momentos más emblemáticos de las protestas en Colombia y derivó en el Himno Deconstruido, una nueva versión del himno de Colombia, pero con la marcha imperial de la saga de Star Wars. “Ese es un himno que tiene algo de lo que estamos viviendo, como un manto de horror y de sangre, pero también habla de reconstruir. Los músicos lo hemos pasado muy mal en medio de la pandemia y vamos a seguir manifestándonos porque, como dice la frase: ‘Nos quitaron todo, incluso el miedo’. No tenemos nada que perder”, remata Boreal.
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