Fue la guinda a un verano marcado por la faraónica inversión en fichajes y lo ha sido en el final de temporada del Chelsea, flamante campeón de Europa. Kai Havertz se quitó de encima una losa que arrastraba desde el comienzo de curso, cuando se convirtió en la inversión más cara jamás realizada por Roman Abramovich.
Después de haberse gastado 170 millones de euros en las llegadas de Chilwell, Werner, Ziyech y Mendy, el magnate ruso desembolsó otros 100 (80 fijos + 20 en variables) para hacerse con la promesa alemana. En plena pandemia.
Lo cierto es que Havertz no respondió a las tremendas expectativas puestas en él. Bajo el mando de Frank Lampard el alemán acusó el cambio cultural y no supo hacerse un hueco en los esquemas del técnico inglés, acumulando un sinfín de críticas de quienes cuestionaban su valía.
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Pero todo cambió con la llegada de Thomas Tuchel. Con el preparador alemán, Havertz ha encontrado un hábitat en el que brillar con luz propia. El apoyo incondicional y la pizarra del teutón han potenciado las cualidades del joven mediapunta, que ha ido enlazando buenos minutos de juego, recordando el jugador que deslumbró en Leverkusen.
Su redención llegó en la final de la Champions y su nombre ya no será recordado en el Chelsea por ser el fichaje más caro, sino por dar al conjunto inglés su segunda Champions League de su historia.
Havertz demostró su inteligencia aprovechando el hueco generado por Werner para plantarse solo ante el meta Ederson, al que batió antes de llegar al descanso para colocar un 0-1, definitivo a la postre.
Luego, el alemán se hartó de dar alternativas de salida a un Chelsea apretado por el City. Incluso dio una asistencia de gol a Pulisic, pero el norteamericano falló ante Ederson.
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