En las costas europeas los surfistas pueden vivir momentos mágicos en algunas playas del Cantábrico, de la costa atlántica francesa, en los mares de Gran Bretaña o incluso más allá del Círculo Polar Ártico. Estas son nueve propuestas para los amantes de las olas.
Paraísos surferos en el País Vasco francés
De no ser por La Gravière y las olas de arena de Soorts-Hossegor, la playa de Côte des Basques probablemente se llevaría la palma para practicar surf en Francia gracias a su preciosa rompiente a orillas de un castillo con vistas espléndidas de los Pirineos. Está en el extremo sur de Biarritz y genera olas de izquierdas y de derechas que suelen preferir la bajamar. A decir verdad, la playa ni siquiera existe con pleamar, pero es posible colarse entre las rocas y surcar las olas si la marejada tiene la potencia suficiente. Aquí hay una entregada y numerosa comunidad de surfistas de tabla larga y unas cuantas escuelas de surf. Cuanto más al sur, menos gente y más picos interesantes para tablas cortas. En cualquier caso, hay que hacerse a la idea de que habrá aglomeraciones y disfrutar de un cóctel al atardecer en el bar Etxola Bibi.
También Parlementia, situada junto a la pequeña localidad de Guéthary, 10 kilómetros al sur de Biarritz, cuenta con una discreta y moderna comunidad surfista. Cuando llega una marejada importante a la costa oeste de Francia, este lugar es ideal para el surf de olas grandes. Es una ola de arrecife con una doble vertiente: una larga de derechas y una de izquierdas que permite ejecutar un par de giros. Rompe con casi cualquier marejada y es mejor con marea media, pero soporta casi todo lo que le echa el Atlántico. Aunque resulta entretenida todos los días del año, hay meses mejores que otros, e incluso en invierno hay unos días con marejada intensa y viento favorable que los surfistas no dudan en aprovechar. En comparación con Belharra y La Nord (más inestable), Parlementia brinda las mejores olas grandes de la zona.
Thurso y Skirza, surf extremo en Escocia
Thurso es una ciudad de unos 10.000 habitantes en el extremo norte de Escocia, a la que se llega fácilmente desde Glasgow o Edimburgo. Aunque no tiene el mejor clima para practicar este deporte, ha conseguido convertirse en todo un objetivo para los amantes de las olas difíciles, que encuentran en estas aguas escocesas todo un reto, casi más propio de los vikingos que se asentaron en estos parajes hace ya muchos siglos (su nombre significa “sitio del río de Thor” en nórdico antiguo). Como los surfistas, los temibles pueblos nórdicos se sintieron atraídos por la geografía de Thurso, pero por razones diferentes: su profunda bahía formaba un puerto natural perfecto que aprovecharon estratégicamente hasta el siglo XI, cuando su expansión por Gran Bretaña tuvo un final sangriento.
En Thurso los surfistas se enfrentan a un frío gélido, aunque algunos practican surf incluso en invierno cuando el agua se congela y tienen que coger las olas entre bloques de hielo desprendidos. Pese a eso, nunca estarán solos, ya que el surf triunfa en Escocia desde hace años y cada vez atrae a más gente. Cerca de Thurso hay otras rompientes alternativas, algunas completamente desiertas.
En una zona más profunda de la bahía de Thurso está la rompiente Sewer Pipe (o Shit Pipe), que genera olas de arrecife a-frame, tanto de derechas (más uniformes) como de izquierdas (más potentes). Es excelente para aquellos que tienen nivel intermedio y piensan que Thurso está abarrotada o es demasiado complicada. La ola de Sewer Pipe es más pequeña, pero se comporta mejor ante el viento predominante del suroeste y presenta una cara limpia cuando en Thurso soplan vientos laterales. En los mejores momentos aparecen paredes veloces y muy divertidas. No hay que dejarse impresionar por su nombre (“cloaca”): se llama así por las aguas manchadas de turba que fluyen por la desembocadura del río y dan a las olas su característico color marrón.
Cuando las enormes marejadas invernales azotan el condado de Caithness, en el pequeño pueblo de pescadores de Skirza, en la costa este de esta zona de las Highlands, uno quizá tenga la suerte de encontrar una de las olas más legendarias de Escocia: una potente y larga de izquierdas próxima al puerto que rompe sobre unas rocas creando tubos que se prolongan decenas de metros. Al abrigo de una bahía en el extremo nororiental de la isla, Skirza goza de viento de tierra en invierno cuando este sopla con fuerza del oeste (al contrario que Thurso), pero requiere una inmensa marejada del norte o mucho viento del este para adentrarse en la bahía, por lo que es muy voluble. Si, como es probable, no encontramos olas, podemos seguir 11 kilómetros al sur por la A9 hasta la bahía de Sinclair, cuya rompiente está más expuesta a la marejada y ofrece buenas olas de arena de izquierdas y de derechas.
Sobre las verdes olas de Irlanda: Bundoran y Mullaghmore
En la preciosa costa occidental del norte de Irlanda hay playas que los surfistas conocen como “un paraíso frío”, y el mejor lugar para lanzarse al agua con una tabla es Bundoran, la capital irlandesa del surf, en el condado de Donegal. Aquí las olas importan más que el bronceado, como ocurre en otros paraísos surferos más soleados, y los surfistas auténticos ven sus ventajas. No hay postureo: el que viene lo hace exclusivamente para practicar el surf, no para dejarse ver. El lugar más popular es el conocido como The Peak, un rompiente de arrecife solo apto para los más experimentados, pero hay otras opciones.
A pocos kilómetros al oeste de Bundoran está Mullaghmore, una aldea minúscula. Antes de que se descubriera su gran ola, en la década de 1990, era tristemente célebre como el lugar donde el conde inglés Louis Mountbatten y su nieto de 14 años fueron asesinados en un atentado del IRA en 1979. Gracias al experto en olas grandes Richie Fitzgerald, las slabs de 12 metros que se alzan en las agitadas y gélidas aguas del Atlántico delante de Mullaghmore, o Mully, son ahora muy conocidas entre la comunidad surfista, aunque poca gente se atreve a surcarlas. Como pasa en los otros lugares donde hay olas grandes, vale la pena visitarlo para admirar el espectáculo (en el caso de Mully, el promontorio donde rompe es el mirador ideal).
Y al suroeste de Bundoran, Pampa es una ola pronunciada que obliga a trazar una línea muy rápida si se quiere tener alguna posibilidad de surfear su tubo, de hasta 150 metros de longitud y entre 2,5 y tres metros de altura. Se llama así por un aparatoso cartel publicitario de la aseguradora PMPA que había en las inmediaciones y apareció en la película de surf Litmus (1995), protagonizada por Joel Fitzgerald y Tom Curren. Si parece demasiado bestia, la playa de Rossnowlagh, a ocho kilómetros al sur de Bundoran, es un paraíso para los principiantes.
Otra propuesta irlandesa
Lahinch, situada pocos kilómetros al sur de Galway, en el condado de Clare, en la costa occidental de Irlanda, se ha vuelto muy popular entre surfistas principiantes. Sus rompientes principales (Beach y Left) suelen estar llenos de gente, pero cuando hay oleaje son muy pocos los afortunados que logran ponerse en pie sobre la tabla. Eso no significa que no haya un asentado grupo de surfistas dispuestos a exhibir sus habilidades. Y con dos olas adicionales más complicadas en Lahinch (Cornish Left, una rápida ola tubera de izquierdas, y Shit Creek, una exigente ola de arrecife), y otras rompientes famosas en las inmediaciones, como Crab Island o la intimidante Aileen, no sorprende que esta zona sea uno de los epicentros del surf en el país.
Las olas vascas: Mundaka, Zurriola y Sopelana
Las olas del País Vasco compiten con las de Tarifa y Fuerteventura como los grandes paraísos surferos de España. Pero el Cantábrico tiene algo diferente: son playas abiertas, amplias, con un oleaje intenso. Aquí llegaron los primeros surfistas extranjeros en los años sesenta del siglo pasado y desde entonces no ha parado de crecer su fama internacional. El gran destino es Zarautz, tanto para los novatos como para los experimentados. Es la playa más extensa de Gipuzkoa y sede de muchas competiciones.
Los que buscan olas espectaculares, tienen que ir a Meñakoz, en Sopelana, una playa salvaje, a 33,5 kilómetros al oeste de Mundaka, apta para todos, desde principiantes hasta profesionales que compiten en los torneos que acoge con frecuencia. La rompiente se halla en un bonito tramo costero donde un arrecife rocoso crea un pico fiable y uniforme en la esquina oeste del arenal con marea alta. Cuando la marea se retira, queda una ola de arena. Es un lugar concurrido, pero sus olas intimidan menos que las vecinas. La mejor época para surfear aquí es de octubre a abril. En Mundaka encontramos una de las 10 mejores olas del mundo, con buenas olas de izquierdas solo para especialistas y una ola tubular de gran longitud. Está al final de la ría de Guernika, en la reserva de la biosfera de Urdaibai.
Para el surf urbano, una buena opción es Zurri (La Zurriola o playa de Gros), la única playa consagrada al surf en San Sebastián, una ciudad de casi 200.000 habitantes y el primer sitio del golfo de Vizcaya donde se asentó este deporte durante la década de 1970. A pocos pasos de las calles peatonales del casco viejo, célebres por sus bodegas, bares de pinchos y restaurantes con estrellas Michelin, la playa y sus surfistas inyectan dinamismo a uno de los ejes culturales de Europa. Pese a las aglomeraciones y a los mudables bancos de arena que condicionan la calidad de la ola, Zurri no deja de ser uno de los mejores rompientes urbanas del mundo.
El surf inglés: Cornualles, Yorkshire y Devon
Miles de personas se congregan todos los años en Fistral Bay, en Newquay (en el condado británico de Cornualles). Y si el destino de surf más conocido del Reino Unido es un poco caótico, es porque a estas alturas todo el mundo sabe que goza de olas de calidad todo el año (tanto es así que cada agosto acoge el Festival Boardmasters). En el Reino Unido el surf se originó en Newquay; a juzgar por los antiguos anuncios vacacionales, los británicos empezaron a surcar olas sobre tablas de madera en los años treinta, a las que siguieron las tablas Malibú introducidas por los socorristas australianos a principios de la década de 1960. Hoy, el panorama está tan influido por el de Australia que hay quien dice que los surfistas locales han incorporado un ligero deje nasal a su acento de Cornualles.
Un famoso destino de surf de Inglaterra está en el norte, en Scarborough, en el condado de North Yorkshire. La autoproclamada primera ciudad-balneario del país recibe visitantes por sus aguas desde el siglo XVII, aunque el surf llegó a finales de los sesenta y no despegó hasta veinte años después. Gracias a sus características, cuenta con la mayor oferta de tiendas de surf en toda la costa de Reino Unido, bañada por el mar del Norte. De entre las dos bahías de la ciudad, North Bay es la más activa debido a que recibe las marejadas del norte y las grandes marejadas del sureste que rompen bajo el castillo. South Bay ofrece olas de arena y una veloz ola de arrecife de derechas en el extremo sur y, como su prima del norte, prefiere la marea baja-media. Tampoco hay que perderse los paseos en burro, los salones recreativos y el elegante Grand Hotel.
Otro de los destinos del país convertido en meca surfera es la Riviera inglesa, en el condado de Devon, más conocido por el cream tea y sus pastas de té (scones), así como por sus ondulantes y verdes colinas, sus páramos y sus pintorescos pubs. También por ser la tierra natal de famosos marinos británicos (Francis Drake, Walter Raleigh y Francis Chichester). Actualmente triunfa por el surf gracias a la constante marejada de su costa norte. En una de sus localidades, Lynmouth, se produce una ola perfecta cuando la enorme marejada del oeste golpea el suroeste de Inglaterra y soplan vientos del sur o del sureste. Son extremadamente largas y alcanzan los tres metros de altura.
Tablas en el Atlántico portugués
Guincho, Peniche, Ericeira, Lourinha, Nazaré… a lo largo de toda la costa central del Atlántico portugués se suceden los nombres con muchas connotaciones para los aficionados al surf. Cercanas, accesibles y con algunas de las olas más grandes de Europa, estos enclaves tienen además otros atractivos añadidos: pueblos tranquilos, playas bordeadas de dunas, atardeceres inolvidables, restaurantes marineros y, para los españoles, su cercanía.
No hay que alejarse mucho de Lisboa para disfrutar de unas buenas olas. Tanto al sur como al oeste de la capital portuguesa se extienden decenas de playas, lenguas de arena y calas orientadas en todas direcciones e idóneas para el surf en cualquier condición. Solo con tomar uno de los ferris que cruzan el Tajo regularmente en dirección sur se llega a las playas de Costa de Caparica, separadas por pequeños muelles y expuestas al oleaje. En cambio, si te diriges al oeste de Lisboa, las cosas se pondrán aún más interesantes con olas de arena, de arrecife y de roca frecuentadas por devotas comunidades surfistas locales. La más famosa es la de Carcavelos, una ola de arena con un labio grueso que se considera épica con una marejada decente del oeste o del suroeste.
Guincho por ejemplo, a solo media hora en coche de Lisboa, es uno de los grandes paraísos del surf mundial, con un tremendo oleaje. Hacia el norte, el pintoresco pueblo blanco de Ericeira se extiende sobre acantilados y con unas playas doradas que son un imán para los surfistas, con su oleaje constante y con uno de los mejores rompientes de arrecife de Europa, que es sede de campeonatos internacionales.
Pero si le pedimos a un portugués que diga un destino de surf, seguro que nombra Peniche. Esta pequeña península tiene un perfecto arenal urbano y varios enclaves surferos cerca, como Nazaré. Al sur de este arenal urbano, y separadas de este por el espigón del puerto, se extienden la larga y salvaje Praia do Salgado y la radical Praia Norte, donde el surfista estadounidense Garrett McNamara batió en 2011 el récord de cabalgar la ola más grande del mundo (24 metros de altura). Desde entonces, este pueblo de pescadores se ha convertido en lugar de peregrinación para los surferos, que acuden a Nazaré en busca de sus olas gigantes: llegan a los 30 metros debido a un cañón submarino de cinco kilómetros de profundidad que apunta hacia la playa. Menos conocidas son las olas de Baleal (muy buenas para principiantes) o las tranquilas playas de Foz do Arelho.
En realidad, toda la costa portuguesa (no solo la central) está llena de rincones inexplorados por los surfistas. Por ejemplo, la región portuguesa de Minho, que limita con Galicia. Allí no hay rompientes de fama mundial, pero su escarpado litoral arropado por impresionantes colinas boscosas ofrece mucha variedad. Como en Moledo do Minho y Vila Praia de Âncora, donde uno no deja de preguntarse si la ola de roca que se esconde detrás de la próxima esquina será una perfecta y vacía. Se aconseja llevar un buen neopreno (el agua está fría incluso en pleno verano) y recorrer el área con calma en una autocaravana.
Klitmøller, la gélida danesa
Puede que Dinamarca sea más famosa por sus vías ciclistas que por sus rompientes de surf, pero eso no ha impedido que la franja costera que bordea el pintoresco pueblo pesquero de Klitmøller se haya ganado el discreto sobrenombre de “la Hawái fría”. Es un paraíso surfista muy poco tropical, pero si el viento sopla con fuerza también atrae a amantes del windsurf y del paddleboard. Situado en la región de Jutlandia Septentrional, en el noroeste del país, la rompiente de Klitmøller genera olas de arrecife de izquierdas y de derechas. Otras buenas olas en los alrededores son Bunkers, Inside Reef y Vorupør Bay.
Feroe: olas árticas
Situadas entre Islandia y Escocia y rozando el Círculo Polar Ártico, las islas Feroe fueron así bautizadas por los vikingos por la abundancia de ovejas que encontraron (Føroyar podría traducirse como “islas de los corderos”). Este archipiélago a merced de las gigantescas marejadas del Atlántico se convirtió en una referencia para la comunidad surfista a partir del 2015 gracias a un documental de Chris Burkard. Desde entonces, muchos profesionales y sus séquitos de fotógrafos se han aventurado hasta aquí para surcar olas frente a acantilados escarpados y montañas verdes a pesar del frío extremo. El escaso número de surfistas locales y extranjeros crece año tras año, pero conviene contratar a un guía porque las rompientes pueden resultar peligrosas y de difícil acceso. Las mejores olas aparecen con las marejadas primaverales y otoñales y son aptas para surfistas de nivel avanzado y experto. El lugar de acceso a las grandes olas es Tórshavn.
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