Al final, después de días de masticar años de melancolía, Inglaterra no tuvo que pasar por los penaltis ante Alemania, sino que se deshizo de aquel trauma de su seleccionador con otro gol de Sterling, el chico del barrio. A partir de su tanto, Inglaterra recuperó Wembley, el jardín trasero de su casa de niño, y el estadio nacional tantas veces mancillado por los alemanes, hasta el punto de que el país tiembla cada vez que asoman por la puerta. Llevaban sin sacarles de un gran torneo desde la final del Mundial de 1966, más de medio siglo de disgustos, hasta que Southgate, una de las fotos de esas desilusiones, juntó a este nuevo grupo de chicos y expulsó a Alemania de la Eurocopa, y quizá de sus pesadillas. Inglaterra, que no ha recibido un gol en cuatro partidos, jugará los cuartos el sábado en Roma contra Ucrania.
El partido, como se había empeñado en repetir Southgate, era solo un partido, y los chicos ni siquiera habían nacido en las trágicas entregas anteriores, sí; pero cuando el balón echó a rodar y se agitó Wembley, primera tarde en año y medio con 45.000 butacas, no pareció solo eso, sino que tenía toda la cara de ser otro episodio engarzado en aquella antigua serie de desesperaciones. Alemania cogió la pelota y el metrónomo, se acomodó en el centro de Wembley, como en casa, y comenzó a administrar una ráfaga de balones entre los defensas. Pickford despejó un par de disparos, Rice se llevó una amarilla madrugadora, y el chaparrón seguía.
Hasta que apareció Bukayo Saka, 19 años, solo en su séptimo partido con la selección. Si alguien pertenecía a ese grupo de futbolistas desmemoriados invocado por su seleccionador, ese era el deslumbrante extremo del Arsenal, a quien sus padres, nigerianos, ni siquiera le habrían contando los añejos cuentos de miedo de la trituradora alemana. Saka se desliza como un patinador, sorprende como un tahúr y choca con el gigante Rüdiger sin salirse de los raíles. Él no tenía tiempo para masticar el miedo, o la impresión, o el inusual coro de la grada. Él tenía un destino: Neuer, y lo enfiló a la primera, y a la segunda. Y Trippier, su socio en la banda derecha se arrancó a aplaudirle la primera vez que retó a Rüdiger, se escapó y les abrió un mundo.
Saka también fue el primero que se fue a por Kroos y lo tiró. Enseguida se le sumó Kalvin Phillips, que pisó al alemán y recibió una advertencia del árbitro. Phillips había vivido las vísperas poniéndose en YouTube vídeos del madridista y anunciándole un partido físico para arrebatarle el balón. El despertador de Saka llevó en su estela hasta el primer tiro lejano de Sterling.
Y apareció Saka
El chico del Arsenal era una novedad y no lo era. Fue titular en el encuentro anterior, contra la República Checa, en su sexto día como internacional, que culminó como mejor del partido. Había cambiado más lo que dispuso Southgate a su alrededor: pasó de una defensa de cuatro a una de tres con dos carrileros, Trippier por la derecha y Shaw en la izquierda. Ganaron más centros al área, pero tampoco por ahí encontraban a Harry Kane, otra tarde que empezó flotando arriba en soledad.
Alemania apenas se inquietaba y seguía teniendo las mejores ocasiones, como una volea de Havertz que sacó Pickford con las yemas. O un balón filtrado de Havertz a Werner, u otro de Kroos a Kimmich. De Inglaterra, apenas se podían apuntar algunos cabezazos sin rumbo y un doble barullo en el que primero cayó Sterling y luego Kane.
Llegó un momento en el que los mayores temblores en la grada venían de la pantalla, cuando apareció Beckham, y cuando la cámara enfocó a Grealish. ¿Una pista del realizador a Southgate? Un par de minutos más tarde introdujo a ese talento tan raro, falso lento, apuesto, resistente, con ligeros ecos de Gascoigne hasta en el aroma a tragedia. Lo que le sucedió al partido a partir de entonces estuvo a la altura de la excitación de la grada.
Sterling encontró a Kane, y Kane tenía a Grealish donde lo necesitaba. De ahí a Shaw y a Sterling, que marcó su tercer gol del torneo en Wembley, entonces los únicos tres de su selección.
Alemania no quiso darse pausa y a los dos minutos Havertz dejó solo a Müller ante Pickford. Pero la echó fuera por un palmo, quizá palmo y medio, y se quedó clavado de rodillas, agarrándose la cabeza. Eso no le pasa a Alemania. Tampoco lo siguiente, de nuevo entre Grealish y Kane. El bailarín del Aston Villa le dejó flotando un pase delicado que el capitán, seco hasta entonces en el torneo, desconectado y tristón, cabeceó a la red. Después de eso, ya solo quedó la larga vuelta al ruedo y los preparativos del viaje al Olímpico de Roma, donde juegan el sábado los cuartos. Si siguen adelante regresarían a Wembley para la semifinal y la final, de vuelta a casa de Sterling.
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