Entre las muchas cosas que hizo cuando se retiró Gigi Riva, el máximo goleador de la historia de la selección italiana (35 tantos en 42 partidos), fue crear una escuela de fútbol en Cagliari, la ciudad donde jugó durante toda su carrera, muy lejos de su Varese natal y de las grandes potencias del país. Y allí, en esa cantera que abrió en Cerdeña, en medio del universo sardo, creció uno de los nombres que dan sentido a esta Azzurra renacida: Nicolo Barella. “Él es diferente, es emocional como sardo”, definía recientemente la leyenda Gigi Riva a este joven al que vio progresar en sus instalaciones. Criado en una familia de clase media, la madre de Nic lo quiso atraer al baloncesto, pero pudo más su desparpajo con un balón en los pies.
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Si España se explica en buena medida por gente como Pedri, la resurrección de Italia ha llegado gracias a peloteros como Barella, de 24 años y ya padre de tres hijas. Roberto Mancini nunca tuvo dudas con este centrocampista menudo (1,72m). A los meses de recoger una Nazionale hundida tras no clasificarse para el Mundial de Rusia, reclutó sin vacilar a este medio impulsivo y de largas conducciones. “Me hizo titular sin mirar la camiseta que llevaba [del Cagliari]”, agradecía un mes antes de la Eurocopa el jugador, ahora del Inter. Se estrenó con la selección en otoño de 2018 y lo hizo ya junto a Jorginho y Verratti, sus dos compañeros fijos en la medular italiana en este torneo. Desde entonces, solo ha salido del once de forma muy esporádica. De los últimos 30 encuentros, ha sido de la partida en 24.
Según él, sus puntos fuertes son la “humildad y autenticidad”. Y su origen sardo, claro. “Estoy muy orgulloso de serlo. Espero que mis compañeros y la gente lo aprecien”. Su defecto, admite, “dejarse llevar a veces”. Sin embargo, los apasionados analistas del calcio le han añadido siempre otro debe: su falta de contundencia ante la portería rival. En todo su recorrido en la élite de clubes, solo suma 14 dianas en 215 duelos. Un reproche basado en hechos reales contra el que Barella se rebeló este viernes en los cuartos de la Euro anotando un gran tanto. Primero se escabulló dentro del área de tres belgas (Thorgan Hazard, Vermaelen y Vertonguen) y luego castigó a Courtois con un disparo cruzado. Fue su primer gol de verdad con Italia, en un gran campeonato, el sexto en total.
Lo suyo son las asistencias. Nadie ha dado más que él en el Inter esta pasada campaña (13), lo que le ha ayudado a consagrarse con el premio de mejor centrocampista de la Serie A. En su paso por Valdebebas, en la liguilla de la Champions que tan mal acabó para su equipo (cuarto y eliminado de todo), dejó una maravillosa para Lautaro Martínez. Recibió en la frontal un envío tosco de Brozovic y el sardo conectó de espuela y en el aire con el delantero argentino, que ajustó bien ante Courtois.
“Conte me ha ayudado mucho. Antes era alocado y ahora soy más ordenado”, ha comentado Nicolo Barella sobre su vehemente técnico del Inter, del que reconoce, eso sí, la dificultad de “meterse en sus mecanismos”. Y el preparador del sur de Italia le ha premiado recurriendo a él sin descanso de camino al Scudetto. Únicamente el portero Handanovic participó más que el centrocampista el curso pasado. Lotthar Matthäus, que jugó cuatro años en el cuadro nerrazzurro, no le ha quitado ojo: “Ha comprendido perfectamente las responsabilidades de un medio moderno en todas sus facetas. Trabaja mucho”, ha asegurado.
“Ha comprendido perfectamente las responsabilidades de un medio moderno en todas sus facetas. Trabaja mucho”
Lotthar Matthäus
Así que ahora, con su buen despliegue en la última temporada y el escaparate de la Eurocopa, su cotización se ha disparado y la intención del Inter es ampliarle el contrato (lo tiene hasta 2024) y mejorar su salario de 2,5 millones anuales, que lo sitúan en la parte media-baja del vestuario (Lukaku y Eriksen están a la cabeza con 7,5).
No le costó tampoco barato en 2019: nada menos que 45 millones tuvo que abonar la entidad milanesa al Cagliari, donde el jugador se había convertido en el capitán más joven del club, con 20 años, una auténtica referencia local. Lo perseguían, entre otros, el Atlético, el Nápoles y el Chelsea. Según aseguró el director deportivo de la entidad de Cerdeña, su homólogo rojiblanco, Andrea Berti, se llegó a reunir con el presidente sardo en el mercado de invierno de 2019 para tratar la operación, algo a lo que se negó entonces el club italiano. Seis meses más tarde, no le quedó más remedio que acceder a vendérselo al Inter, aunque sacando una buena tajada.
Ahora Nicolo Barella busca la segunda Eurocopa de la Azzurra, trayecto en el que se encontrará este martes con España en semifinales. La única que tiene Italia la consiguió en 1968 con Gigi Riva, que no jugó ni los cuartos, ni las semifinales ni el primer capítulo de la final, pero que regresó de una lesión para el partido de desempate contra Yugoslavia en el duelo definitivo por el título y metió el primer gol (2-0). El alumno también quiere dejar su huella.
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