Si a Matt Damon le hubieran dicho de crío que iba a estar dando una clase magistral en el festival de Cannes, probablemente se habría echado a reír. Creció en Cambridge, la ciudad de la universidad de Harvard vecina de Boston, y siempre quiso ser actor. En un curso de teatro conoció a Ben Affleck, en un aula de ese campus escribió el primer tratamiento de El indomable Will Hunting, y con 18 años debutó con una frase en un diálogo de Mystic Pizza. Hoy, con 50 años, es un actor extraño, a quien le gusta hablar de escritura, algo que ha ocupado mucho tiempo en su clase magistral en Cannes.
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Damon ha presentado fuera de concurso en el certamen Cuestión de suerte, un drama familiar inspirado en el caso de Amanda Knox y dirigido por Tom McCarthy (Spotlight). En el filme encarna a un obrero cuya hija universitaria está condenada en Marsella por asesinar a su compañera de apartamento. “Es un tipo duro, de Oklahoma, musculado, fuerte, como muchos allí, que cargan con una mierda vital importante”, describía en su charla. Cuando se muda a Francia en busca de una nueva pista que podría exonerar a su hija, poco a poco irá transformándose. “Ha sido un año y medio duro. Y ayer, sentado en la sala, con varios centenares de personas, la mayor parte extraños, pero en la misma onda de amor por el cine, me emocioné, sí. Lloré”.
En respuesta a las preguntas del periodista francés que moderaba el encuentro, reconoció que solo una cosa motiva que se decante por un proyecto: el director. “No creo mucho en las teorías. Me meto en las películas, lo veo como un trabajo muy práctico. Lo amo, y por eso soy un entusiasta”, explicó.
Rechazos y recuerdos
Damon hizo un repaso a su carrera y habló sobre dilemas morales, como cuando rechazó El planeta de los simios, de Burton, porque se había comprometido verbalmente con Doug Liman para El caso Bourne. “Tengo una peor. Me llamó Jim Cameron, quería que estuviera en Avatar. Y llegó a ofrecerme el 10% de la película. Dios mío, tuve que decirle que no porque estaba con los Bourne, y hoy sería brutalmente rico…”. Diez minutos después de contar esta historia, Damon volvió a ello con risas: “Ay, las secuelas, las secuelas”…
De El indomable Will Hunting contó un par de cosas: “Cuando vendimos el guion estábamos sin un dólar. Éramos tres en un piso mugriento y Ben dormía en el sofá. Como es tan grande, sus piernas molestaban en el salón. Logramos colocar El indomable Will Hunting, pero no teníamos aún el dinero, así que nadie nos alquilaba un piso mejor. Y cogimos el Variety donde hablaban de la venta del guion, y se lo enseñábamos a todos los dueños cuando buscábamos casa hasta que alguien nos hizo caso”. Con el Oscar a mejor guion en la mano, sí sintió que le cambiaba la vida: “En todo el proceso de la película, Ben y yo hicimos algo muy acertado: todas las decisiones que tomamos fueron creativas, nunca estratégicas”.
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Damon mostró su cariño por Soderbergh (ha estado en nueve de sus películas) y el grupo que comanda George Clooney. “Tenemos suerte de trabajar en esto, y si es con amigos, es increíble”. Y repasó algunos de los momentos de una carrera que con el tiempo ha cogido un peso fascinante. Como su colaboración con Scorsese: “Boston tiene un ambiente, una atmósfera, que puede recordar a Marsella [donde se desarrolla Cuestión de sangre]. Cuando fuimos a rodar Infiltrados, Marty [Scorsese] me pidió ayuda porque yo entendía la ciudad y él era de Nueva York. Rápidamente entendió el espíritu obrero que corre por sus venas”. O con Spielberg: “Recuerdo filmando Salvar al soldado Ryan, que él usaba hasta 10 cámaras. La coreografía era una locura. Y yo sentí, supe, que no estaba aún preparado para apreciarlo”.
El actor imitó a Clint Eastwood al contar otra anécdota. “Para el acento sudafricano de Invictus estuve seis meses ensayando todos los días durante varias horas. Era complicado. El primer día de rodaje, después de mi primera secuencia, Clint soltó un: ‘Perfecto, a la siguiente’, y solté: ‘Espere, jefe. ¿Podemos hacer otra?’. Él me miró de arriba abajo, y me respondió: ‘Por qué?’. Tras una pausa, remató: “¿Quieres que esta gente pierda su tiempo?”.
“He sido casi director muchas veces”
El actor charló también sobre las dudas que provoca su profesión: “El primer Bourne se retrasó un año a la espera de una buena fecha de lanzamiento, yo había estrenado Todos los caballos bellos, y durante meses nadie me llamó. Empecé a pensar que ahí se acababa todo, aunque en mi cabeza una vocecita me decía que soy escritor, y que podría redactar mi propio material”. A lo que añadió: “Nunca me tomo en serio. Hay mucha gente a mi alrededor que me obliga a tener los pies en la tierra. Intento que lo de ser famoso no corrompa mis relaciones”.
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