Rodolfo Vázquez (Buenos Aires, 1956) ha dado muchas vueltas alrededor de Dios. A los 16 años pasó de la indiferencia a la fe católica. Un encuentro apasionado que duró hasta los 30. Después llegó la rabia y la indignación de un ateísmo militante. Para, poco a poco, ir asentándose en la “serenidad del agnóstico”, sin resignación ni rencor. Ese largo proceso lo ha recogido ahora en No echar de menos a Dios (Trotta), un ensayo atravesado por su propio itinerario personal y las lecturas —desde Spinoza hasta Camus o Tierno Galván— que lo han acompañado durante todos estos años de viaje. Doctor en Filosofía por la UNAM y profesor emérito del ITAM, es el primer libro en el que Vázquez se desplaza de sus áreas de especialización —justicia, igualdad, constitucionalismo, bioética— para hacer un corte de caja personal y tratar un tema que considera “ocioso”: un elogio del agnosticismo.
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PREGUNTA. Existen algunos malentendidos con el concepto agnosticismo.
RESPUESTA. El agnóstico no es una especie de personaje indiferente o que duda entre el creyente y el no creyente. Pero hay esa idea de que no termina de ser un buen ateo o que duda en el camino hacia el creyente. El agnóstico asume plenamente su relación en el mundo y lo religioso. No es indiferente a lo religioso, pero tiene un sentido mundano y por eso no cabe la inmortalidad. La muerte es el fin. O cómo decía Singer, “la muerte es el Mesías”. Y tampoco estás esperando que ninguna institución ni ningún iluminado se apropie del sentido de lo absoluto. Es una vivencia muy personal. Ni el sacerdote, ni Moisés, ni Buda, ni Mahoma, ni Confucio te tienen que indicar cuál es el camino de lo absoluto.
P. En el libro distingue tres tipos.
R. El agnosticismo no es un concepto unívoco. Hay una aproximación lúdica o serena, como la de Enrique Tierno Galván o José Gaos. Por otro lado, tenemos un agnosticismo trágico, que cuestiona el sufrimiento, la injusticia durante tu estancia en el mundo. Es el caso de Max Horkheimer y Albert Camus, cuya metafísica de la rebeldía es extraordinaria. Y hay un tercer agnosticismo que no sé qué calificativo darle. Es el de Ronald Dworkin y Octavio Paz, donde predominan los conceptos de lo sublime, lo luminoso, lo poético. La idea es mostrar las tres y que si algo las define es situarse en este mundo sin la necesidad de una trascendencia. El agnosticismo puede hablar de lo absoluto, lo sagrado, lo luminoso sin necesidad de que todo esto tenga un sentido de trascendencia o inmortalidad. Como dice Tierno Galván, te instalas perfectamente en la finitud, en la mundanidad, y desde ahí percibes lo absoluto sin necesidad de darle ningún otro sentido.
P. Usted, en todo caso, se identifica más con un agnosticismo sereno.
R. No necesariamente. También estás en este mundo cuando te haces solidario con las víctimas y los inocentes. Tanto en lo lúdico y sereno como en la posibilidad de que tengas una empatía y solidaridad con las víctimas de la injusticia. Es esencial saber que en este mundo hay momentos de inserción de estas situaciones de sufrimiento donde no hay que esperar que la redención venga de una especie de utopía trascendente, sino que te redimes en las víctimas mismas. Esto me parece fundamental para asumirte como agnóstico en este mundo con todo el placer y el dolor que supone. Como dice ese pasaje de Dostoievski en Los hermanos Karamazov que le gustaba tanto a Camus: “Mientras haya un inocente, la injusticia no se elimina de este mundo”.
P. ¿Por qué otorga más valor al agnosticismo que al ateísmo?
R. Porque el ateo tiene que asumirse existencialmente contra Dios, tiene que postular a Dios para negarlo. Es Nietzsche, o Sartre, en esa pelea contra lo divino. Tierno Galván dice que el ateísmo es una especie de secularización imperfecta. Mientras que el agnosticismo es una secularización perfecta en el sentido de plenitud de lo humano frente al nihilismo. El agnosticismo sería como una especie de comisión de posibilidad incluso para el diálogo posible entre creyentes y no creyentes. Asumirte como agnóstico es el verdadero humanismo. Asumes mejor tu plenitud como ser humano.
P. La bendición del Papa del año pasado rompió récords históricos de audiencia. La pandemia parece que ha reactivado el sentimiento religioso, una especie de vuelta de la fe como respuesta al dolor colectivo.
R. El agnóstico no estaría reñido con la idea de que la religión pueda servir de consuelo. Es entendible que en momentos de calamidad pueda haber picos, situaciones focalizadas, pero todas temporales que no significan un retorno a lo sagrado. Me parece que hay un sedimento de secularización ya muy asentado que está acompañándonos desde el Renacimiento hasta nuestros días.
P. ¿Considera que el proceso de secularización es imparable?
R. Las decisiones se han ido secularizando. Tú empiezas a tener un dominio de tu cuerpo a tal grado que tomas decisiones con respecto al aborto o a unirte con personas de tu mismo sexo y no las trasladas a una visión trascendente. Ese proceso me parece que ha ido penetrando, desde hace mucho tiempo. Y cada vez se profundiza más. Por ejemplo, con la maternidad sustitutiva, con poner tu útero en el comercio. Para los que están imbuidos en la secularización es el dominio total de tu cuerpo. La bioética también se ha secularizado.
P. La religión tiene aún mucho peso en América Latina, con fenómenos como el crecimiento de las iglesias evangélicas. Eso no es una muestra de secularización.
R. Igual que puede haber un repunte de las iglesias evangélicas, el movimiento feminista me parece un movimiento totalmente secular. Y mucho más transversal a lo largo de toda América Latina. Las iglesias evangélicas están muy situadas en Brasil, algunos lugares de México. El feminismo, en cambio, es el gran movimiento secular del siglo XX. Es un movimiento que ha puesto la igualdad por encima de cualquier otro valor.
P. También han surgido fenómenos reaccionarios como Trump o la extrema derecha en Europa.
R. Esto nos lleva al populismo. Pero es muy alentador desde la perspectiva liberal agnóstica ver que las instituciones que se han creado han funcionado. Construcciones seculares como la división de poderes o un Poder Judicial independiente son contrapesos a estas visiones populistas. Trump no creo que vaya a tener un retorno exitoso. No creo que estemos entrando en un mundo populista. Tenemos una secularización bastante homogénea e irreversible con dos pilares: los derechos humanos y la ciencia.
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