A sus 36 años, Lily Allen ha vuelto a escena. Literalmente. La cantante, que lanzó su último disco, titulado No Shame, en 2018, se sube ahora a las tablas del West End londinense con el thriller 2:22 A Ghost Story, en el que durante las próximas diez semanas interpretará a Jenny, en su primera incursión en el teatro. Un debut profesional que simboliza el renacer de la artista, tras años alimentando la polémica. A sus 36 años, Allen vuelve a posicionarse como icono, ejerciendo como imagen de marcas de lujo como Fendi en redes sociales. Y lo hace, además, sobria y alejada de un pasado repleto de adicciones desde la adolescencia, tal y como da buena cuenta en su perfil de Instagram, donde ha pasado de compartir instantáneas en fiestas a imágenes de paseos matutinos, en ropa de deporte y vida familiar.
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“Estoy montada sobre una ola de emoción y terror constante”, ha asegurado la cantante a BBC News, sobre su estreno sobre el escenario. Aunque es una novedad para ella, el mundo de la interpretación no le es ajeno, ya que el padre de Allen, Keith Allen, es un actor de televisión y cine que ha llegado a participar en producciones como Los otros, de Alejandro Amenábar. Hace apenas unos días, la artista compartía en su cuenta de Instagram cuatro imágenes con el bolso Fendi First de la nueva colección de Kim Jones para Fendi —cuyo precio ronda los 2.000 euros—, en una de sus nuevas colaboraciones con marcas de lujo entre las que también se encuentra Dior que, según el periódico Daily Mail, retribuyó a la cantante con un pago de “cinco cifras”, por publicar productor en sus perfiles. Pionera de la plataforma My Space —su nombre de usuario en Instagram es, de hecho, Queen of My Space—, la británica cuenta con más de un millón y medio de seguidores en la red social propiedad de Facebook.
A finales del mes de julio, la cantante británica celebraba dos años alejada del consumo de alcohol y drogas con una publicación en Instagram en la que aseguraba que limpiarse es “lo mejor” que ha hecho en su vida. Ella misma había admitido en anteriores ocasiones sus adicciones. En 2019, en una entrevista en The Guardian con motivo del lanzamiento de sus memorias, My Thoughts Exactly, aseguró estar sorprendida por no estar “muerta”, e incluso, manifestó haber pagado por los servicios de prostitutas. “Elegí el sexo sobre la heroína. No me di cuenta en ese momento, pero las adicciones pueden manifestarse de todas las maneras. Esto me ayudaba a taponar otras cosas como el dolor o el miedo. Hay muchas cosas estructivas que pueden llegar a ti cuando estás arriba”, confesó entonces, achacando a la crianza su deseo de dejar esa vida anterior atrás. “Tener hijos desencadenó responsabilidades”, afirmó. Allen tiene dos hijas en común con su primer marido, Sam Cooper, Ethel Mary y Marnie Rose, de 11 y 8 años, después de haber sufrido dos abortos.
La imagen actual de Allen dista mucho de la de aquella artista que en 2016 era fotografiada bebiendo a morro de una botella de whisky en el carnaval de Notthing Hill —y cargada sobre el hombro de un amigo completamente — o encarnaba la tercera en discordia en el matrimonio entre Liam Gallagher, de Oasis, y Nicole Appleton, de All Saints. Aunque en el lenguaje de Allen centrada no signifique desapercibida. Prueba de ello fue su nada habitual boda con su segundo y aún marido, el actor David Harbour, conocido por su papel de Jim Hooper en la serie de Netflix Stranger Things. El enlace sorpresa se celebró en septiembre de 2020, al estilo de algunas comedias americanas, en la capilla Graceland en Las Vegas, imitador de Elvis incluido, con vestido de la novia de Dior y celebración familiar en una hamburguesería.
Tampoco este ha sido su primer parón. En 2009, después del éxito de su segundo disco It’s Not Me, It’s You, la cantante anunció un hasta luego, ruptura con la prodcutora EMI incluida, que finalmente duró tres años, tiempo en el que se casó por primera vez, tuvo a sus dos hijas y abrió una tienda de ropa con su hermana que cerró años más tarde. Pero entonces, incluso su regreso también estuvo cargado de polémica con la publicación de un tema, Hard Out Here, en el que criticaba el sexismo en la industria musical y declaraciones. “Por supuesto que prefiero parecerme a Kate Moss que a mí misma. Preferiría no sentirme así y creo que la razón por la que nos sentimos así es por la imaginería que consumimos constantemente. Todavía se espera de las mujeres, de una extraña manera, una especie de… siéntate ahí y luce bonita y no hables”, afirmó un par de meses después de publicar un nuevo trabajo a la revista Elle.