En los últimos días, el mundo entero ha sido testigo de la imposición del fanatismo a través de la violencia y el terror en Afganistán. España no ha sido indiferente a la situación que están viviendo millones de personas en aquel país con la llegada de los talibanes a Kabul, su capital, y al oscuro futuro que se plantea para ellos. Una situación límite para un país que ya sufría una crisis humanitaria extrema derivada de los efectos de la pandemia, de las sequías, de la desnutrición y del conflicto armado recrudecido en sus últimos meses. Desde enero de 2021, más de medio millón de desplazados forzados han dejado atrás sus vidas en busca de seguridad, una situación que se vuelve especialmente crítica para las mujeres y las niñas afganas.
Los sucesos se han precipitado, creando un escenario impensable hace tan solo unas semanas. Frente a este acontecimiento de consecuencias colosales para la población afgana, para la región y para el mundo entero, la Unión Europea ha actuado con rapidez, urgencia y eficacia. Ha llevado a cabo con éxito la evacuación de sus ciudadanos y de aquellas personas —y sus familiares— que habían trabajado para sus instituciones, demostrando que responde y que no abandona a sus colaboradores.
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España y la Unión Europea han vuelto a dar un ejemplo al mundo de cómo reaccionar frente a un desafío global. Los 27 hemos demostrado que la solidaridad, la colaboración, la negociación y la acción concertada —en definitiva, los valores del multilateralismo— deben guiar siempre nuestras decisiones. Y la sociedad española ha sentido orgullo de estar en la primera línea de la respuesta a esta llamada de socorro. Hemos puesto todos los medios a nuestro alcance, hemos reaccionado de manera coordinada y humanitaria y hemos llegado a tiempo.
España ha sido el centro de operaciones más importante para la UE y un socio clave para EEUU en relación con las repatriaciones provenientes de Afganistán. Hoy, aproximadamente 2.206 personas, cuyas vidas corrían peligro, pisan suelo europeo y están a salvo. En medio de circunstancias dramáticas y extremas, los servidores públicos españoles, tanto en territorio afgano como en territorio español, las Fuerzas Armadas, nuestros diplomáticos y el personal acreditado en la embajada, la Guardia Civil, el equipo de Sanidad Exterior, la Cruz Roja y el resto de organizaciones de acogida de evacuados, los trabajadores de ayuda humanitaria y de protección internacional, y los funcionarios y trabajadores públicos han hecho posible que una operación tan delicada, vital y dificultosa sea llevada a cabo con éxito. Quiero dar las gracias una vez más a todos y cada uno de ellos, porque representan, como dijo la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, el corazón y el alma solidaria de nuestro proyecto común, Europa. Podemos y debemos sentirnos orgullosos de nuestro país.
Es el momento de demostrar que los pilares en los que basamos nuestro sueño europeo no solo han servido para crear el mayor período de paz y de prosperidad en nuestro continente. Deben servir también para dar respuesta apropiada a los desafíos globales del siglo XXI. Estas amenazas a los derechos humanos, como la que se ha consumado en Afganistán, no son nuevas. Pero la era multilateral en la que debemos instalarnos nos obliga a buscar respuestas eficaces y solidarias.
La UE, como se ha vuelto a demostrar, no es ni va a ser un actor pasivo. España tampoco. En la Europa posterior al Brexit, nuestro país debe ser uno de los pilares esenciales de la acción de la Unión, como lo hemos sido en esta operación de repatriación. Debemos aprovechar nuestras fortalezas, todo aquello que representamos: la concordia, la cooperación, la defensa del Estado de Derecho y de la libertad. Debemos ofrecer soluciones coordinadas al flujo de refugiados y solicitantes de asilo, aprovechando todos los recursos disponibles y con medidas a la altura de nuestros compromisos con el derecho internacional y con nuestra convicción humanitaria. Debemos trabajar por que el “efecto Kabul” cristalice en un refuerzo del multilateralismo basado en los valores de la Carta de las Naciones Unidas, y no en su derrota.
Esta crisis nos ha recordado lo urgente que es alcanzar un acuerdo sobre migración en la Unión Europea, basado en los principios de responsabilidad y solidaridad, pero también de humanidad, y seguir profundizando nuestra política exterior y de seguridad común. El Pacto de Migración y Asilo debe llenarse de contenido real y medios materiales suficientes. En este contexto, la financiación es una herramienta clave para el compromiso con nuestros socios, como deberá serlo ahora para los países de la zona. Necesitamos una Unión Europea con una verdadera autonomía estratégica abierta.
Hay mucho que reflexionar y muchas lecciones que aprender acerca de lo acontecido. Ha sido sin duda una derrota de todos los que creemos en el progreso de la humanidad. Sin embargo, no es el momento de buscar culpables. La prioridad ahora es trabajar juntos por la estabilidad del país y de la región y por la protección de los derechos de la población afgana, en particular de las mujeres y niñas. “Me rompe el corazón ver cómo los talibanes han destruido nuestro país en un día”. Estas palabras son de Nilofar Bayat, de 28 años, deportista paralímpica afgana, que llegó a Bilbao desde Afganistán hace apenas unos días. Pero son también, no me cabe duda, las palabras de otras miles de mujeres y niñas afganas.
Estos veinte años, sin embargo, no han sido en balde. Además de la construcción de escuelas, carreteras, hospitales o instalaciones para el saneamiento de las aguas, hemos querido sembrar una semilla de igualdad y libertad. Una posibilidad de futuro que esperamos pueda germinar a favor de la dignidad de todas las afganas. Por ellas, debemos seguir trabajando. No podemos aceptar resignadamente la supresión de los derechos y avances alcanzados en su país en los últimos veinte años. España ha liderado recientemente una declaración sobre este asunto a la que se han sumado un gran número de países. Hemos cumplido una misión, pero no será la última. Hay mucha tarea por delante en los próximos meses, en los próximos años. España no va a dejar solo al pueblo afgano.
La comunidad internacional tiene que hablar con una sola voz. No podemos permitir que Afganistán se convierta de nuevo en un refugio para el terrorismo. Será necesario reforzar el diálogo con otros actores importantes en la región para mantener una presión sobre los talibanes que facilite las negociaciones y un alto el fuego completo y permanente. Animamos a todos los actores implicados a alcanzar a una solución política inclusiva que asegure la seguridad y la estabilidad del país. España participará activamente en esa búsqueda de soluciones.
En España, la condición de refugiado se reconoce a toda persona que, debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza, religión, nacionalidad, opiniones políticas, pertenencia a determinado grupo social, de género u orientación sexual, se encuentra fuera de su país y no puede regresar. Muchos españoles conocen bien ese drama, porque son hijos o nietos de refugiados. La solidaridad internacional gira y, hoy, España recibe a quienes dejan atrás la violencia. Los miles de mujeres y hombres que han llegado a España y al resto de Europa desde Afganistán buscan un nuevo futuro. Debemos dárselo.
A los que vengan aquí y a los que se han quedado allí. A todos esos hombres y mujeres que están otra vez encerrados en un muro de fanatismo. La sociedad afgana debe continuar, pese a los actuales obstáculos, su camino hacia la democracia, y la comunidad internacional debe emplear todos los medios a su alcance para ayudar a que así sea.
Pedro Sánchez es presidente del Gobierno de España.
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