El pasado 11 de abril, el Club Baloncesto Leganés logró un histórico ascenso a la Liga Femenina Endesa tras superar al FC Barcelona en la fase final disputada en el pabellón Europa de la ciudad del sur de Madrid. El equipo liderado por María Jespersen, Cecilia Muhate, Paula Palomares, Aitana Cuevas, Imani Tate y la mvp Isa Latorre alcanzó por fin la máxima categoría tras seis campañas consecutivas participando en la pelea por promocionar a la máxima categoría. Un éxito sin precedentes que iba a materializarse a partir del 25 de septiembre con el inicio de la temporada, pero que se ha visto alterado antes por la discutida elección del entrenador que encabezará el proyecto.
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El madrileño Antonio Pernas firmó su renovación por dos temporadas tras lograr el ascenso. Sin embargo, hace tres días, el vínculo entre el técnico y el club se rompió por “cuestiones internas” y el presidente, José Jacinto Ramos, inició la búsqueda apresurada de un recambio para cubrir la vacante. La solución que encontró ha supuesto un impacto, por el caché del protagonista, Quentin Hillsman, y sus circunstancias personales, una investigación en curso por sus supuestos “comportamientos inapropiados” con varias jugadoras. De la coyuntura surgió la oportunidad y el problema.
Después de un verano intenso, en el que ha tenido que acometer la renovación casi completa de la plantilla, a Ramos le surgió una oportunidad “inesperada y ambiciosa” para el banquillo, la de contratar a Quentin Hillsman, Coach Q, de 50 años, célebre entrenador del baloncesto universitario estadounidense. En su currículo, un exitoso recorrido encumbrando al modesto equipo de Syracuse y también un controvertido episodio que le llevó a apartarse del cargo el mes pasado tras 15 años en el puesto.
Según las informaciones recogidas por el portal The Athletic, 11 integrantes del equipo solicitaron el traspaso al final de temporada y denunciaron, junto a otros miembros del staff y de la universidad, comportamientos de Hillsman que incluían un lenguaje vulgar y amenazante en su trato con las jugadoras, besos en la frente y actitudes despóticas. No es la primera vez que Hillsman ha sido señalado por esas conductas inapropiadas con jugadoras de Syracuse. En 2011, Lynnae Lampkins, lo acusó de “tocamientos y envío de mensajes improcedentes”. En aquella ocasión, la investigación no encontró evidencias de acoso. Esta vez, las pesquisas siguen su curso, por el momento, sin cargos contra el entrenador.
“Estamos abrumados, entristecidos y destrozados por la repercusión negativa que ha tenido el anuncio de su fichaje”, reconoce el presidente del club en conversación con EL PAÍS. “Solicitamos informes legales, hicimos averiguaciones, recabamos testimonios de su universidad y no hay nada concreto contra él. En cuanto se demostrara algo, tomaríamos medidas al momento. Asumimos un riesgo grande, pero no somos unos kamikazes”, explica Ramos, de 52 años y fundador del club en 2006. ¿Y por qué asumir ese riesgo que ha eclipsado la ilusión por el debut en la élite? “Por la extrema dificultar de encontrar un entrenador a 20 días del comienzo de la temporada y por el salto deportivo que supone fichar a un entrenador de este nivel”, responde el presidente del Leganés. “El último sueldo de Hillsman era de un millón de dólares, que es mucho más que todo nuestro presupuesto. Él decidió apartarse tras la aparición de esos testimonios, estaba sin equipo y, a través de su agencia de representación, con quienes ya hemos fichado a más jugadoras, surgió la posibilidad”, prosigue Ramos.
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Los que conocen a Hillsman le definen como “un motivador extremo, un torbellino”, y comparan su llegada a la liga femenina española con el aterrizaje de George Karl en el Real Madrid en 1989. La generosa indemnización que recibió tras su salida de Syracuse le ha permitido rebajar más de 10 veces su caché para reabrir otra experiencia en Europa tras su labor de técnico asistente en las selecciones de formación de Holanda y Estonia a lo largo de la última década. “Tenemos esos testimonios, pero también hay estrellas de la WNBA que hablan maravillas de él. La alta exigencia tiene estas controversias”, suma Ramos. “Llevo 25 años entrenando. No estoy en esto para menospreciar o degradar a mis jugadoras o a mis colaboradores”, señala Hillsman, que ha firmado contrato por una temporada, en declaraciones recogidas por Gigantes. “Siempre hemos perseguido el objetivo de ganar. Soy muy competitivo y siempre voy a dar al baloncesto todo lo que tengo. Mi nivel de exigencia y expectativas han sido siempre iguales. Los aficionados de Leganés verán un equipo agresivo, con ritmo rápido en ambos lados de la cancha”, relata el técnico, que aterrizará en Madrid cuando consiga resolver los trámites para obtener su visado de trabajo, como poco margen para preparar el inicio de la competición.
“Nos dará un salto deportivo tremendo, pero tiene una gran complicación mediática por el caso y un desgaste”, asume el presidente del Leganés, un club con vocación de cantera, con 27 equipos de formación y con una clara apuesta por el equipo femenino, que ha llegado a la élite mientras el masculino está en Primera Nacional. “Por encima de todo está siempre preservar la dignidad de las deportistas. Redoblaremos esfuerzos para estar pendientes de todo. Espero no tener que arrepentirme por la decisión”, completa Ramos, que reconoce que lleva “varias noches sin dormir”. No por la ilusión de culminar su proyecto sino, paradójicamente, por el desasosiego tras su elección para el banquillo.
Solo dos entrenadoras en los 16 equipos de la Liga Femenina Endesa
“En el deporte femenino casi todos los mandos, entrenadores y directivos son hombres, en baloncesto apenas está Elisa Aguilar [Directora de Competiciones de la FEB], y habría que evolucionar en eso igual que está evolucionando la sociedad. Hay que renovar las estructuras para que se escuche a las mujeres”, explicaba Amaya Valdemoro a EL PAÍS hace dos semanas en un reportaje en el que se analizaban los testimonios de Marta Xargay y Anna Cruz. “No todo vale para ganar y ganar no lo puede justificar todo. Las medallas no pueden salir tan caras”, señaló Cruz en su relato explicando los métodos del exseleccionador Lucas Mondelo. “Hay límites que no hay que traspasar nunca y él a mí me llevó a un límite muy heavy”, apuntó Xargay en el relato en el que reveló haber sufrido bulimia a consecuencia del trato del técnico.
“Históricamente, la mujer no ha tenido la misma voz que el hombre y eso es un problema arraigado también en el deporte. Tenemos miedo a expresarnos y no marcamos límites”, desarrolló Valdemoro. “Las mujeres que mostramos nuestro carácter somos vistas como una amenaza. En los hombres es un rasgo de personalidad y en nuestro caso, de rebeldía. Ellos copan los puestos de decisión”, subrayó la campeona de la WNBA, remarcando unos desequilibrios en los puestos de dirección patentes al revisar por ejemplo la nómina de entrenadores de los 16 equipos de la Liga Femenina Endesa: con 14 hombres y solo dos mujeres.
Madelen Urieta, al frente del Kutxabank Araski de Vitoria, y Aranzazu Muguruza, en el IDK Euskotren de San Sebastián, son las únicas mujeres en los banquillos de la máxima categoría del baloncesto femenino español. Una tendencia consolidada. Según un informe de este periódico con datos de la temporada pasada, el 84% de los entrenadores de los 50 clubes de la élite femenina en fútbol, baloncesto y balonmano son hombres (un total de 42), un dato en consonancia con el hecho de que solo siete de esos clubes están presididos por mujeres. “La mayoría de entrenadores hombres no tiene un bagaje deportivo amplio y no tiene por qué tenerlo para llegar, pero en mi caso, si no hubiera tenido el currículum que tengo quizás no hubiera llegado o lo hubiera tenido muy complicado. Es injusto”, explicaba en esa información Anna Montañana, que en marzo se convirtió en la primera mujer en dirigir un equipo masculino profesional en Colombia, tras dos años como entrenadora ayudante en la ACB en el Fuenlabrada.
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