Roglic, Pogacar, Egan Van Aert, Van der Poel, Evenepoel, Ayuso… Los grandes renovadores del ciclismo de hombres al grito de “no risk no glory” (sin riesgo no hay paraíso), atacantes que enamoran al aficionado guiados por el convencimiento de que el camino, la forma de afrontarlo, es más importante que la meta, llegar el primero, creen que siguen el camino de Eddy Merckx, pero, en el fondo, no hacen sino imitar a Annemiek van Vleuten, la neerlandesa del Movistar, que, para ganar la Vuelta femenina, ataca a 60 kilómetros de la meta en Pereiro de Aguiar, en las afueras de Ourense, y entremedias bosques y montes, y el Sil caudaloso que la guía hacia el Miño. Ataca Van Vleuten y las tres que intentan aguantar su rueda, Vas, Niewiadoma y Longo Borghini, se rinden ascendiendo A Lama.
El de Van Vleuten, de 38 años, es un ataque caníbal, como se decía antes en recuerdo de Merckx y de Galicia, o vanvleutenesco, como hay que calificarlo en realidad, tantas victorias ha conseguido en su carrera de esa manera, que, en meta, se traduce en casi tres minutos sobre la segunda y en más de siete minutos a la décima, que daba tiempo al pelotón derrotado. La victoria, la segunda en las tres etapas disputadas de la Ceratizit, la ronda española femenina, tras la cronoescalada de Manzaneda, la víspera, le da también a la número uno del mundo el maillot rojo de la carrera, que defenderá en la última etapa, el domingo, hasta el Obradoiro de Santiago.
“Después de la primera etapa pensé que habíamos perdido todas las opciones de la general, pero no quería tampoco dejar de intentarlo estos días, porque nunca se sabe”, dijo Van Vleuten tras conseguir su undécima victoria de la temporada con el maillot del equipo español. “La última etapa un día difícil. Esto no es el Tour ni tenemos mañana los Campos Elíseos; habrá que salir con toda la concentración a defender este liderato. El equipo llega con toda la confianza y sé que podremos pelear bien”.
La victoria en la carrera española femenina que llega a las cuatro etapas por primera vez le permitirá a la neerlandesa, fichada esta temporada por el Movistar, olvidar la metedura de pata olímpica, cuando su selección, la más potente de todas, dio tan poca importancia a la fuga en solitario de la desconocida matemática austriaco-catalana Anna Kiesenhofer, que algunas ni se enteraron de que ya había ganado cuando entraron en el circuito de Fuji, ni siquiera Van Vleuten, que terminó segunda y levantó los brazos creyendo que había ganado. Tres días después se desquitó ganando el oro olímpico en la contrarreloj.
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