Las obras de la estación de AVE de La Sagrera en Barcelona dejaron al descubierto hace unos años más de 500 cadáveres. Unos yacían en pequeños agujeros de cuatro o cinco cuerpos y otros estaban apiñados en fosas comunes con más de 70 esqueletos. Eran soldados del rey Felipe IV que murieron en 1652 durante el asedio de Barcelona.
Este episodio se conoce en catalán como la Guerra dels Segadors en referencia a los campesinos que se levantaron en armas con sus hoces contra el rey español y se aliaron con el francés, Luis XIII. La revuelta inspiró el himno nacional de Cataluña —”Que tiemble el enemigo/al ver nuestra enseña:/ como hacemos caer espigas de oro,/ cuando conviene segamos cadenas”—. Ahora, un estudio muestra que probablemente a muchos de los caídos de uno y otro lado los mató la misma bacteria.
En el siglo XVII el lugar donde está la estación de La Sagrera era el pueblo de Sant Martí de Provençals, situado a las puertas de la muralla de Barcelona. Los cadáveres hallados en las fosas no mostraban ningún signo de violencia. Muchos conservaban sus uniformes e incluso algunos llevaban las botas puestas, algo muy extraño durante la escasez y penuria de una guerra. Al lado había vasijas e incluso decenas de monedas con las efigies de varios reyes españoles y galos. Parecía que los enterradores tenían mucha prisa en deshacerse de los muertos y cualquier otra cosa que hubieran tocado, según el equipo de científicos que ha analizado su ADN por primera vez. Varias referencias históricas aseguran que hubo una epidemia de peste que afectó a ambos bandos.
Las obras del AVE han seguido adelante y los huesos de aquellos combatientes están ahora en cajas almacenadas en el Museo de Historia de Barcelona. Poco antes del estallido de la pandemia de coronavirus, el genetista del CSIC Carles Lalueza-Fox acudió al museo para taladrar los dientes de dos de los cadáveres y analizar su ADN. Los resultados, recién publicados, muestran que se trataba de un vasco y un sardo. Cerdeña en aquella época formaba parte de la corona española.
“Este trabajo nos ayuda a entender la composición del ejército en aquella época, que no se conoce bien”, explica Lalueza-Fox. “Los ejércitos de Europa se profesionalizaron e internacionalizaron de forma que muchos de sus efectivos eran mercenarios”, añade el investigador. Su equipo ha analizado el ADN de otros tres cadáveres, aún sin publicar. Hay otro sardo y dos habitantes de la península Ibérica no vascos, explica. El investigador espera poder confirmar o desmentir pronto otra de las afirmaciones históricas: que entre las tropas había también soldados de fortuna irlandeses. Su equipo está esperando los resultados del análisis del ADN de otros 20 muertos que podrían resolver el caso.
Pero lo más interesante que muestra el ADN de los fallecidos es la verdadera causa de su muerte. Los investigadores no han hallado rastros de peste, pero sí de un tipo de bacteria del género de la salmonela que produce fiebre paratifoidea. “Lo curioso es que la bacteria de la peste es un patógeno que suele conservarse muy bien en los dientes, mientras que la bacteria hallada [Salmonella enterica serovar Paratyphi C] permanece mucho menos”, explica Lalueza-Fox. “Si hubiera habido peste en el campamento deberíamos haberla encontrado”, argumenta.
En 2018, otro equipo de genetistas desenterró fosas comunes en México con indígenas muertos después de la llegada de los conquistadores españoles. Por aquella época una misteriosa enfermedad denominada cocoliztli mató a entre el 50% y el 90% de los pobladores originarios de la zona. Los investigadores analizaron el ADN de algunos de aquellos muertos y encontraron bacterias de la salmonela.
El equipo de Lalueza-Fox muestra ahora que genéticamente las bacterias halladas en los soldados de La Sagrera son muy parecidas a las encontradas en los restos de indios americanos. Sin embargo están muy alejadas de otras variantes de salmonela halladas en la Europa medieval previa a la conquista de América. En tiempos en los que no había antibióticos, las fiebres tifoideas y paratifoideas causadas por estas bacterias podían matar a hasta el 20% de los infectados, explica el estudio. “Hasta ahora se pensaba que las causantes de las epidemias en América fueron el sarampión y la viruela”, señala Lalueza-Fox. “Lo que muestra nuestro trabajo es que probablemente la fiebre paratifoidea causada por esta salmonela también estaba en el cóctel de enfermedades llevado por los europeos que causó aquella debacle”, señala. Después de la conquista la enfermedad volvió a Europa y 160 años después mató probablemente a los partidarios de Felipe IV que asediaban Barcelona y posiblemente también a los segadores que la defendían, concluye el investigador.
Un año antes de la muerte de estos soldados hubo un brote de peste, recuerda el historiador de la Universidad Autónoma de Barcelona Luis Betrán Moya. “En las crónicas de la época y después de haber padecido la ciudad un terrible contagio de peste durante el año anterior de 1651 es fácil que con este nombre genérico de peste se informase del aumento de muertes entre los soldados sitiadores de la ciudad”, explica. “Las enfermedades como el tifus y las fiebres tifoideas eran muy comunes entre los soldados de los ejércitos hasta alcanzar el periodo contemporáneo, relacionado con las malas condiciones de vestimenta, alimentación e higiene en la soldadesca. Por tanto, lo que muestra el ADN en este artículo tiene perfecta credibilidad”, añade.
“Es interesante que la fiebre paratifoidea se encuentre a menudo en muestras antiguas y que en la actualidad sea muy poco frecuente”, resalta Johannes Krause, genetista del Instituto de Antropología Evolutiva Max Planck y miembro del equipo que aisló las bacterias de salmonela causantes de la epidemia en el México poscolonial, que fue “una de las mayores pandemias del siglo XVI”. “Parece que estas enfermedades gastrointestinales eran más comunes en el pasado debido a la mala higiene”, añade. Su colega Alexander Herbig resalta la movilidad de este patógeno. “El ancestro de las bacterias de México y las halladas ahora en Barcelona probablemente surgió en Europa, es posible que en España. El problema es que es difícil recomponer las rutas por las que se expandió. Tenemos que investigarlo más”
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