Faltaba una hora para la medianoche en Canarias cuando desembocaba en el mar la colada de lava emanada por el volcán que rompió en Cabeza de Vaca, en la isla de La Palma. Era lo previsible, aunque los ritmos de la erupción y la orografía del valle de Aridane hicieron dudar si llegaría y, sobre todo, por dónde iba a discurrir. Los modelos indicaban que las inclinaciones del terreno llevarían la lengua candente por esa pendiente hasta los acantilados. Por tanto, lo natural sería que de momento siguiese fluyendo por donde le dicta el terreno. Pero no tiene por qué seguir el mismo cauce permanentemente solo por haber tocado agua en ese punto.
El vulcanólogo Ramón Casillas, miembro del comité científico del plan de emergencias y catedrático de la Universidad de La Laguna, considera que es una concepción “un poco mitológica” la idea de que ahora ya la lava se quedará estable en ese camino. “En realidad no tiene por qué ser así, la colada puede discurrir por otros lugares y abandonar ese cauce”, señala. “Es verdad que el principal flujo está localizado ahí, pero hay otros puntos donde la colada sigue moviéndose”, añade.
Esta erupción ha liberado 50 millones de metros cúbicos en ocho días; la del Teneguía escupió 43 millones en más tres semanas y media
Precisamente, la dirección del plan de emergencias resaltó que, aunque la lava haya alcanzado el mar, la erupción no se ha estabilizado y se tiene que seguir observando. Vicente Soler, del IPNA-CSIC, considera la llegada de la colada al litoral una buena noticia: “Que conecte directamente con el acantilado marino representa la situación más favorable para que la colada no siga invadiendo nuevos terrenos como ha hecho hasta ahora”. Según este vulcanólogo, que también forma parte del comité científico, cualquier interrupción de la actividad del centro eruptivo, o la apertura de una nueva boca, seguramente desembocaría en una nueva lengua que tendría que buscar de nuevo su camino al mar.
Teresa Ubide, de la Universidad de Queensland (Australia), cree que “lo natural es que siga este cauce de momento, porque la topografía lo está llevando por ahí, pero puede ser que haya cambios”. “Es difícil de saber, pero si la lava sigue llevando el mismo curso que está manteniendo hasta este momento, siempre acabará en el mar. Pero eso no significa que no pueda haber otros cursos también”, añade la experta.
“No necesariamente va a crear un cauce y ya todo va por ahí. Ojalá, pero no”
Natividad Luengo Oroz, Instituto Geográfico Nacional
La vulcanóloga Natividad Luengo Oroz, que está siguiendo desde Tenerife la crisis junto con el Instituto Geográfico Nacional (IGN), considera que los dos escenarios son posibles. Si la lava ha decidido fluir por ahí hasta el mar, es una circunstancia que podría ayudar a estabilizar ese río, explica Luengo, “pero no necesariamente va a crear un cauce de modo que ya todo vaya por ahí. Ojalá, pero no”. La lava podría enfriarse, explica, cambiando el cauce de la colada que le siga. Incluso puede ser que una emisión de la misma boca fluya más hacia otro lado distinto de la montaña.
Hasta ahora, señala Luengo, la lava ha hecho lo previsto, arribando al mar por donde se preveía, rodeando la montaña por el sur. Y en teoría, lo normal es que ahora vaya inundando el relieve, como ha pasado hasta ahora. Pero una vez que se recubran esos barrancos y pasajes, puede empezar a expandirse en otras direcciones: “No hay nada seguro al 100%; esto no es como un río en su cauce, es mucho más denso, va rellenando topográficamente las zonas más bajas, pero en cuanto lo hace sigue hacia arriba”, indica. En estas lenguas de lava, hay frentes de la colada que tienen más de 12 y 15 metros de altura.
“Lo natural es que siga este cauce, porque la topografía lo está llevando por ahí, pero puede haber cambios”
Teresa Ubide, Universidad de Queensland
En ocho días, esta erupción había liberado 50 millones de metros cúbicos de material magmático, cuando la del Teneguía (otro volcán de La Palma, que erupcionó en 1971) escupió 43 millones en más tres semanas y media. Y las erupciones palmeras tienden a durar entre uno y tres meses, por lo que en ese caso queda mucho material que puede desbordar el torrente actual.
Por eso, explica Ubide, del IGN, se están elaborando cálculos permanentes para mapas de probabilidad y peligrosidad, que se actualizan teniendo en consideración los posibles cambios. “Si hay mucho volumen puede cambiar la topografía y por eso se cambian los mapas de probabilidad para saber por dónde van a ir las coladas”, apunta. Como adelantó al día siguiente de la erupción, Carmen López, directora del observatorio del IGN, este organismo ya había entregado a Protección Civil un mapa de rutas probables de la colada, que se van adecuando a las novedades en el desarrollo de la crisis volcánica. El vulcanólogo Ramón Casillas coincide en que hay una “concepción no del todo correcta de que si el fuego llega al agua pues se acaba todo”. “Pero no es así: la lava sigue avanzando por otros lugares, detrás hay otros brazos”.
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