Joe Biden se convirtió el viernes en el primer presidente de la historia de Estados Unidos que reconoce y conmemora oficialmente el Día de los Pueblos Indígenas el segundo lunes de octubre, el festivo nacional por el Día de Colón, que mantiene aunque señalando las “atrocidades” causadas por la conquista. La ciudad de Boston, también por primera vez, ha decidido borrar de esta fecha la figura del explorador y dedicarse íntegramente a los pueblos nativos. Las escuelas públicas de Nueva York estrenan este año la designación de Día del Legado Italiano/Día de los Pueblos Indígenas, diciendo adiós al aventurero. Y en Filadelfia, después de una disputa en los tribunales que culminó este sábado, el pasacalles tradicional terminará ante una estatua del susodicho, pero tapiada de madera hasta arriba.
La polémica por la celebración del Día de Colón, los homenajes y sus monumentos colea desde hace años en Estados Unidos, pero tras la gran movilización contra el racismo prendida en el verano de 2020, a raíz de la muerte del afroamericano George Floyd, ha ganado fuerza de tracción. En un país sumido en una catarsis nacional sobre su pasado esclavista y la opresión de las minorías, que está revisando todos sus símbolos y retirando las estatuas confederadas, es difícil que la colonización europea pase desapercibida. Y Cristóbal Colón, aunque jamás puso un pie en este país y murió creyendo que había descubierto las Indias, ocupa un lugar principal en el banco de los acusados como símbolo de la conquista, de su gloria y de sus miserias.
Para Roberto Múkaro Borrero, presidente de la Confederación del Pueblo Taibo (primera tribu que encontró Colón en Bahamas), el explorador “no es alguien que debería ser honrado con dinero del contribuyente en una fiesta de carácter nacional, es una fecha construida sobre la base de la mitología y el racismo, el hecho de que cada vez más ciudades celebren a los pueblos indígenas es una indicación de esta necesidad de cambio”. “Es un símbolo de supremacismo y esclavitud”, afirma.
Más de una docena de Estados -de Michigan a Wisconsin, pasando por el Distrito de Columbia, que acoge Washington y cuyo nombre parte del genovés-, además de un centenar de ciudades celebran ya el Día de los Pueblos Indígenas tras el goteo del último lustro, y estatuas del marino han estado cayendo de los pedestales por todo el país, aunque no sin trifulca.
El cambio de política de las escuelas de Nueva York, decidido en mayo, provocó este año airadas críticas del entonces gobernador del Estado, Andrew Cuomo, de origen italiano. En Boston, las organizaciones italoamericanas también han criticado la falta de debate previo. Un distrito escolar de Nueva Jersey, que votó la eliminación de la referencia a Colón, acaba de dar marcha atrás este año.
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Este conflicto, a diferencia de lo que ocurre con las esculturas confederadas, no tiene a todos los demócratas de acuerdo, no solo por las obvias diferencias históricas entre los personajes, sino porque la celebración de Colón nace en Estados Unidos como una manera de honrar a los inmigrantes italianos y católicos en un momento en el que formaban una comunidad especialmente maltratada, víctima de delitos xenófobos y Franklin Delano Roosevelt declaró el 12 de octubre fiesta federal en 1934 y a partir de 1971 se pasó a celebrar el segundo lunes de cada octubre, el mes que reconoce el legado italoamericano.
Que Biden haya emitido dos proclamaciones presidenciales diferentes, la nueva referida a los pueblos indígenas y la tradicional dedicada a Colón, da muestra de la necesidad de equilibrismo político. En la del Día de Colón (Columbus Day), con todo, el mandatario reconoce también “la dolorosa historia de injusticias y atrocidades que muchos exploradores europeos infligieron en las naciones tribales y las comunidades indígenas”. En la de los indígenas señaló las culpas internas: “Durante generaciones, las políticas federales han tratado sistemáticamente de asimilar y desplazar a los pueblos nativos y erradicar las culturas nativas”, escribió.
España siente esta polémica, lógicamente, como algo propio. La Embajada en Estados Unidos asegura que la defensa del legado español como “una de sus prioridades” y ha llevado a cabo distintas acciones para tratar de salvaguardar su imagen, no solo en lo concerniente a Colón: desde las manifestaciones, como cuando criticó el derribo de la estatua de Fray Junípero de Serra el año pasado en San Francisco, a proyectos pedagógicos, como una Guía de España en Washington, sobre los monumentos y símbolos españoles que se encuentran en la capital, entre ellas, una figura del marino genovés que sobrevive en la glorieta frente a al estación de tren.
La batalla también ha resurgido recientemente tras las críticas del presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, que cuestiona que España no pida perdón por los desmanes de la conquista, y fue contestado con burla por el expresidente español José María Aznar.
La Casa Blanca de Joe Biden ha optado de momento por una solución salomónica, celebrar ambas ideas, en línea con lo que dijo Andrew Cuomo. “Puedes celebrar el Día de los Pueblos Indígenas sin meterte con el de Colón. ¿Por qué insultar o desdeñar la contribución italiana?”. Desde Boston, Heather Leavell, cofundadora del movimiento Italoamericanos a favor del Día de los Indígenas, apunta, sin embargo, que, “el legado italiano no tiene que celebrarse precisamente ese segundo lunes de octubre, la cultura italoamericana gozan de un reconocimiento que los pueblos indígenas carecen, debemos priorizar sus sentimientos en esto”.
El cambio de sensibilidad hacia las figuras históricas parece, con todo, inexorable en Estados Unidos. En Newark, la mayor ciudad del Estado de Nueva Jersey, con cerca de 300.000 habitantes, ha presentado este año el diseño de un nuevo monumento en homenaje a Harriet Tubman, la heroína abolicionista, nacida esclava, que liberó a decenas de negros. En 2020 retiraron otra de Cristóbal Colón.
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