Nieves Sánchez ha visto la terrible destrucción de la que es capaz un volcán. En 2018 esta investigadora del Instituto Geológico y Minero de España (IGME-CSIC) viajó a la zona arrasada por el Volcán de Fuego en Guatemala, una de las erupciones más mortíferas de los últimos años. Su narración pone los pelos de punta. “El volcán golpeó una zona muy pobre”, recuerda. “Hubo un flujo piroclástico, una nube de gas y roca a altísima temperatura que se movió a mucha velocidad. Los habitantes de la zona pensaron que se trataba de una erupción de lava y salieron de sus casas para verla llegar. La nube se los llevó por delante. No se sabe cuánta gente murió, solo hay cálculos aproximados en función del número de contadores de luz, pero allí mucha gente vive sin ella”.
Sánchez llegó mucho después de que todo eso sucediera. Su objetivo era supervisar y perfeccionar una rudimentaria red de alerta temprana para evitar más tragedias. Se trata simplemente de un sistema de radio de forma que los vigilantes en las zonas altas puedan alertar a los que viven en el valle de que llega una nueva riada o una erupción. Este mismo año, Sánchez viajó en una misión de la UE y la ONU a la isla caribeña de San Vicente, donde el volcán La Soufrière lo cubrió todo bajo toneladas de ceniza. Había tanta, que las autoridades no sabían qué hacer con ella.
Desde hace unas semanas, Sánchez está en La Palma vigilando de cerca la erupción del Cabeza de Vaca. Esta geofísica madrileña de 52 años lleva 13 estudiando el volcanismo en las Canarias desde el centro del IGME en Gran Canaria, donde reside. Ahora trabaja en el puesto de mando avanzado improvisado en el centro de visitantes del Parque Nacional de la Caldera de Taburiente en La Palma. Donde antes había turistas ahora hay guardias civiles, militares y científicos trabajando hombro con hombro.
Sánchez representa al IGME en el comité científico del Pevolca (Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias). Tras los primeros análisis de lava, ceniza y gases, su diagnóstico es tajante: “El volcán no tiene visos de acabar mañana ni pasado ni en una semana”.
En las últimas horas, las coladas de lava se han hecho más fluidas. Los geólogos del IGME han detectado “bloques erráticos” del tamaño de casas de tres pisos que van colada abajo. “Bajo la parte superior del cráter se está formando un lago de lava cada vez más grande que en ocasiones se desborda. Este lago de lava está rompiendo los bordes superiores del cráter y pensamos que esos bloques son prueba de ello. Mientras la lava los mantenga a flote, seguirán desplazándose ladera abajo”, resalta Sánchez.
Pregunta. ¿Por qué le atraen los volcanes?
Respuesta. Un volcán es el mayor estímulo visual que conozco. Te hace entender de repente que la Tierra está viva. Es una manifestación real de que algo se mueve en su interior. Es algo grandioso e imposible de controlar. No lo puedes apagar ni taponar. Lo único que puedes hacer es apartarte. Es algo que no pasa a menudo, como las inundaciones, los fuegos e incluso los terremotos, a los que estamos más acostumbrados. Por tranquilo que sea, un volcán es impactante.
P. ¿Qué sintió la primera vez que vio el Cabeza de Vaca en erupción?
R. Era de noche. Me quedé sin aliento. Lo siguiente fue pensar: por donde está bajando la lava hay gente, viviendas. Y te pones a trabajar. En nuestro caso esto supone asesorar lo mejor posible a las autoridades que tienen que gestionar la emergencia.
P. ¿Le hacen los políticos muchas preguntas imposibles de responder?
R. Sí. Las preguntas de siempre son cuándo dejará de salir lava y cuándo la gente va a poder retomar su vida normal. Es lógico. El problema es que la vulcanología no es una ciencia exacta. Hay muchas variables que no controlamos y otras incluso que no conocemos. Cada vez sabemos más y tenemos mejores instrumentos, pero aun así es a menudo imposible conocer el resultado. Hacemos geología de emergencia.
P. ¿Qué retrato robot de este volcán maneja el IGME?
R. A pesar del enorme daño que ha hecho, estamos ante una erupción muy normal. Encaja con todas las anteriores que ha habido en La Palma. Es una erupción estromboliana con pulsos explosivos más o menos violentos, con emisión de lavas. Todo se parece mucho a lo que conocemos de las crónicas escritas desde el siglo XV. La gran diferencia es que ahora tenemos una isla mucho más poblada. La vulnerabilidad es mucho mayor por esto.
En Canarias, la mayoría de la gente no es consciente de que vive en islas volcánicas activas
P. ¿Cree que la gente es consciente de esto?
R. En Canarias, la sensación es que la gente tiene muy poca memoria histórica de lo que es una erupción. La inmensa mayoría no es consciente de que son islas volcánicas activas. Cuando llegué a Gran Canaria me decían que no había volcanes, que dónde estaban. Pero toda la isla es volcánica. Todas las islas. Eso me sorprendió. La última erupción terrestre fue en La Palma en 1971 y en esta isla encuentras gente que dice que aquí no hay erupciones de hace poco. Solo los que las sufrieron directamente las mencionan. A veces tienen que pasar estas cosas para que la gente recuerde dónde vive. Hay que ser consciente del riesgo que uno asume viviendo aquí.
P. En los últimos días ha habido fuertes sismos, ¿cómo los interpretan?
R. El volcán no tiene visos de acabar mañana ni pasado ni en una semana. La actividad cambia mucho de día en día, el cono se construye primero y después se destruye. En los últimos días estamos volviendo a ver sismicidad más profunda. Esto puede significar una nueva entrada de magma en el sistema. Se podría estar reactivando, aunque hay que esperar a confirmarlo con observación del exterior. Mi opinión es que va a seguir en erupción durante un tiempo, no sabemos cuánto ni podremos decirlo hasta que no cambien los patrones de terremotos y deformación del terreno. En algunos GPS hemos observado una estabilización de la deformación, pero no un descenso claro. Dependemos de que esa nueva entrada de magma continúe o se pare.
Creemos que el volcán tiene tres reservorios de magma
P. ¿Desde dónde llega el magma que escupe el volcán?
R. Con los datos que tenemos, parece que hay tres reservorios. El más profundo estaría a unos 30 kilómetros bajo tierra. Es aquí donde se puede estar fundiendo material y es el principal depósito. Hay otro intermedio a unos 10 kilómetros y el más superficial estaría a unos cuatro kilómetros. El magma puede ir pasando de uno a otro o salir directamente del más profundo a la superficie. Esto es lo que pensamos en función de los miles de terremotos registrados a diferentes profundidades desde 2017 hasta ahora y el tipo de lava que está saliendo.
P. ¿Hasta que no se vacíen los reservorios no acabará la erupción?
R. No es cuestión de que se vacíen, sino de que el magma tenga suficiente fuerza para seguir saliendo. Esto depende de los gases. El magma tiene minerales, rocas y gases. El gas está disuelto en el magma. Al ir ascendiendo se va separando. Es como una botella de Coca-Cola. Si está cerrada, es un líquido sin más. Pero si lo agitas y la abres, se convierte en una explosión, porque la burbuja de gas se ha separado del líquido. Si tienen mucho gas, la burbuja hace que la lava sea más explosiva. Cuando el magma ya no pueda ascender, se quedará ahí.
P. Una de las cosas que más sorprenden del volcán es su rugido. ¿Por qué sucede esto?
R. Es como si el volcán se atragantase. El gas sale por el conducto del cono principal en la parte superior. La lava sale por bocas inferiores, muy fluida. El sonido que oímos es la desgasificación del magma. Cada vez que esto sucede, salen piroclastos con mucha violencia. Algunos caen a uno o dos kilómetros del cráter, pero otros vuelven a precipitarse dentro del cráter y lo obstruyen. Cada vez que vuelve a salir gas este debe empujar el tapón y al hacerlo se producen las tremendas explosiones y la lluvia de piroclastos. Cuando el volcán suena como un fuelle, es por la desgasificación.
P. ¿Qué nos pasaría si estuviésemos en el borde del cráter del volcán?
R. Te volatilizarías. Es como un coche bomba. ¿Te mata la explosión, la metralla, el golpe? Es imposible saberlo. Aquí sucede igual con los gases venenosos, las altísimas temperaturas y el bombardeo constante de piroclastos. Si estás ahí, se acabó.
P. Los volcanes pueden generar una destrucción tremenda, pero también son motores de vida.
R. Un volcán es una catástrofe, pero también una oportunidad. Puede producir muchas pérdidas de vidas humanas y materiales, pero pasados los años se convierten en una oportunidad porque las cenizas de los volcanes hacen que los campos sean muy fértiles. De hecho, se usan como fertilizante agrícola. Además es un recurso turístico de primer orden, eso sí, dentro aún de mucho tiempo. Los terrenos volcánicos son así: catastróficos en el corto plazo y pasado el tiempo, prometedores.
P. ¿Cuánto tardaremos en poder subir al cráter cuando acabe la erupción?
R. Pueden ser años. Si bajas al cráter del Teneguía y pones la mano en el suelo, aún está caliente, y han pasado 50 años. La prioridad ahora no es subir al volcán, sino recuperar lo destruido y la gente que ha perdido sus casas.
Hay que analizar en qué zonas no se debe construir en función de las erupciones pasadas y evitarlas
P. ¿Cuánto se puede tardar en poder retirar las coladas?
R. Depende del material que salga, de cuántas coladas se acumulen y su espesor. El interior de la colada mantiene mucho el calor, sobre todo en la zona cercana al cráter. También depende de los tubos volcánicos que se forman en su interior. Habrá que analizarlo y decidir a qué zonas se puede acceder y a cuáles no. Qué carreteras son recuperables y cuáles hay que hacerlas nuevas. El interior de la colada mantiene mucho el calor, sobre todo en la zona cercana al cráter.
P. ¿Es un error construir como se ha construido en La Palma?
R. A toro pasado es fácil hablar. Lo que deberíamos hacer es tener en cuenta los procesos volcánicos en la planificación territorial. Ahora se hace, pero hace 50 años, no. Ni aquí ni en ninguna parte. Porque, ¿dónde deberíamos haber prohibido construir?, ¿en toda la parte sur de la isla, que es la zona activa? Es muy complicado. No debemos pensar tanto en si fue un error. Probablemente no había otra opción. Lo importante es lo que se haga a partir de ahora. Analizar en qué zonas no se debe construir en función de las erupciones pasadas y evitar esas zonas. Hay que empezar de nuevo y asumir el riesgo de vivir en una isla volcánica. Esto no es como un río que tiene una zona de inundación. No sabemos dónde saldrá el siguiente volcán.
P. ¿Va a salir algo positivo de esta erupción?
R. Ahora es muy difícil verlo. La gente afectada solo quiere volver a su casa. Una riada pasa y puedes volver a tu casa, limpiarla, recuperarla. Pero cuando te pasa una colada por encima ni tienes terreno ni casa ni sitio al que volver. A la gente que lo ha perdido todo no se le puede decir que saldrá algo bueno de todo esto. ¿De qué te sirve una finca cubierta de lava? Las casas se han volatilizado. Se queman y desaparecen. Lo único bueno que puede pasar ahora es que acabe la erupción. Lo único importante es que no olviden el riesgo que supone vivir en una isla volcánica. Que aprendamos todos a vivir con los volcanes. No podemos prescindir de ellos ni nos podemos ir. Hay que asumir el riesgo. Y con el tiempo saldrán cosas buenas de todo esto.
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