Cuatro días después de haber desfilado por el madrileño Paseo de la Castellana, cientos de militares se manifestaron este sábado, desarmados y sin uniforme, por la Carrera de San Jerónimo, desde la Puerta del Sol hasta el Congreso de los Diputados, para reclamar “retribuciones dignas”. Convocados por las principales asociaciones profesionales de militares (ATME, AUME y Asfaspro), los manifestantes se quejaron de que el Ejército “saque las castañas del fuego al Estado” cada vez que hay un problema, pero sus miembros sean los empleados públicos peor remunerados.
“¿A quién llaman en los incendios, las inundaciones, los terremotos, la pandemia, los rescates, las erupciones?”, se preguntaban. “¡A los militares!”, respondían al unísono. “Se acuerdan de nosotros cuando hay una emergencia y se olvidan cuando hacen los presupuestos”, resumía el representante de una asociación.
Todos los partidos están de acuerdo en que las retribuciones de los militares han quedado desfasadas respecto a otros cuerpos uniformados y el agravio se ha agudizado con la subida de sueldo a guardias civiles y policías nacionales para equipararlos a los agentes autonómicos. Miquel Peñarroya, presidente de Asfaspro (Asociación de Suboficiales de las Fuerzas Armadas), considera “irrisorio” el aumento de 40 euros de media que han recibido los militares este año, mientras que Marco Antonio Gómez, de la ATME (Asociación de Tropa y Marinería Española), advierte de que “con unos sueldos de miseria solo cabe esperar un Ejército cada vez menos atractivo”. Por eso, Ignacio Unibaso, secretario general de AUME (Asociación Unificada de Militares de España), reclama la aprobación de una partida de 300 millones en los próximos presupuestos para aumentar en 160 euros mensuales el sueldo de los militares e iniciar la “dignificación” de sus retribuciones.
Al final de la manifestación, los asistentes hicieron una “devolución simbólica” de medallas, para evidenciar que las condecoraciones y las palabras de elogio no sirven a los militares para pagar los gastos de sus familias. “Somos los mejor valorados por la sociedad, y los peor pagados”, se quejaban varios de ellos.
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