La niebla de la mañana, muy habitual por la proximidad del río Bodrog, abre paso a un día radiante a mediados de octubre en Tolcsva. Desde primera hora, diferentes cuadrillas vendimian a mano, y uva a uva, las vides de las colinas que rodean este pequeño pueblo en el noreste de Hungría. Es la región de Tokaj, considerada como la primera denominación de origen vinícola del mundo (siglo XVIII), y allí tiene bodega desde 1993 Tempos Vega Sicilia: Oremus.
“Vino de reyes; rey de los vinos”. La leyenda dice que Luis XIV de Francia denominó así al vino de Tokaj. Durante varios siglos, el vino dulce húngaro fue la estrella en las mesas de monarcas, nobles y papas europeos. Sin embargo, su prestigio se apagó tras la II Guerra Mundial; el régimen comunista se hizo con el poder en Hungría durante más de 40 años. “La mayoría de las viñas se nacionalizaron. Durante esa época el Tokaj se convierte en un vino de burócratas, empobrecido por producciones masivas para satisfacer al mercado soviético”, explica András Bacsó, enólogo principal de Oremus.
Después de la caída del muro de Berlín, en 1989, con el desmoronamiento del régimen soviético y sus países satélites, Hungría se declara República Democrática. El nuevo Gobierno quería cambiar las cosas, pero no tenía dinero. Una necesidad de modernidad que abrió la puerta al capital extranjero. A principios de los años noventa se empiezan a privatizar bodegas en Tokaj y la familia Álvarez —dueños del gigante de los servicios Eulen y que una década antes había desembarcado en el negocio del vino con la compra de Vega Sicilia— aterriza en Hungría. La bodega elegida fue la de Oremus, que elabora vino desde 1630 cuando un predicador calvinista creó una bebida dulce que bautizó con el nombre Tokaj Aszú (vino de lágrima). En 1993 se cerró el acuerdo y el grupo español aportó el 50% en capital y el Estado húngaro el otro 50% en tierras, botellas, barricas y una bodega subterránea. Pasados tres años, la familia Álvarez se hizo con la mayoría de las acciones.
Combinación ganadora
“Fue una unión perfecta. Tempos Vega Sicilia aportaba la búsqueda de la excelencia y el músculo financiero. Por su parte, Oremus tenía detrás su tradición. Además, Tokaj ofrecía exotismo al grupo y complementar con sus blancos la oferta de vinos tintos del resto de marcas del grupo”, explica Robert Kindl, director general de Oremus, durante un viaje de prensa organizado por la compañía en el que estuvieron varios medios españoles, entre ellos EL PAÍS.
En 2020, Oremus facturó 2,6 millones de euros, con un resultado de explotación de 1,1 millones y un beneficio neto de 995.000 euros. En total, Tempos Vega Sicilia ingresó el pasado año 35,96 millones con sus cinco bodegas (Vega Sicilia, Alión, Pintia, Macán y Oremus) y ganó 18,53 millones. “La rentabilidad no ha sido fácil. Ahora tenemos un plan estratégico que prevé un crecimiento estable para los próximos años. La llegada de la familia Álvarez ha sido clave en la revitalización de la bodega. Más que de evolución, yo hablaría de revolución. Oremus solo tenía pasado y Vega Sicilia ha aportado presente y, sobre todo, futuro”, destaca Kindl, quien se incorporó a Oremus a principios de este año tras la jubilación de András Bacsó (padre), que había llevado las riendas de la bodega durante casi tres décadas. El nuevo director general ha desarrollado buena parte de su carrera en bodegas de Nueva Zelanda.
Oremus tiene 115 hectáreas y la uva predominante es la variedad furmint. La vid, plantada al pie de los montes en altitud que no supera los 200 metros sobre el nivel del mar, está protegida de los vientos del norte y su orientación le permite recibir bastante sol. La vendimia en Tolcsva se divide en dos fases. En la primera se recogen las uvas destinadas a la elaboración de los dos blancos secos de la bodega. Vega Sicilia fue el primer grupo en producir vino blanco en Tokaj, con Mandolás (año 2001) y en 2021 se sumó Petracs.
Si la añada reúne los requisitos de calidad exigidos, a mediados de octubre arranca la segunda fase de vendimia en Oremus. Es entonces cuando se recogen las uvas para su vino de cosecha tardía y sus famosos dulces (Aszú y Eszencia). Gracias a la pasificación por la podredumbre noble provocada por el efecto benigno del hongo Botrytis cinerea, que ataca al grano de la uva, se consigue un vino Aszú con un equilibrio perfecto entre dulzor y acidez. El recipiente de madera con el que se recogen las bayas (puttonyo), con una capacidad de 25 kilos, permite clasificar a los vinos Aszú en tres categorías según el nivel de azúcar: tres, cinco y seis puttonyos. En el caso del Eszencia, durante los días de almacenamiento el prensado es natural, solo interviene el propio peso de la uva que permite que se destile el mosto o esencia en estado puro. Este vino es el más caro por litro que tiene Vega Sicilia (300 euros una botella de 0,375 litros) y cada año solo salen al mercado unas 800 botellas.
“Oremus es un caso aislado y adelantado gracias al impulso de Vega Sicilia, pero en la región de Tokaj aún queda mucho por hacer para poder equiparar sus vinos a los grandes blancos de Sauternes o Rheingau. Fueron muchos años de comunismo donde no hubo innovación. Faltan infraestructuras, hoteles y educación para exprimir todo el potencial que tiene la zona”, concluye Zita Rojkovich, gerente y distribuidora de Oremus.
Un moho mágico
Las nuevas instalaciones de Oremus para la producción y embotellado de vino fueron inauguradas en el año 2000. Este moderno edificio se comunica a través de un ascensor con un laberinto de cuevas con una extensión próxima a los cinco kilómetros de pasillos en tres niveles. La bodega subterránea se construyó entre los siglos XIII y XVII y sirve todavía para la crianza de los vinos de la bodega. En estos túneles la temperatura permanece estable entre los 8 y los 12 grados, con un nivel de humedad relativa de entre el 78% y el 96%. Unas condiciones idóneas para el reposo del vino que se consigue de forma natural gracias al moho gris oscuro y algodonoso que recubre las paredes. El Cladosporium cellare es un hongo que se nutre de los vapores del alcohol y da, a cambio, oxígeno. En el subsuelo de Tolcsva se esconde un tesoro en forma de barricas de roble húngaro que se intercala con botellas antiguas de Aszú, cuyo color ámbar produce un efecto óptico similar a los lingotes de oro cuando se apilan.
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