Doctor Yo y Doctor Mocito entran haciendo todo el ruido posible en la peluquería de Caroli en Los Cancajos, al este de La Palma. Las dueñas del negocio perdieron el local que tenían en Todoque, por la lava del volcán de La Palma, y han podido abrir este gracias al apoyo de sus vecinos. “Hemos reabierto, pero el dolor sigue”, confiesa la peluquera. Yo y Mocito han venido esta tarde a tratar de paliar algo este dolor. No han cursado carrera alguna de medicina o psicología. Simplemente son payasos, y forman parte del proyecto Sonrisas de Emergencia, auspiciado por la Fundación Theodora y la Fundación Disa. Su trabajo consiste en recorrer casas y hoteles de acogida, hospitales, centros sociosanitarios o ludotecas para hacer reír a quien lo reclama. “La gente tiene ganas de romper el drama”, sentencia Daniel Muela, alias Doctor Yo.
Las risas son algo que escasea desde hace dos meses en La Palma. Por eso, las autoridades sanitarias de Canarias están en alerta por la salud mental en la isla canaria. Mariana Monterrey, psicóloga y coordinadora de la atención psicológica de emergencia por la erupción, gestiona un equipo de 12 psicólogos repartidos en El Paso, Los Llanos de Aridane, Fuencaliente y Tazacorte, y asegura que se han triplicado las consultas en el centro privado en el que trabaja en Los Llanos. El director del Área de Salud de La Palma, Kilian Sánchez, cree que “el verdadero problema de salud mental está por venir”, ya que en la atención primaria han aumentado las consultas y las recetas de antidepresivos, de benzodiazepinas. “Si no somos capaces de dar respuesta y dejamos que se cronifiquen, podemos tener un problema de largo recorrido”, añade.
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Verónica, de 32 años, es uno de esos casos. “Yo llevo un mes con ansiolíticos y antidepresivos”, confiesa a la salida del Centro de Salud de Los Llanos de Aridane. No ha perdido su casa en Las Manchas, pero asegura que la situación ha podido con sus nervios. “Comenzar cada mañana se me hace un mundo”. La psicóloga Mariana Monterrey, de hecho, asegura que los casos como el de Verónica son más difíciles. “Las personas necesitan certezas, aunque sean negativas, para seguir adelante”, sostiene. En estos casos, poco se puede hacer salvo darles acompañamiento y permitirles un desahogo emocional.
Medir el impacto
Para ver la dimensión del impacto que ha tenido la erupción en la población de La Palma, el Colegio Oficial de Psicología de Santa Cruz de Tenerife, a través de su cátedra de Psicología Aplicada, ha lanzado una investigación con la que pretende recabar información a través de varias escalas validadas científicamente. Con estos datos, aseguran fuentes de la organización, “se podrá proponer un plan de intervención ajustado y formar así parte de la reconstrucción de la isla”.
Kilian Sánchez, director del Área de Salud de La PalmaConsejería de Sanidad, Gobierno de Canarias
La Consejería de Sanidad asegura que se activó hace tiempo. “Como medida urgente, nada más explotar el volcán reforzamos los servicios de atención primaria”, explica Sánchez. El Servicio Canario de Salud (SCS), además, ha puesto en marcha un dispositivo de Atención Domiciliaria de Salud Mental para los afectados; además de una Unidad de Atención Temprana y para la atención a la población infantil y oficinas para atender a los profesionales del propio SCS que se hayan visto afectados. “Hay que cuidar al que cuida: vienen de una crisis dura por la covid y casi sin descanso llega la erupción. Además, el 60% de nuestro personal procede del Valle [la zona occidental de La Palma, que comprende Los Llanos, El Paso y Tazacorte], por lo que muchos se han visto directamente afectados”.
Sánchez avisa sobre la situación: “Necesitamos una infraestructura fuerte. Para ello, trabajamos en la creación en una unidad de media estancia”, un objetivo a medio plazo para el que la consejería está contratando a “nuevos profesionales de salud mental o trasladando refuerzos desde otras islas”. La Palma, con más de 83.000 personas empadronadas, cuenta con 19 trabajadores públicos dedicados a la salud mental, según los datos del Gobierno de Canarias.
Estefanía Martín es la psicóloga referente del punto de atención única al ciudadano en la localidad de Argual (Los Llanos de Aridane). Ese es el principal punto al que llegan los afectados en busca de soluciones. “Nos encontramos con cuadros de ansiedad y síntomas depresivos, e incluso con personas que venían ya con tratamientos y que están recayendo o que tienen miedo a recaer”. Por ejemplo, Paloma G., madre de dos hijos y desplazada en una casa en Tazacorte. “Para mí todo esto del volcán es hundirme más de lo que estaba”, asegura en la puerta del Centro de Salud.
Los artistas hospitalarios del proyecto Sonrisas de Emergencia Wame Gutiérrez (Dr. Mocito) (C) y Daniel Mesa (Dr. Yo), junto a Cristina González, responsable de servicios sociales en el Banco de alimentos en La Palma, fotografiados en El Paso, La Palma.Albert Garcia (EL PAÍS)
Martín explica cómo se enfrentan a esta situación. “Tratamos de trabajar en la realidad y en el compromiso para evitar que caigan en pensamientos rumiantes: no han de irse a un mundo paralelo, sino ser conscientes de lo que están pasando. Tratamos de que recuerden sus casas, nos den detalles, de que busquen metas a corto plazo, que tengan relación con su casa anterior, que no rompan la rutina…”. Y con gran atención al calendario. “La meta principal en la que trabajamos la mayoría es la Navidad”, explica. “Han perdido la ilusión. Por ello, tratamos de darle la vuelta: lo distinto no tiene por qué ser peor”.
Repercusión en los niños
La repercusión sobre los niños a corto, medio y largo plazo constituye la otra gran fuente de preocupación. “No tienen las herramientas para hacer frente a la gestión emocional y retienen tanto que recurren a conductas adaptativas como gritar, taparse los ojos o mostrar una agresividad explosiva con sus padres”, avisa Kilian Sánchez. “La salud mental infantojuvenil es una prioridad por su repercusión a corto, medio y largo plazo”.
Ha caído la noche en La Palma. En un día, Doctor Yo (Daniel Muela) y Doctor Mocito (Wame Gutiérrez) han pasado por un centro social, una ludoteca, una peluquería y un centro escolar, tratando de arrancar sonrisas entre la ceniza. “Hacemos falta tanto a niños como a mayores”, explica Gutiérrez. “Estamos acostumbrados a gestionar duelos, drama y dolor… Solo hay que adaptarse a cada situación”. Tienen previsto trabajar en la isla hasta febrero. Al menos. Porque les queda trabajo por delante, según asegura Sánchez. “Los palmeros ya se han enfrentado a la pérdida, pero aún les queda enfrentarse a la realidad: cuando el volcán se apague es probable que vivan un segundo duelo”.
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