Brian Cox, el patriarca de ‘Succession’: “Yo esperaba más papeles protagonistas, pero mi camino fue el que fue”

Brian Cox (Dundee, Escocia, 75 años) celebra este año su 60° aniversario como actor. Y lo hace, probablemente, en el momento más alto de su carrera gracias a la serie Succession (HBO España) y su papel como Logan Roy, el multimillonario patriarca de una familia disfuncional, un oligarca del mundo de las comunicaciones. Este es el punto en el que Cox siempre supo que debía estar, aunque tardara. “Cuando era joven, uno de mis mentores ya me lo advirtió: ‘Brian, lo tuyo va a ser una carrera de fondo. Te va a ir bien, pero lo importante vendrá cuando seas mayor”, recuerda en una conversación vía Zoom, sentado cómodamente en un hotel de Londres. “Y tenía razón. Siempre lo supe, quería seguir actuando con 70 y aquí estoy. Haciendo lo que siempre planeé hacer, así que cuando, por fin, te ofrecen un personaje como Logan tiene todo el sentido, ya era hora, es lo que tocaba”, añade.

El último episodio de la segunda temporada de Succession se cerraba con una sonrisa de Logan que lo decía todo. “Una sonrisa enfadada y llena de orgullo”, describe, hacia su hijo Kendall (interpretado por Jeremy Strong). La tercera temporada de la serie, actualmente en emisión, retoma ese momento. “Es una continuación del caos anterior, tendremos que lidiar con esta nueva agresión de Kendall, ver cómo cada uno de los hijos sale adelante y cómo Logan se relaciona con ellos para acabar en un clímax muy, muy dramático… ¡sobre el que no te puedo decir nada!”, se excusa, algo que hace con frecuencia. “Por desgracia no puedo decir nada más”, se disculpa, aunque a este conversador nato se le escapan detalles y secretos que, al terminar, pide amablemente que no revelemos.

Poco importa. Lo interesante de hablar con alguien como Cox no es solo la serie que le está dando el reconocimiento (Globo de Oro incluido) y la atención que merecía; lo mejor es dejar discurrir a este anecdotario vivo y defensor público de la marihuana. Dejarle recordar, por ejemplo, aún enfadado, una infancia durísima en Dundee. Su personaje, Logan, también pocede de esa ciudad escocesa. “Un guiño que me hizo Jesse Armstrong, el creador. Pero él vendría de una familia con algo de dinero, y nosotros no teníamos nada”. Cox, de hecho, habla del teatro como su primera familia. “Me acogieron y, por primera vez, me sentí parte de algo, porque mi familia…”, no termina la frase. “En el teatro todos somos iguales, hay estrellas, pero cuando trabajas, ya puedes ser Matt Damon, Brad Pitt o Scarlett Johansson, que eres igual que todos”, describe este socialista reconocido.

En el teatro ha desarrollado la mayor parte de su carrera. Es un gran nombre en las tablas británicas y reconocido como secundario de lujo en cine y televisión: ha participado en producciones aparentemente opuestas como Adaptation (2002) y X-Men (2003).

Este año, Cox también publica sus memorias, Putting the rabbit in the hat (Grand Central): “Lo importante no es sacar el conejo de la chistera sino saber cómo meterlo”, explica sobre el título. Ha estado repasando su vida. “No ha sido todo fácil, ha habido dolor en el camino. No todo ha salido redondo, yo esperaba hacer más protagonistas en películas, pero fue lo que fue. Y no me quejo ni me arrepiento de nada”, razona. Está aquí después de haber salido de la nada, hecho a sí mismo. “En eso coincidimos Logan y yo”, se ríe. Y sin querer compararlos, habla también de la vida acomodada de sus hijos. Para ellos y para todos los que se crean con derecho a reclamar algo, Cox tiene un único consejo. “Lleva siempre contigo una foto de cuando eras niño o niña para saber quién eras, ese niño lleno de curiosidad, de miedos, de rarezas… Ese niño quizá no sabía que acabaría aquí, pero estaba abierto a vivir la aventura. Me encanta”.

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