El vacío no existe en política y la canciller alemana, Angela Merkel, está a punto de comprobarlo. Aún le quedan unos días para pasar el testigo al próximo canciller, Olaf Scholz, pero Bruselas ya se relame con la perspectiva de un nuevo Gobierno marcadamente europeísta y mucho más ambicioso que el anterior en política comunitaria. La salida de Merkel marca el inicio de una nueva relación entre Berlín y Bruselas y pone fin a tres lustros plagados de crisis en las que la canciller saliente ejerció a menudo más como lastre que como motor.
Las autoridades comunitarias no han esperado al relevo para palpar de primera mano el talante del futuro tripartito (socialdemócratas, verdes y liberales) encabezado por Scholz. El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se desplazó hasta Berlín en octubre para entrevistarse tanto con el futuro canciller del SPD como con los líderes de sus aliados, Annalena Baerbock y Robert Habeck, por parte de Los Verdes, y Christian Lindner, en representación de los liberales.
“La primera impresión es evidente: en Alemania habrá un Gobierno con una agenda proeuropea”, resume un alto cargo europeo el balance de los primeros contactos con las personalidades que de manera inminente se pondrán al frente del país. La misma fuente se muestra “optimista” ante la llegada de un Ejecutivo que puede ser decisivo para la salida de una crisis sanitaria y económica provocada por la covid-19 y “que todo el mundo coincide en que marcará un punto de inflexión en la UE”.
El liderazgo socialdemócrata del nuevo Gobierno, secundado por Los Verdes como tercer partido tras la contienda electoral de septiembre, anticipa un reequilibrio de fuerzas en el Consejo de la UE a favor de un mayor peso de las políticas sociales y medioambientales. La presencia en la coalición de los liberales, cuarto partido en las elecciones, no parece tener un peso suficiente para contrarrestar la fuerza motriz de los dos principales partidos de la coalición.
Fuentes comunitarias indican que Berlín “será clave para salir de la crisis y para avanzar hacia una prosperidad y un modelo socioeconómico postcovid que tenga como eje la lucha contra el cambio climático y la digitalización”. El impulso de Scholz, hasta ahora ministro de Finanzas en la gran coalición encabezada por Merkel, será también fundamental para adaptar el Pacto de Estabilidad a la nueva realidad económica y para completar reformas empantanadas por las objeciones de Berlín, como la unión bancaria.
“En Alemania habrá ahora un Gobierno deseoso de liderar Europa desde la posición de cabeza, ¡y cómo!”, se entusiasma el eurodiputado liberal y copresidente de la Conferencia sobre el futuro de Europa, Guy Verhofstadt, en una tribuna publicada ayer en Político. Verhofstadt celebra que pase a la historia lo que califica como “el freno de Merkel”, en alusión, sobre todo, a la renuencia de la canciller a que la UE se emplee a fondo para frenar la deriva autoritaria en Polonia y Hungría.
Lenta reacción en Grecia
En el pasivo de la canciller, según sus críticos, también quedará la lenta reacción de la UE durante la crisis griega (2010), que bajo el liderazgo de Berlín prefirió dar un escarmiento a Atenas antes que zanjar cuanto antes los ataques especulativos. La debacle griega acabó provocando una crisis de deuda en varios países de la zona euro, incluida España, y las recetas de austeridad dictadas por Berlín condenaron a buena parte de Europa a una doble recesión e hicieron que el Viejo Continente perdiera aún más terreno económico respecto a EE UU.
Merkel, sin embargo, puso a salvo su legado europeo durante la crisis provocada por la pandemia. La canciller se alió rápidamente con el presidente francés, Emmanuel Macron, para proponer un fondo de recuperación multimillonario que acabaría viendo la luz y que, por primera vez en la historia de la UE, financia subvenciones mediante emisiones conjuntas de deuda. El eje franco-alemán volvía a rodar con fuerza por primera vez en los cuatro mandatos de Merkel.
“Scholz ha sido el vicecanciller durante la última etapa de Merkel, que ha coincidido con la contundente respuesta europea a la pandemia”, apunta una fuente comunitaria. La presencia del antiguo número dos al frente del Gobierno augura, según esa misma fuente, que Berlín mantendrá y, probablemente, profundizará el giro europeísta de Merkel en los últimos dos años. “Estoy seguro de que habrá un claro compromiso europeo”, apuesta otro alto cargo comunitario.
Constanze Stelzenmüller, especialista en política europea de Brookings Institution, considera que “Bruselas y la UE deben sentirse tranquilos con el compromiso del canciller Scholz con una gobernanza transformadora”. El capitulo sobre Europa del acuerdo de coalición corrobora el diagnóstico de la doctora Stelzenmüller. “Formaremos un Gobierno que definirá los intereses alemanes a la luz de los intereses europeos”, promete el acuerdo forjado por socialistas, verdes y liberales apenas dos meses después de las elecciones que han enviado a la oposición a los democristianos de Merkel.
A diferencia de los últimos años, cuando numerosas reformas —desde la unión bancaria a la creación del fondo de rescate de la zona euro— tuvieron que superar la fiera resistencia de Berlín, el tripartito se compromete a utilizar todo el peso político del mayor socio de la UE para impulsar la transformación del club europeo.
Berlín se propone aprovechar la Conferencia sobre el futuro de Europa, una iniciativa que había nacido moribunda por la falta de entusiasmo en la mayoría de las capitales, para desencadenar “una convención constitucional y un mayor desarrollo federal de Europa”.
El acuerdo también parece poner punto final al llamado “método de la Unión”, el sistema ideado por Merkel para desplazar el motor de la integración desde la Comisión Europea al Consejo, un foro compuesto por los presidentes de Gobierno que opera de forma opaca y sin apenas dar explicaciones al Parlamento Europeo. “Daremos prioridad otra vez al método comunitario”, apunta el acuerdo de Gobierno en alusión al sistema que devuelve a la Comisión su protagonismo.
Los liberales, atemperados
Incluso el ala liberal del futuro Gobierno ha atemperado su euroescepticismo latente de los últimos años. Su líder y ministro de Finanzas en ciernes, Christian Lindner, se ha desmarcado ya de los llamados frugales, el grupo de países (Holanda, Finlandia o Austria) que secundaron a Berlín durante los años de la austeridad y que se resistieron incluso a la creación del fondo contra la pandemia. “Alemania no puede actuar como el comisario del ahorro”, señalaba en una reciente entrevista con Der Spiegel.
Guy Verhofstadt, vehemente federalista, no oculta la alegría ante la posible resurrección de la Conferencia sobre el futuro de Europa. “Las estrellas se están alineando para una verdadera reforma de la UE”, apunta el eurodiputado liberal y señala la presidencia semestral de la UE en manos de Macron (a partir del 1 de enero) y el liderazgo de Mario Draghi en Italia como vértices de un nuevo triángulo virtuoso que dejaría atrás años de parálisis y titubeos.
Constanze Stelzenmüller, analista de Brookings, alerta sin embargo contra un optimismo desaforado. Y recomienda a Bruselas y a la UE que “observen con mucho cuidado cómo Scholz y su equipo afrontan el inevitable asalto de la realidad, por ejemplo, en Ucrania”, en alusión al posible choque con Rusia. “De eso dependerá que este Gobierno pueda o no moldear la política [europea]“.
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