Guillermo López Lluch, biólogo: “Hay que pasar del estado de histeria al de vigilancia ante la variante ómicron”

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Guillermo López Lluch, cordobés de 52 años, es catedrático del área de Biología Celular de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla e investigador asociado del Centro Andaluz de Biología del Desarrollo tras haberse formado en España y en el Departamento de Medicina Molecular (Rayne Institute) del University College of London. Afirma que un científico nunca descansa y la pandemia le ha dado una razón más para estar permanentemente mirando al coronavirus causante de la covid con el fin de desentrañarlo. Cree que la variante ómicron era previsible y que la alarma generada es desproporcionada. Asegura que “hay que pasar a un estado de vigilancia más que a un estado de histeria” y advierte de que ni al virus le interesa acabar con el huésped que ha encontrado en las personas ni el cuerpo está indefenso. Desde el comienzo de la pandemia no ha parado de comunicar, informar e investigar para poner al coronavirus en su lugar en el ámbito de la biología.

Pregunta. ¿Es preocupante la variante ómicron?

Respuesta. Era previsible. Las mutaciones son normales ante un nuevo virus en un nuevo huésped. Se producen miles mientras el virus se replica hasta encontrar las más efectivas a la hora de infectar, y esas se van imponiendo. Los cambios se están acumulando en la proteína que utiliza el virus para ingresar dentro de nuestras células, se está adaptando molecularmente a lo que tiene que reconocer en nuestro organismo para infectar mejor. Pero eso no significa que se va a agravar la forma en la que afecta al cuerpo. En el ámbito poblacional sí puede ser más infectivo, puede afectar a más personas, pero a nivel particular, en el ámbito de cada persona, no quiere decir que sea más grave. Los síntomas que ocasiona la nueva variante han cambiado. Ya no causa una pérdida de olfato sino un cuadro de malestar general parecido al del catarro. El problema es que siempre habrá un porcentaje de personas más sensibles a las infecciones respiratorias, como la neumonía, en las que el virus es más agresivo. Pero hay 200 tipos de virus que producen neumonías, junto con algunas bacterias, y hay personas con un sistema inmunológico deficiente para contrarrestar la infección. No obstante, hay que pensar que al virus no le interesa que el huésped, la persona donde se replica, muera rápidamente.

La nueva variante puede afectar a más personas, pero a nivel particular, en el ámbito de cada persona, no quiere decir que sea más grave

P. ¿Es relevante la presencia de más de 30 mutaciones en la variante ómicron?

R. En principio sí porque significa muchas mutaciones en una sola variante. Pero la cuestión es ¿cuántas variantes intermedias no se han secuenciado? Esta se ha descubierto porque se detectaron personas con coronavirus con síntomas que no cuadraban con los generales descritos en la mayoría de la población. ¿Pero cuántas variantes habrá en el planeta? La otra cuestión relevante es cuántas de esas mutaciones del virus mejoran su capacidad para contagiar. Puede ser que no sean tantas como creemos y que muchas de ellas sean mutaciones silenciosas, que no hacen nada. Puede cambiar un aminoácido, pero ni favorece la infectividad ni perjudica especialmente al huésped.

P. ¿Las mutaciones implican que las vacunas no son eficaces?

R. No se puede decir. La respuesta inmunológica es mucho más compleja de lo que se está diciendo. Se está mirando la respuesta de los anticuerpos neutralizantes, que son los que se supone que se van a unir a la zona de interacción entre el virus y nuestras células para bloquearlos. Pero hay otros anticuerpos que no se unen a esa zona, que se pegan a otros sitios cercanos de la proteína y también neutralizan porque evitan que la proteína del virus cambie, que se adapte a la humana. La variante ómicron tiene muchas mutaciones en la zona de integración, lo que era previsible porque es donde interacciona molecularmente con la proteína humana, pero la proteína S del virus [la que utiliza para infectar] tiene muchos sitios ocupados por azúcares, y las vacunas actúan también sobre esa parte. Además, ya se sabe que algunos anticuerpos reconocen, bloquean y estorban esa parte. Y para los linfocitos T hay más de 200 posibles trocitos de proteínas que pueden ser reconocidos y no es esperable que, por alguna mutación, se vaya a escapar toda la proteína. Todavía es muy prematuro pensar que las vacunas hayan perdido eficacia suficiente como para pensar en diseñar otra nueva. Hay que esperar a ver cómo evoluciona, pero no creo que se haya perdido eficacia. Cuando apareció la variante delta, algunos directivos de fabricantes de vacunas ya dijeron que habría que modificarlas y no fue necesario.

Puede que muchas mutaciones sean silenciosas, que no hagan nada. Puede cambiar un aminoácido, pero ni favorece la infectividad ni perjudica especialmente al huésped

P. ¿El sistema de defensa del cuerpo, con la inmunidad adquirida por las vacunas o por la natural, tiene capacidad de defenderse de esta variante?

R. Es lógico pensar que es capaz de reconocer la infección vírica al principio, en cuanto empieza a actuar, si tiene suficientes linfocitos T, glóbulos blancos que son capaces de destruir las células infectadas por el coronavirus. Es la memoria del cuerpo para responder a esa infección vírica. El sistema inmunológico entrenado con las vacunas actúa principalmente sobre la llave de entrada del virus al cuerpo, contra la proteína S. Pero cuando tiene que responder una segunda vez, ya se desarrolla también una inmunidad natural y esta es capaz de actuar contra otras proteínas de la membrana y especialmente contra péptidos de las proteínas internas.

P. ¿Habrá más variantes?

R. Cabe esa posibilidad, pero no creo que muchas más, porque muchas de las mutaciones se han producido en la zona de interacción, y, evolutivamente, cuando un sistema llega a un nivel óptimo, cualquier cambio estorba y dificulta esa interacción, por lo que serían peores. Se pueden detectar variantes con mutaciones en otros sitios que son irrelevantes.

Todas las pandemias empiezan y también acaban. Acabaremos con un virus que posiblemente se quede como endémico y producirá catarros, como los otros coronavirus humanos que hay

P. ¿Valen las medidas actuales contra el coronavirus?

R. Creo que deberíamos entrar en otro nivel que implicaría vigilar la presión hospitalaria y, en especial, reforzar la atención primaria. El último aumento de contagios no está generando las hospitalizaciones y la mortandad de olas anteriores gracias a las vacunas. Es importante que las personas reacias a vacunarse no se lo piensen más: son seguras y peligra su salud. Son ellos los que pueden sufrir la versión grave de la enfermedad.

P. ¿Cómo va a evolucionar la pandemia?

R. Todas las pandemias empiezan y también acaban. Acabaremos con un virus que posiblemente se quede como endémico y producirá catarros, como los otros coronavirus humanos que hay. Nuestro sistema inmunológico se reforzará y simplemente tendremos catarros de vez en cuando.

P. ¿Es desproporcionada entonces la alarma suscitada por la variante ómicron?

R. Creo que sí, que se ha producido una alarma desproporcionada porque se ha identificado una variante nueva que tiene muchas mutaciones. El problema está en los países con un porcentaje de personas vacunadas muy bajo. Pero ya era un problema con la variante delta y lo será con la ómicron. Lo importante es tener a la población mayoritariamente protegida y tomar las decisiones en función de la evolución, con calma, de acuerdo con los datos. Ahora mismo no podemos decir que esto va a ser un desastre. Hay que pasar a un estado de vigilancia más que a un estado de histeria.

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