De hamburguesas “sangrantes” a salchichas, nuggets y albóndigas que no proceden de animales. Los productos que imitan la carne a base de plantas y hongos están remodelando la industria alimentaria. El CES, la mayor feria de electrónica de consumo del mundo, estrena este año un área dedicada exclusivamente a la tecnología de los alimentos. Dar un paseo por dicha zona es como adentrarse por un momento en lo que puede depararnos el futuro de la alimentación.
El CES, que este año tiene lugar entre el 5 y el 7 de enero en Las Vegas, suele ser una antesala de algunas de las tecnologías que dominarán el futuro. Se espera que la cuota de mercado de la tecnología alimentaria supere los 342.000 millones de dólares en 2027, según la CTA. La asociación de compañías tecnológicas de EE UU, que organiza el evento, indica que esta tendencia irá en aumento a medida que crezca “la demanda de acceso a productos alimentarios más baratos, saludables y seguros”.
“Creo que en el futuro no van a hacer falta ni animales ni plantas. Al final todo se reduce a la química, a los átomos que componen cualquier alimento, y eso lo puedes reconstruir”, afirma José María Elorza, director financiero de Moa FoodTech. Esta empresa española utiliza desechos de la industria alimentaria, que normalmente se tiran o se dan de comer a los animales, para generar nuevos ingredientes que después vuelven a vender a los productores de alimentos. Dichos ingredientes son modulados con distintas tecnologías de forma que más tarde puedan utilizarse “para hacer análogos cárnicos, bebidas vegetales, snacks o incluso cerveza”.
Sólo en 2020 se invirtieron más de 17.000 millones de dólares en soluciones de tecnología alimentaria, según afirma la CTA citando datos de Food Tech Data Navigator. En los últimos años múltiples compañías han recurrido a la tecnología para recrear el sabor y la textura de la carne. Impossible Foods pretende eliminar la necesidad de animales en la cadena alimentaria antes de 2035. Si en 2019 sorprendió en el CES con una hamburguesa “sangrante”, ahora trata de desarrollar alimentos de origen vegetal similares al pollo, el marisco, la leche o los huevos. La compañía tiene un valor de más de 4.000 millones de dólares, con sustitutos de carne en grandes cadenas como Burguer King o Starbucks.
Susana Sánchez, directora científica de Moa Foodtech, explica que la carne resulta difícil de imitar por las texturas. Según cuenta, hay quienes buscan en los hongos la clave para conseguirlo. Es el caso de Meati Foods, Ecovative o MycoTechnology. Esta última compañía utiliza una mezcla de proteína de guisante y arroz fermentada a base de hongos para crear análogos de la carne, alternativas lácteas o bebidas proteicas. EL PAÍS ha probado un sustituto de carne elaborado con esta proteína vegetal y su textura resulta bastante similar a la carne.
Hacia una alimentación más sostenible
Todas estas compañías coinciden en que en el futuro serán necesarios este tipo de productos y un cambio en el modelo de alimentación. “Si la población crece de unas 8.000 mil millones de personas que hay en la actualidad a 10.000 millones en 2050, vamos a necesitar un 70% más de alimentos, entre ellos, de carne”, afirma Jim Ellis, de MycoTechnology. La carne de origen vegetal, según el experto, servirá para hacer frente al aumento de demanda.
A ello se suma que ahora las personas “prestan más atención a lo que están metiendo en su cuerpo”. Varios estudios señalan que tanto la carne roja como la carne procesada están relacionadas con un aumento del riesgo de padecer algunos tipos de cáncer. La Organización Mundial de la Salud califica la carne roja como “probablemente carcinógena” y sostiene que hay evidencia suficiente de que comer carne procesada causa cáncer colorrectal. En este contexto, algunos organismos como el Fondo Mundial para la Investigación del Cáncer (WCRF, por sus siglas en inglés) aconsejan limitar el consumo de ambos tipos de carne.
Bosco Emparanza, CEO de Moa FoodTech, cree que en el futuro se seguirá consumiendo carne. Pero sostiene que hay un movimiento para replicarla con proteínas nutritivas y, sobre todo, sostenibles. El experto subraya el gran impacto ambiental de la industria agroalimentaria: “Además de causar gran parte de la deforestación, emite una gran cantidad de gases de efecto invernadero, y la industria y la sociedad lo saben”. La producción de alimentos genera un tercio de las emisiones globales de gases de efecto invernadero, según un estudio publicado en Nature Food. Esta situación “ha llevado a una parte de la población a cambiar sus hábitos de consumo y a la industria, a buscar soluciones alternativas”.
Moa FoodTech aún está en una fase de desarrollo de la tecnología y todavía no se ha lanzado a la producción en masa de sus ingredientes. Sus creadores ya han realizado proyectos con grandes compañías como Barilla y aseguran estar manteniendo conversaciones con empresas de todo el mundo: desde uno de los mayores productores de alimentos de Filipinas a grandes cárnicas de España, como Campofrío.
Pese al enorme potencial de estos nuevos alimentos más sostenibles, todavía hace falta conseguir un ambicioso objetivo: cautivar a las masas. Elorza considera que el consumidor tiene todavía cierta aversión a comer alimentos que se han producido en un laboratorio, aunque insiste en que esta tendencia está cambiando. Además, producir este tipo de comida puede resultar costoso: “Como todo proceso productivo, hasta que adquieres economías de escala no se reduce el coste. Conseguir proteína de soja hace unos años era muy caro, pero actualmente es muy barato”.
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