Todas las políticas importantes de Donald Trump han fracasado. Su único gran logro legislativo, el recorte fiscal de 2017, sigue siendo impopular. Sus ataques al Obamacare solo han servido para aumentar el apoyo de la gente al programa. Y su alarmismo ha consolidado la oposición de la mayoría al muro fronterizo que ha propuesto. Pero aunque el Partido Republicano actual no pueda hacer política, sí que controla una gran maquinaria propagandística. Y esa maquinaria se dedica ahora a una estrategia que describe a los demócratas como extremistas. Podría funcionar, pero no debería, porque los demócratas no son extremistas, aunque los republicanos, sí.
El ataque contra los demócratas ha consistido principalmente en demonizar a dos nuevos miembros del Congreso, a las congresistas Ilhan Omar y Alexandria Ocasio-Cortez (AOC). Omar es musulmana y los sospechosos de rigor la han atacado sin piedad utilizando una cita fuera de contexto para retratarla, de manera totalmente falsa, como simpatizante de los terroristas. AOC, que se considera una socialista demócrata —aunque en realidad solo es una socialdemócrata— ha sido objeto de un seguimiento obsesivo por parte de la derecha. A lo largo de un periodo de seis semanas, Fox News y Fox Business la han mencionado más de 3.000 veces, describiéndola como una ignorante o una radical, o ambas cosas.
Seguramente no es ninguna casualidad que estos dos objetivos principales sean mujeres de color; da la sensación de que las supuestas preocupaciones por el extremismo no son más que una tapadera para ocultar el sexismo y el nacionalismo blanco. Pero sigue valiendo la pena señalar que, aunque Omar y AOC se sitúen a la izquierda del Partido Demócrata, ninguna de ellas defiende posturas políticas que resulten extremas en comparación con las opiniones de los expertos o de los ciudadanos.
Pensemos en la defensa de AOC de un tipo impositivo del 70% para las rentas muy altas. Los economistas que entienden de finanzas públicas reconocieron que esa cifra procedía de un artículo ampliamente citado de Peter Diamond y Emmanuel Saez, dos de las principales figuras de ese campo. No hay que estar de acuerdo con su análisis para reconocer que AOC, lejos de mostrar su ignorancia, se basaba en realidad en una sólida investigación. Y tampoco los ciudadanos piensan que la idea sea escandalosa. Una mayoría cree que la gente con una renta elevada paga pocos impuestos, y los sondeos muestran que la propuesta de AOC goza de un amplio apoyo. ¿Es extremista hacerse eco de las investigaciones de expertos y expresar la opinión popular? En realidad, lo que nos dice el hecho de que AOC se sitúe en la izquierda demócrata es que el conjunto del partido está más bien a la derecha de la opinión pública en las principales cuestiones políticas.
Por otra parte, los republicanos son verdaderos extremistas. Como dijeron Thomas Mann y Norman Ornstein en 2012 —mucho antes del auge de Trump—, el Partido Republicano moderno es “de ideología extremista” y no está interesado en “los hechos, las pruebas y la ciencia”. Por ejemplo, las principales figuras del partido niegan el calentamiento global y afirman que es una mentira urdida por una enorme conspiración mundial.
O piensen en las opiniones de Stephen Moore, al que Trump intenta colocar en el consejo de la Reserva Federal. Lo que tienen que saber de Moore, aparte de su incapacidad para entender correctamente los datos, es que, a diferencia de Herman Cain, la otra persona elegida por Trump para la Reserva, forma parte de la clase dirigente de la derecha. Es un antiguo editorialista de The Wall Street Journal, ex economista jefe de la Heritage Foundation y un fijo en conferencias como FreedomFest. Teniendo en cuenta su historial, puede que no resulte sorprendente que crea en doctrinas económicas fallidas, especialmente en la insistencia de que las rebajas fiscales para los ricos tienen efectos mágicos. Sin embargo, lo que se empieza a saber solo ahora es el grado del extremismo político de Moore. Muchas de sus afirmaciones en el pasado —como su aseveración de que “el capitalismo es mucho más importante que la democracia”— parecen una caricatura liberal del conservadurismo. Pero no son ninguna caricatura; Moore nos muestra lo que la derecha piensa realmente.
He mencionado que la mayoría de los estadounidenses creen que los ricos pagan muy pocos impuestos. Moore, por otro lado, quiere eliminar los impuestos sobre la renta y sustituirlos por impuestos sobre las ventas, lo que trasladaría radicalmente la carga fiscal de los ricos a la clase media. Y ha dicho que la 16ª Enmienda, que estableció el impuesto federal sobre la renta, es “la ley más nociva que se ha aprobado en 100 años”. También quiere privatizar la Seguridad Social, un programa que además de ser enormemente popular constituye la base de la seguridad durante la jubilación de los trabajadores estadounidenses. Moore lo convertiría en un sistema como el de los planes de pensiones. Y también se opone ferozmente a Medicaid, que cubre a 65 millones de estadounidenses.
Por último, Moore ha propuesto de antemano una purga de la institución a la que Trump quiere que se incorpore, pidiendo el despido de “centenares” de economistas de la Reserva Federal “que no sirven para nada”. Presumiblemente, se trataría de los economistas que consideraban que los tipos de interés bajos y la expansión monetaria son herramientas valiosas para luchar contra la Gran Recesión, al mismo tiempo que Moore vaticinaba que esas políticas dispararían la inflación. Adivinen quién tenía razón. Por tanto, aunque escogiéramos cuidadosamente a los demócratas escorados a la izquierda, el análisis de sus posturas reales nos muestra que no son extremistas en absoluto. Al mismo tiempo, los pilares de la clase dirigente de la derecha mantienen unas opiniones que chocan frontalmente con las pruebas y a la opinión pública. Los republicanos son los verdaderos extremistas.
Paul Krugman es premio Nobel de Economía
© The New York Times, 2019. Traducción de News Clips
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