Una anciana cruza un pasillo de la residencia Gure Etzea de Barcelona.Albert Garcia
La sexta ola ha entrado ya de lleno en las residencias de ancianos, pero la severidad del nuevo azote del virus sigue contenida. El Instituto de Mayores y Servicios Sociales (Imserso) ha reportado 7.270 nuevas infecciones de covid en los centros de mayores entre el 3 y el 9 de enero. Esto es 4,5 veces las de dos semanas atrás —1.622 casos entre el 20 y el 26 de diciembre—. La cara más amarga de la enfermedad, afortunadamente, no avanza al mismo ritmo y las muertes, aunque al alza, están lejos de las registradas en olas anteriores: en la última semana de la que se disponen datos se han notificado 79 fallecimientos de residentes con covid y, aunque son el doble que dos semanas atrás, son muchos menos que los 300 decesos reportados en las mismas fechas del año pasado. La vacunación, las estrictas medidas de control que pesan sobre las residencias y la menor virulencia de la propia variante, aseguran las voces consultadas, han sido el muro de contención para frenar la gravedad de la covid en esta ola.
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La curva epidémica de las residencias avanza con un decalaje de unas dos semanas respecto a la de la población general. Pero aunque más tarde, los centros de mayores no son burbujas ajenas al mundo y lo que circula en la calle acaba penetrando en ellos antes o después. El ritmo de contagios entre esas cuatro paredes está en pleno auge y ya superan el millar los centros residenciales (hay unos 5.200) con algún positivo —la semana anterior eran unos 700 con algún residente infectado—.
Las infecciones, eso sí, son, en su mayoría, leves. Muchos de los ancianos infectados, de hecho, cursan la enfermedad de forma asintomática, explica Montse Llopis, directora general de Acra, la patronal de las grandes residencias catalanas: “Muy pocos ancianos llegan al hospital. Los que llegan son porque tienen más patologías. La mayoría son leves”. La vacunación y la inyección de terceras dosis antes de que explosionase la sexta ola ha ayudado a contener la gravedad de una infección que, en olas anteriores, diezmó a los ancianos de las residencias. En pleno pico de la tercera ola, por ejemplo, se llegaron a contabilizar 788 muertes semanales entre el 25 y el 31 de enero de 2021.
“Las terceras dosis se están notando muchísimo y los ancianos están muy bien protegidos con la vacunación”, insiste Llopis. La letalidad global desde el inicio de la pandemia, subraya el Imserso en su informe, se sitúa en el 16,87% en los centros residenciales de servicios sociales —la mayoría se produjeron en residencias de ancianos, pero también ha habido decesos en centros para discapacitados u otros alojamientos permanentes de servicios sociales—. En cambio, la letalidad tras la pauta de vacunación completa generalizada en los residentes (a partir de marzo), cayó a poco más del 5%.
Dado que la mayor parte de los ancianos cursan ahora la enfermedad de forma leve, la mayor preocupación del sector en esta sexta ola han sido las bajas laborales por contagios entre los trabajadores de las residencias, que podían poner en jaque la continuidad asistencial. De hecho, los casos de covid entre los empleados notificados en la primera semana de este 2022 superan los 9.000, entre cuatro y cinco veces más que los reportados en las semanas donde se alcanzó el pico de contagios de otras olas.
El Imserso ya dio luz verde en diciembre a la contratación de cuidadores en las residencias aunque no hubiesen terminado su formación para poder cubrir el aluvión de bajas de profesionales, pero Llopis insiste en que la situación es “preocupante” aún. “Nos preocupan mucho las manos para trabajar y hemos pedido que se agilicen altas y bajas. Es que, de repente, puedes tener cuatro o cinco bajas. Y cubrir a los médicos y a las enfermeras es muy complicado también”, apunta.
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