La coalición peronista que gobierna Argentina desde 2019 se tambalea. El último terremoto ha sido originado por el diputado Máximo Kirchner, hijo de los expresidentes Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, al renunciar a la presidencia del bloque oficialista en la Cámara Baja. La decisión exhibe la disconformidad del kirchnerismo con el principio de acuerdo alcanzado el viernes entre el Gobierno de Alberto Fernández y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reestructurar la deuda de 44.000 millones de dólares contraída por el Estado sudamericano en 2018. Las divisiones internas sobre el acuerdo, que obliga a Argentina a alcanzar el equilibrio fiscal en 2025, complican aún más el debate parlamentario necesario para su aprobación definitiva.
“He tomado la decisión de no continuar a cargo de la presidencia del Bloque de Diputados del Frente de Todos. Esta decisión nace de no compartir la estrategia utilizada y mucho menos los resultados obtenidos en la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), llevada adelante exclusivamente por el gabinete económico y el grupo negociador que responde y cuenta con la absoluta confianza del Presidente de la Nación, a quien nunca dejé de decirle mi visión para no llegar a este resultado”, arranca el comunicado de Kirchner difundido este lunes.
El diputado nacional ha subrayado que permanecerá “dentro del bloque para facilitar la tarea del presidente y de su entorno”. La coalición se mantiene así con vida, pero muestra de nuevo su fragilidad a la espera de que se pronuncien otras voces destacadas del kirchnerismo. La vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, guarda silencio desde el viernes. Tampoco se han pronunciado sobre el acuerdo los integrantes de la agrupación La Cámpora más cercanos a Kirchner, como los ministros Wado de Pedro (Interior) o Juan Cabandié (Medio Ambiente).
El presidente anticipó este lunes en una entrevista que la vicepresidenta está en desacuerdo con la decisión tomada por su hijo, pero sólo se sabrá cuando tome ella la palabra. El estilo combativo de Kirchner ya provocó un quebradero de cabeza al presidente Alberto Fernández un mes atrás, cuando su duro discurso en la Cámara de Diputados propició que la oposición se uniera para rechazar el Presupuesto de 2022.
Descontento con el ajuste
La mayor discrepancia del kirchnerismo es el ajuste pactado con el FMI. “Como veo que siempre se interesan por los gastos, podrían ahorrar en economistas caros, ya que para hacer lo que hacen sólo basta con gente que sepa apretar prometiendo el infierno si no se hace lo que ellos quieren”, señaló Kirchner en su carta.
El equipo económico liderado por el ministro Martín Guzmán acordó un sendero de reducción fiscal que contempla alcanzar el déficit cero en 2025, dos años antes de lo que pretendía el Gobierno argentino. Este compromiso adquirido supondrá una importante reducción del gasto público, a la que se ha opuesto en numerosas ocasiones Fernández de Kirchner por considerar que pone en riesgo el crecimiento económico.
El organismo multilateral señaló que Argentina aceptó reducir los subsidios a la energía, lo que hace prever importantes aumentos en las tarifas de la luz, el gas y la electricidad después de haber permanecido casi congeladas desde la irrupción de la pandemia.
El documento definitivo que selle Argentina con el FMI deberá ser aprobado por el Congreso, donde el peronismo no tiene la mayoría suficiente en ninguna de las dos cámaras para sacarlo adelante sin negociar. Cualquier ruptura en sus filas volvería aún más cuesta arriba el trámite parlamentario sobre un acuerdo que marcará la política económica de los próximos años del país sudamericano.
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