La niebla se ha levantado y en su lugar la bruma emborrona los contornos de Kamila Valieva y su peripecia olímpica después de que la ITA (Agencia Internacional de Control del Dopaje) anunciara oficialmente el positivo por trimetazidina del último prodigio del patinaje artístico ruso en un control efectuado el 25 de diciembre en San Petersburgo, durante los campeonatos de Rusia, que Valieva, de 15 años, ganó.
La agencia antidopaje rusa (Rusada), responsable del control, envió la orina al laboratorio de Estocolmo, cuyo retraso en tratar la muestra, pues no emitió el resultado del análisis hasta el 8 de febrero, seis semanas después de recibirla, es el causante de que naciera en Pekín el misterio Valieva, ahora ya solo un simple, pero complicado de resolver, embrollo. Si los suecos hubieran sido diligentes en el cumplimiento de su obligación y hubieran comunicado a su tiempo el positivo, Valieva habría sido suspendida antes de los Juegos y no ocurriría nada de lo que ocurre, enturbia los Juegos de Pekín y arroja más dudas sobre la complicada y ambigua relación entre el dopaje y los éxitos del deporte ruso, que participó en los Juegos de Tokio, y participa en los de Invierno, como ROC (Comité Olímpico Ruso), sin himno ruso y sin bandera, como castigo a sus manejos para eludir los positivos en los Juegos de Invierno que organizó Vladímir Putin en Sochi en 2014.
Para entonces, para el 8 de febrero, Valieva ya había conseguido dejar su huella fuerte en la leyenda olímpica al liderar al equipo de Rusia –dos parejas, un patinador y una patinadora— en su victoria en la competición por equipos gracias a un ejercicio libre en el hielo de Pekín en el que ejecutó dos saltos con cuatro giros en el aire, la primera mujer que hacía saltos cuádruples en unos Juegos Olímpicos. Su nombre había pasado de ser tres sílabas que pasaban de boca en boca de los aficionados al patinaje, casi notas musicales que pronunciaban con reverencia y ritmo, Ka Mi La –sobre todo desde que en enero ganara el Campeonato de Europa–, para convertirse en uno de los más pronunciados, e igualmente reverenciados, en los primeros días de los Juegos pekineses. Y tan niña como Sonja Henie (1912-1969), la noruega que hace un siglo dio nacimiento a la mitología de las patinadoras olímpicas.
El misterio Valieva nació con el aplazamiento de la ceremonia de entrega de medallas de la competición por equipos, el primer oro olímpico de Valieva, prevista para el mismo martes 8, y la simultánea desaparición de la vista pública de la patinadora, que se saltó la sesión de prácticas. El día siguiente, miércoles, en su rueda de prensa cotidiana, el COI, torpemente, abrió la fuente de las suspicacias, al admitir que, sí, que había un asunto legal en manos de los abogados, al no desmentir que podría tratarse de una cuestión de dopaje que afectara al equipo ruso, y, sobre todo, al precisar que el hecho de que estuviera involucrado un deportista menor de 16 años, hacía del asunto un embrollo de repercusiones atómicas. Con menos de 16 años solo había un patinador ruso, Kamila Valieva. En lugar de proteger y preservar el nombre de una menor de 16 implicada, como obliga el Código Mundial Antidopaje, pues considera a los menores “personas protegidas”, el COI la señalaba con el dedo.
Pocas horas después, en la noche de Moscú, varios medios rusos publicaban que, en efecto, un control antidopaje de Valieva efectuado antes de los Juegos había dado resultado positivo por la sustancia trimetazidina, un medicamento que se comercializa con el nombre de Vastarel y que, según el vademécum, está indicado “como terapia adicional para el tratamiento sintomático de pacientes con angina de pecho [falta de oxígeno en el corazón] estable que no están adecuadamente controlados o no toleran terapias antianginosas de primera línea”.
La trimetazidina figura en la lista de sustancias prohibidas, apartado de moduladores metabólicos, pues hace funcionar con más eficiencia a las células del músculo cardiaco. Ningún estudio ha probado los efectos sobre el rendimiento del medicamento, pero la Agencia Mundial Antidopaje (AMA) lo incluyó en la lista en 2014 porque los laboratorios estaban alarmados por las muchas veces que lo encontraban en la orina de los deportistas del Este. Un proceso similar precedió la prohibición del Meldonium, el medicamento cardiaco que le supuso 15 meses de sanción en 2016 a la tenista rusa María Sharapova.
Al día siguiente, el jueves, para sorpresa del mundo, Valieva reaparecía en la pista de hielo de Pekín, donde, sonriente y relajada aparentemente, entrenó sus cuádruples saltos con vistas a la competición olímpica más importante, la individual femenina (martes 15, a las 11 de la mañana, programa corto; jueves 17, a la misma hora, programa libre), la que deberá confirmarla como una de las más grandes de la historia, bajo la mirada exigente y escrutadora de su entrenadora, y de todas las mujeres del equipo ruso, Eteri Tuberidze.
Lo que había ocurrido, aclara el comunicado de la ITA de hoy, viernes, era lo siguiente: el martes, nada más recibir el resultado de Estocolmo, la Rusada había aplicado el código antidopaje y había suspendido provisionalmente a la patinadora. Esta, inmediatamente, había recurrido la sanción. La agencia rusa, en reunión de urgencia, decidió aceptar las razones esgrimidas por la deportista y levantó la sanción. Valieva, que había pasado 24 horas proscrita de los Juegos, volvía a ser libre.
La ITA, organización nacida al amparo de la AMA, admite que se está saltando su deber de proteger el nombre de una menor pero dice que no le quedaba más remedio dado el revuelo mundial que se había organizado con el asunto dada la importancia de los logros deportivos de la implicada.
La duración de la libertad de la prodigiosa Valieva es otro asunto. En desacuerdo con la decisión rusa, el COI y la AMA han recurrido urgentemente al TAS, el Tribunal Arbitral del Deporte, para que se le vuelva a imponer la suspensión provisional que exige el código.
El único objetivo del máximo organismo olímpico es evitar la participación de Valieva, y su casi segura entronización como la más grande, en el concurso individual que comienza el próximo martes. Resuelto ese conflicto acuciante, y restaurado el prestigio del olimpismo, sin embargo, comenzará el verdadero problema para el deporte.
Pasados los Juegos, el caso proseguirá con el contraanálisis de la orina de la patinadora. Si se confirma el positivo, y que el metabolito, el rastro de la toma del medicamento, hallado es el de la trimetazidina y no uno similar, el de la lomerizina, contra la migraña, que no está prohibido, se procesará deportivamente a Valieva. Si se confirma el dopaje, la sanción de la patinadora, al ser menor de edad, sería de un máximo de dos años, y ya, solo entonces, se podría celebrar la ceremonia de entrega de medallas de la competición por equipos en la que Rusia perdería su oro. Pero sus efectos sobre el equilibrio del sistema deportivo serían mucho más catastróficos.
El código prevé que se cuide a la menores pero que, al mismo tiempo, se investigue en profundidad a su entorno deportivo –entrenadores, federativos, preparadores, médicos—para descubrir el responsable del dopaje. Aunque los especialistas recuerdan que el talento y el valor del gesto deportivo de los patinadores no puede ser sustituido por una pastilla, y que su deporte no es como el atletismo o el ciclismo, en los que una dosis mayor o menor de sangre o EPO transforman a un asno en un caballo purasangre, ello pondría en duda la credibilidad de los resultados de las patinadoras entrenadas por Tuberidze, la quad squad (escuadra de los cuádruples), pues todas ellas, jovencísimas, saltan cuádruples giros, y explicarían, quizás, por qué tantas de sus antiguas deportistas abandonan muy jóvenes el patinaje.
El COI debería, también, revisar sus acuerdos con Rusia para su reinserción total en el mundo olímpico, pues en los acuerdos iniciales figura el compromiso ruso de no enviar deportistas con asuntos dopaje a unos Juegos, y, por si no era suficiente, el sheriff del antidopaje de Estados Unidos, Travis Tygart, y su FBI, ya han anunciado que inmediatamente aplicarían la ley Rodchenkov, irónicamente nacida de la peripecia del exdirector del laboratorio de Moscú responsable del fraude químico de los Juegos de Sochi y huido a Estados Unidos. Esta ley permite a Washington perseguir y procesar penalmente, con la amenaza de 10 años de cárcel, a aquellas personas que organicen el dopaje de deportistas en cualquier competición internacional en la que participe Estados Unidos, y le perjudiquen. El equipo norteamericano de patinaje del fenomenal Nathan Chen quedó tercero, tras Rusia y Japón, en la primera competición olímpica que hizo universal el nombre de Kamila Valieva.
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