La unión fallida de Oza y Cesuras: separación de bienes y un alcalde mejor pagado

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Galicia ha sido la avanzadilla de las fusiones municipales como la que las localidades extremeñas de Don Benito y Villanueva de la Serena votarán este domingo. Fue hace casi una década cuando los ayuntamientos gallegos de Oza dos Ríos y Cesuras sellaron la primera alianza en España desde 1981. El primero aportó 3.200 habitantes; el segundo, 2.175. El PP de Alberto Núñez Feijóo la comparó con la boda de los Reyes Católicos. Se promovió en nombre de la sacrosanta austeridad, como autopista hacia el progreso, sin referéndum y con el resto de partidos en contra. El matrimonio sobrevive hoy en régimen de separación de bienes. Oza-Cesuras mantiene las dos casas consistoriales, las dos normativas urbanísticas y la cartelería antigua. Por las inversiones prometidas aún está esperando.

El alcalde que se quedó al mando del territorio fusionado, el popular Pablo González Cacheiro, reparte sus días entre las dependencias de los dos consistorios de antaño. Llevaba dos años de regidor de Oza, cargo en el que sucedió a su suegro, cuando en 2013 llegó la unión. Sentado en el salón de plenos, reivindica la paternidad de la idea. “Yo llego de la empresa privada y me encuentro una Administración local arcaica y sin dinero”, aduce sobre un ayuntamiento que su partido gobierna desde 1983. Cuenta que le planteó a Feijóo fusionarse con Cesuras, gobernada también desde siempre por el PP, para “optimizar recursos” y el presidente le respondió: “Lo compro”.

Tanto le compró aquel proyecto el presidente de la Xunta y del PP gallego que lo soltó como noticia bomba en un debate parlamentario. Los vecinos afectados se enteraron por la televisión. Feijóo anunció la fusión de Oza y Cesuras como la primera de muchas en Galicia, como el plan estrella de aquella promesa de austeridad con la que reconquistó el poder perdido por Manuel Fraga. Hasta la fecha, solo ha habido una más.

En Oza y Cesuras no se celebró consulta popular como en Extremadura, pero ante el rechazo de la oposición y de parte de los vecinos, cayó una lluvia de promesas. Los populares, que entonces gobernaban también la Diputación de A Coruña y el Gobierno central, repitieron que la fusión traería no solo más fondos del Estado por superar el nuevo municipio los 5.000 habitantes, sino una planta de Coca-Cola y otra de biomasa de Ence. También se resolverían demandas históricas como la rehabilitación de un antiguo sanatorio de tuberculosos o la supresión de un molesto talud provocado por el paso de la vía del tren.

Aquel maná nunca llegó. En cuanto se firmó la fusión, sí se despidió a “seis o siete trabajadores” municipales por “duplicidades” y el coste del servicio de recogida de basuras se rebajó “en un 20% o 30%”, apunta el alcalde. González Cacheiro, que alega que las inversiones fallidas son “decisiones empresariales”, defiende que su municipio cuenta con servicios “impensables” anteriormente como una guardería -fue anunciada un año antes de la fusión-, una técnica de empleo, una educadora familiar o dos trabajadoras sociales. Repite que las fusiones municipales son beneficiosas porque España “no se puede permitir el lujo de mantener un aparato burocrático tan grande y poco racional”.

“No ha habido ningún cambio”, replica Rocío, de 41 años, nacida y residente en Cesuras. Acodada en la barra de un café del pueblo, el municipio más pequeño y en el que la fusión se vivió como una “absorción”, afirma que ella y sus vecinos se sienten “mucho más desprotegidos, con el temor de perder cosas porque todo va para Oza”. Sobre los nuevos servicios que enumera el alcalde, tercia Juan, de 50 años: “Son cosas que se iban a hacer igual”. El alcalde admite que el fuerte sentimiento de identidad de los moradores de cada territorio aún no se ha fusionado. Les pide que cultiven un “sentimiento patriótico y de unidad” alrededor de Oza-Cesuras.

Los partidos de la oposición llevaron la fusión a los tribunales sin éxito. El portavoz del PSdeG-PSOE, José Antonio Vaamonde, es rotundo: “No vino nada de calado, solo migajas, y fue un proceso dictatorial. El que ha salido ganando es el alcalde, que cobra más”. Vaamonde saca así a relucir el asunto más espinoso de una fusión que se justificó por el ahorro. En cuanto se selló, el regidor se subió el sueldo. Actualmente cobra 49.000 euros brutos anuales, según los presupuestos de 2021, rozando el máximo permitido por la ley para municipios de entre 5.000 y 10.000 habitantes. Es el alcalde mejor pagado de Galicia por población, según los últimos datos del Ministerio de Hacienda.

González Cacheiro defiende a ultranza su salario porque “está dentro de la legalidad”. Se compara con los secretarios municipales, que perciben “un 30% más” cuando se les encomiendan dos ayuntamientos. Se queja de que como él no es alcalde y funcionario no cobra antigüedad y subraya que es “un trabajador” que cuando “le echan” no recibe indemnización: “En cada elección se demuestra que mis vecinos no están en desacuerdo con lo que cobro”.

Lo de sumar más de 5.000 habitantes no solo permitió al alcalde subirse el sueldo, sino que supuso para Oza-Cesuras un aumento de fondos del Estado que ahora están en peligro. González Cacheiro asegura que con la pandemia el municipio sumó 500 residentes, pero no constan de momento en las cifras oficiales. Según el Instituto Galego de Estatística, el municipio ha perdido población desde 2013 y con sus actuales 5.170 habitantes se asoma al precipicio de bajar de la cifra mágica.

A 120 kilómetros de Oza-Cesuras, otros dos ayuntamientos del PP, Cerdedo y Cotobade, secundaron el plan de uniones municipales de Feijóo en 2016. Al igual que sus antecesores, despacharon el dilema del nombre uniendo ambos con un guion. Desde entonces, pese a la cantidad de ayuntamientos pequeños que gobiernan los populares gallegos, ninguno más ha accedido a fusionarse. El alcalde pionero reclama “facilidades” para que “el coste personal no sea tan fuerte” y los vecinos “palpen la mejora de inmediato, no como aquí que va poco a poco”.

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