Las ciudades más extremas del planeta


Las ciudades más extrañas del mundo son probablemente las que surgen en sitios en los que parece que no es posible vivir. Lugares que desafían a las temperaturas más frías y las más asfixiantes; a altitudes en las que es difícil respirar o a profundidades que parecen propias de un ultramundo; poblaciones que se instalan por razones extrañas aisladas de cualquier rincón civilizado del mundo. Ciudades, en definitiva, que ponen a prueba a los seres humanos y a su capacidad de convivencia y de supervivencia. Estas son algunos de los lugares más extremos del planeta.
1. Vivir en el frío más duro
Yakutsk y Oymyakon (Rusia)
Cuando las temperaturas sobrepasan los 30 o 40 grados bajo cero la cosa se pone realmente complicada. En las clasificaciones de las ciudades más frías del mundo figura siempre Yakutsk, un lugar envuelto en cierto misterio. No solo por su extrema temperatura (en invierno se alcanzan hasta -40ºC) sino también por su lejanía, en medio de la amplia y desolada Siberia, y por su historia, ligada a exilios y destierros forzosos.

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Puente congelado en la ciudad de Yakutsk, en Rusia. Amos Chapple getty

Es la capital de la República de Sajá (enorme y vacía, con 3,1 millones de kilómetros cuadrados). Está situada a unos 450 kilómetros del Círculo Polar Ártico y no sólo es la ciudad más helada del mundo en invierno, sino también una de las más extremas, ya que en el breve verano las temperaturas pueden superar los 29ºC. No pasan muchos visitantes extranjeros por aquí, a pesar de que es un importante centro cultural, científico y económico, con 17 museos, algunos bastante interesantes. En Yakutsk se encuentran también varias instituciones dedicadas al estudio del clima y se está creando el Centro Mundial del Mamut, que se ha marcado como objetivo la clonación de este animal extinguido en la última glaciación. Pero su razón de ser son sus recursos minerales: diamantes, oro y petróleo. La mejor vía para llegar hasta allí es el río Lena, en coche cuando este se congela y permite el tráfico o en ferri cuando se deshiela.
Sin embargo, la localidad más extrema está a unos 900 kilómetros al este de Yakutsk: Oymyakon. Es el asentamiento permanente de población más frío del mundo. Curiosamente, su nombre (significa agua descongelada) hace referencia a manantiales termales cercanos que son los que dan vida al lugar y que los habitantes intentan mantener accesibles durante todo el año. Aquí se ha registrado la temperatura más baja de la historia en una población habitada: -71,2 ºC, el 26 de enero de 1926. Una curiosidad: en este lugar viven algunas de las personas más longevas de Rusia.

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Vista aérea del macizo de Verjoyansk, en la República de Sajá (Rusia). Alamy

2. La mayor variación térmica
Verjoyansk (Rusia)
En la misma República de Sajá (la división territorial más extensa del mundo) encontramos otro récord muy relacionado con el anterior: la mayor variación de temperaturas, según el libro Guinness, registrada en Verjoyansk: de -69,8 ºC a 37 ºC en verano, una oscilación de 106,8 grados. No es un lugar de trasiego turístico, claro: está a 675 kilómetros de Yakutsk, y su origen fue un asentamiento cosaco que siempre ha servido para recibir a exiliados políticos. Tiene unos 1.300 habitantes de los que el 75% son yakutos (el resto son rusos) que viven, sobre todo, de la cría de ganado, caballos, renos y del negocio de pieles.

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El delta del río Colorado, en la reserva de la biosfera Alto Golfo de California (México). George Steinmetz getty

3. Las ciudades más ardientes
San Luis Río Colorado (México)
Para encontrar la ciudad más caliente del mundo hay que viajar justo hasta el otro lado del planeta, concretamente al Estado mexicano de Sonora. Allí se encuentra San Luis Río Colorado, de unos 250.000 habitantes, sobre una meseta que funciona como un pequeño asador, entre la zona del desierto de Altar y el Estado de Baja California. Ha llegado a registrar 59,5ºC en sus termómetros. Y más allá de experimentar el calor extremo hay motivos para visitarla. Por ejemplo, recorrer El Pinacate, territorio declarado reserva de la biosfera, así como el Alto Golfo de California y el delta del río Colorado, reservas declaradas patrimonio mundial. Despliegan paisajes extraños ante el viajero: dunas, cráteres volcánicos y lavas derramadas, que albergan un 40% de la fauna y la flora desértica. El contraste lo ofrece el Golfo de Santa Clara, en el Mar de Cortés, un tranquilo municipio que cada año visitan miles de turistas, principalmente norteamericanos. Los primeros europeos que pasaron por allí, en el siglo XVI, eran españoles; más tarde lo hicieron misioneros jesuitas y franciscanos, pero la ciudad de San Luis nació muchos años después, en 1907, como una colonia agrícola militar.
Las altas temperaturas no han sido un obstáculo para la creación de grandes ciudades. Hay muchísimas urbes que sufren calores extremos, algunas de ellas históricas, como La Meca, Marrakech, Las Vegas o la etíope Dallol. O las nuevas capitales de los países del Golfo, como la ciudad de Kuwait, cuya temperatura media es de 46,9 grados, o la ciudad portuaria de Jizan, en la costa del Mar Rojo, en la que viven casi dos millones de habitantes.

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La ciudad minera de La Rinconada, en los Andes de Perú, a 5.099 metros de altura. Johnny Haglund getty

4. La azotea del mundo
La Rinconada (Perú)
La fundación de la ciudad a mayor altitud del planeta (a 5.099 metros) se debe a una mina de oro. Con más de 30.000 habitantes, y al pie del nevado andino Ananea Grande, en la provincia peruana de Puno, su temperatura media diaria oscila justo por encima de la congelación. La altitud y el paisaje montañoso hacen que vivir aquí no sea fácil y la población se mantiene en gran parte por debajo del límite de la pobreza, sin suministro de agua y en condiciones precarias. Sin embrago, la explotación del oro es suficiente para mantener activa esta urbe en un lugar casi de otro planeta, que suele acoger, no obstante, a aficionados al esquí, el montañismo y el trekking.
Por encima de La Rinconada existe otro lugar habitado, Tuiwa, en el Tibet, aunque no pueda calificarse de ciudad. Así que su auténtica competencia es Wenquan, en China, a 5.019 metros de altitud, con más de 80.000 habitantes y un 70% de humedad, lo que complica más aún la habitabilidad. Otras azoteas urbanas dispersas por el mundo son El Aguilar (Argentina); Colquechaca (Bolivia), localidad minera cerca de Potosí; Korzok, Komic, Ukdungle y Kurgiakh, en India, o las también las chinas Tanggulashan o Pagri, en la frontera con Bután. Pero sí hablamos de una gran ciudad (con más de 30.000 habitantes), la más alta es El Alto (4.150 metros), al oeste de Bolivia, que cuenta incluso con el aeropuerto de La Paz.

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Un monasterio ortodoxo en el interior de un cañón cercano a la ciudad de Jericó. Demetrio Carrasco getty

5. Vivir bajo el nivel del mar
Jericó y Tabgha
Para visitar la ciudad a menor altura de la tierra hay que viajar a Jericó, en Cisjordania, situada a 200 metros bajo el nivel del mar; presume, además, de ser la ciudad más antigua del mundo. Compite en profundidad con Tabgha, en la costa norte del mar de Galilea, allí donde la tradición cristiana sitúa la milagrosa multiplicación de los panes y los peces según el Evangelio de San Mateo. Una iglesia con valiosas reliquias recuerda el hecho y acoge a miles de peregrinos cada año.
Dando un salto al otro lado del planeta encontramos ciudades por debajo del nivel del mar en el Valle de la Muerte, en California. Y hay rincones de la tierra mucho más bajos, aunque no cuentan con ciudades de importancia. Es el caso del lago Assal, en la depresión de Afar, en Djibouti, con el agua más salada en la tierra, o la depresión de Turfan, una zona tan caliente y tan seca que es conocida como el horno de China. En Europa también encontramos ciudades por debajo del nivel del mar. Concretamente en los Países Bajos, producto del trabajo del hombre creando diques para contener el agua del mar y luchando contra el hundimiento de la tierra. Es el caso de la región del Randstad, cuyo 90% del territorio se sitúa entre cuatro y siete metros por debajo del nivel mar.

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Amanecer en la ciudad de Hammerfest, al norte de Noruega. Mike Sirén getty

6. Al norte del norte
Hammerfest, Longyearbyen y Barrow
Tres ciudades se disputan el título de ciudad más septentrional del mundo. La primera es Hammerfest (Noruega), dentro del Círculo Polar Ártico, con más de 10.000 habitantes y una temperatura media anual de tan solo 2 grados. Presume de ser la primera ciudad del norte de Europa que tuvo iluminación eléctrica en las calles, en 1891; fue escenario de importantes combates durante la Segunda Guerra Mundial y, actualmente, vive de su planta de gas natural licuado, que ha dado un impulso a una zona con pocas perspectivas económicas. Los turistas pasan por aquí camino de Cabo Norte: un ferri sale a diario desde aquí hacia Nordkapp, extremo septentrional del continente. También llegan muchos cazadores de auroras boreales, y en sus calles encontramos una curiosidad: la sede de la Asociación del Oso Polar.

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Señal de advertencia en el valle de Adventdalen, cerca de Longyearbyen, en las islas Svalbard (Noruega). Stephen Studd getty

A Hammerfest le disputa el título Longyearbyen, la mayor población de las noruegas islas Svalbard, en la que apenas viven unas 2.000 personas. En este remoto rincón del Ártico el sol se pone cada año el 25 de octubre y no vuelve a asomarse hasta el 8 de marzo, regreso que se celebra por todo lo alto con la Solfestuka, una fiesta popular que reúne a toda la ciudad a las 12.15 para esperar la llegada del sol. Longyearbyen sí tiene tirón turístico: el primer hotel se construyó en 1897, aunque fue más tarde cerrado, y casi dos tercios de la superficie del archipiélago Svalbard están protegidos: incluye tres reservas naturales, seis parques nacionales, 15 santuarios de aves y una zona protegida especial de interés medioambiental. Y alguna que otra curiosidad, propia de su ubicación, como el bar de sushi más al norte del planeta y la prohibición (desde hace 70 años) de enterrar a sus fallecidos; es ilegal.
La tercera ciudad en liza es Barrow, en Alaska (Ukpeagvik en lengua nativa), donde viven unos 4.500 habitantes que desafían a vientos helados y temperaturas que pueden bajar hasta 40 grados bajo cero. El agua del Ártico se congela de noviembre a marzo e impide que lleguen barcos, pero el recurso económico de Barrow son los turistas que la visitan para contemplar el sol de medianoche y conocer la cultura inupiaq, de la que se tienen noticias desde el año 800 antes de Cristo. Durante el corto verano, los operadores turísticos locales ofrecen excursiones para avistar osos polares, fotografiar búhos nivales o aproximarse a alguno de los emplazamientos arqueológicos de la zona; también a la antigua estación ballenera de Cape Smyte, que consideran el edificio de madera más antiguo del Ártico (1893).
Quizá, más allá de esta competencia a tres, el título del lugar más septentrional habría que concedérselo a los pocos que viven en Alert, una pequeña localidad de la costa septentrional de la isla de Ellesmere, en Nunavut (Canadá). Esta base militar y estación meteorológica es el asentamiento humano ubicado más al norte del planeta. La cercana Iqaluit es el territorio más pequeño de las capitales provinciales de Canadá. Tiene unos 7.000 habitantes, la mayoría esquimales nativos, y ofrece comodidades a quienes se animen a tomarlo como punto de partida para adentrarse en la magnífica naturaleza del norte del país.

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Panorámica de Ushuaia, a orillas del canal de Beagle, en el extremo sur de Argentina. Andrew Peacock getty

7. La más austral: ¿Ushuaia o Puerto Williams?
Argentina y Chile
Con casi 70.000 habitantes a orillas del canal de Beagle, Ushuaia ha ostentado siempre el título de ciudad más austral del mundo. Está a 3.200 kilómetros al sur de Buenos Aires, en el extremo meridional del continente americano, a menos de 1.000 kilómetros de la Antártida. Es una ciudad estratégica, siempre lo ha sido, y para poblarla se levantó una cárcel a principios del siglo XX, cuyos presos fueron dando forma a la ciudad. El presidio contaba con la línea férrea más austral del mundo (para el traslado de los reos), reconvertido actualmente en el turístico Tren del Fin del mundo que permite adentrarse en el parque nacional de Tierra del Fuego, paraíso para senderistas. El otro gran atractivo de la zona es navegar el canal Beagle, brazo de mar que separa Ushuaia de la isla Navarino y en el que se pueden ver de cerca aves, lobos marinos, una enorme población de pingüinos de Magallanes y, si hay suerte, alguna ballena jorobada.
Desde hace poco, a Ushuaia le discute el trono como ciudad más austral del mundo la chilena Puerto Williams, en la orilla sur del canal Beagle, gracias a un cambio de los convencionalismos chilenos: actualmente el país considera como ciudades a las poblaciones con más de 5.000 habitantes, y aunque Puerto Williams, un mero asentamiento originalmente cien kilómetros más al sur que Ushuaia, no alcanza esa cifra (ronda los 2.000 residentes) también ha sido considerada ciudad por ser cabecera de una gobernación y tener los servicios elementales. En la práctica, a los turistas que llegan hasta aquí les atraen las mismas cosas a uno y a otro lado del canal, que actúa como frontera: senderos para recorrer paisajes salvajes y extremos; la observación de fauna antártica y el acercamiento a las culturas primitivas de Tierra del Fuego, los yaganes y selknam.

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Casas de colores en la villa de Ittoqqortoormiit, en Groenlandia. Adrian Wojcik getty

8. Las más aisladas
De Groenlandia al cañón Havasu, Arizona
Entre las ciudades más inaccesibles del mundo hay donde escoger. Por ejemplo, en tierras remotas del ártico, Ittoqqortoormiit, ubicada en la costa oriental de Groenlandia y, en muchos rankings situada en el número uno de los pueblos más aislados. Cuenta con un par de tiendas para sus 450 residentes, los visitantes que llegan hasta aquí lo hacen para conocer cómo es su estilo de vida (viven sobre todo de la caza y la pesca), en medio de una naturaleza completamente salvaje. La población local comparte su saber con los turistas, mientras los llevan en trineos arrastrados por perros o en sus piraguas.
Remotas son las poblaciones del archipiélago de las Aleutianas, una cadena de islas que se estira desde el suroeste de Alaska hasta Rusia oriental. En una de ellas está Adak, que apenas cuenta con 300 habitantes. En la Segunda Guerra Mundial fue una base naval (está cerrada desde entonces), y actualmente se la reconoce como la ciudad más austral y remota de Alaska. Pocos son los que llegan hasta ella, o hasta Adamstown, en las islas Pitcairn, el país menos poblado del mundo. Territorio de ultramar de Reino Unido, sus 50 habitantes mantienen un pequeño gobierno local y reciben, de cuando en cuando, algún visitante curioso atraído generalmente por la historia de los amotinados del Bounty y los tahitianos que los acompañaron, y cuyos descendientes son hoy los residentes de esta isla. Adamstown está considerada la capital oficial más pequeña del mundo; la isla no tiene aeropuerto ni hoteles, pero quienes la visitan pueden alojarse con alguna de las familias locales. Otra curiosidad: en 1838 las islas fueron el primer territorio del mundo donde se aprobó el sufragio femenino idéntico al de los hombres.

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Ruta hacia la aldea de Supai, en el cañón de Havasu (Arizona). Thomas Janisch getty

Otra de las ciudades permanentemente habitadas más remotas de la tierra es Edimburgo de los Siete Mares, nombre curioso y evocador de esta población de la isla de Tristán de Acuña, dependencia británica, a más de 2.700 kilómetros de la costa sudafricana. Todos sus habitantes (unos 270) proceden de siete familias que se asentaron en 1816. No tiene restaurantes, ni semáforos, pero sí un campo de golf. Su lejanía y aislamiento la convirtió en inspiración para novelas de aventuras, como en Los hijos del Capitán Grant, Un capitán de quince años, de Julio Verne (es la primera isla que divisan después de un largo viaje) o El rey del aire, de Emilio Salgari. Pero no hace falta irse hasta islas remotas para encontrar lugares aislados, aunque no sean estrictamente una ciudad. En Arizona se encuentra la aldea de Supai, el hogar de la tribu Havasupai, dentro del cañón Havasu, completamente aislado del mundo exterior. No hay carreteras, tan solo un sendero de unos 12 kilómetros accesible desde la cima de una colina, o la posibilidad de llegar en helicóptero. El punto de venta de comida, agua o gasolina más cercano está a casi 100 kilómetros, en Peach Spring.
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