Los antiguos licios sabían lo que hacían cuando fundaron su imperio en la península de Teke, un pedazo de paraíso mediterráneo entre los golfos de Antalya y Fethiye. Esta zona al sur de Turquía, más allá de los circuitos convencionales, se está convirtiendo en la alternativa estrella para disfrutar de la costa mediterránea: con sus ciudades milenarias y sus playas de aguas color jade enmarcadas por paredes de roca sus paisajes resultan muy llamativos. El turismo mochilero descubrió hace tiempo estos rincones, pero cada vez son más los que optan por asomarse a este rincón.
Y para quienes busquen básicamente sol y buenas playas, aquí no corren el riesgo de equivocarse: bastaría con llegar al impresionante tramo de arena de Patara, la impoluta costa que une las antiguas Olympos y Cirali (Chimaera), y la preciosa playa de Kaputas.
La isla de Kekova y su ciudad sumergida
Una muestra del espíritu de esta Costa Turquesa es Ucagiz, en el extremo sur de la península de Teke, un pintoresco pueblo pesquero y agrícola en el que está prohibido urbanizar. El entorno es realmente idílico, en una bahía entre islas y penínsulas. Su laberinto de calles detrás del puerto continúa siendo, aun con turistas, un conjunto de casas rústicas digno de una acuarela.
Ucagiz es una parada regular de los circuitos en gület (veleros tradicionales) por el Mediterráneo turco, y también el punto de partida para visitar la ciudad sumergida de Kekova y el aislado pueblo de Kaleköy, uno de los lugares más maravillosos de la zona. Por la noche, tras irse los autobuses turísticos, Ucagiz recupera su aire adormecido y es cuando se puede disfrutar del encanto del lugar. Es impresionante la fortaleza de los cruzados, situada sobre el pueblo con vistas al mar, dentro de la cual se encuentra el teatro más pequeño del mundo antiguo, tallado en la roca, y, cerca de allí, las ruinas de varios templos y baños públicos. Desde lo alto se ve el campo de tumbas licias abajo, y las antiguas murallas de la ciudad a las afueras.
Para asomarse a la isla de Kekova y su ciudad sumergida solo hay que tomar un barco en Ucagiz. Una vez allí, se puede nadar entre las ruinas submarinas que bordean este enclave mediterráneo o bucear con tubo para asomarse a los restos de la antigua Simena, una ciudad licia que desapareció bajo el agua tras una serie de terremotos en el siglo II. Es un lugar mágico, con ruinas parcialmente sumergidas a seis metros bajo el mar, que se presta a que los kayaks se deslicen sobre muros, cimientos y escaleras que se ven perfectamente a través de las aguas cristalinas.
Patara: aires ‘hippies’ y un paseo por la Vía Licia
Patara es un lugar perfecto para repasar la historia entre ruinas milenarias antes de una tarde en la playa. Situada en la costa a unos 10 kilómetros al sur de Janto, puede presumir de tener una de las playas más largas sin interrupción de Turquía, junto a numerosas y evocadoras ruinas licias. Hacia el interior, a 1,5 kilómetros del mar y las ruinas, encontramos el tranquilo pueblo de Gelemis, que en otros tiempos fue una parada obligada de la ruta hippie y que no ha perdido su belleza natural. Ha experimentado un pequeño auge del turismo, pero sigue siendo una comunidad agrícola, como atestiguan los invernaderos y túneles de plástico. No hay hoteles enormes, y casi todos los visitantes son viajeros independientes, muchos de los cuales regresan año tras año a las mismas pensiones familiares.
Patara está en la llamada Vía Licia, aclamada como una de las 10 mejores rutas a pie de larga distancia del mundo. Sus 500 kilómetros siguen caminos señalizados por la península de Teke desde Fethiye hasta Antalya, atraviesan pinares y bosques de cedros bajo montañas de casi 3.000 metros y pasan por pueblos, impresionantes vistas costeras y una enorme cantidad de yacimientos de ciudades licias. Quienes no tengan tiempo de hacer toda la ruta pueden caminar fácilmente por algunos tramos.
La ruta licia en coche puede hacerse por ejemplo en una semana, en un viaje por lo mejor del antiguo reino de Licia, entre yacimientos, playas fantásticas y la costa más espectacular del país. De Fethiye a Ciray, pasando por Patara, Kalkan y Kas, es un recorrido magnífico lleno de posibilidades para detenerse y disfrutar. Como las ruinas licias de Tlos, que se remontan a hace unos 4.000 años; situadas de forma espectacular en una cima rocosa con vistas a un mosaico de campos. O el cañón de Saklikent, que puede explorarse a pie por una pasarela de madera o en una excursión organizada de rafting o barranquismo. También podremos acercarnos al yacimiento arqueológico de Patara para admirar el restaurado bouleuterion que hacía las veces de parlamento de Licia, o a las ruinas de la antigua Janto y Letoon, la cala Kaputas, rodeada de altos acantilados y un lugar perfecto para un chapuzón, o al puerto histórico de Kas, entre montañas y casi aislado del resto del mundo.
Entre las ruinas más espectaculares están las de Pinara, que fue una de las seis ciudades más importantes de la antigua Licia. Es el esplendor y el aislamiento del lugar lo que hace que valga la pena visitarlas. Muy por encima del yacimiento hay una escarpada columna de piedra llena de tumbas rupestres; hay más sepulcros entre las ruinas de la ciudad, como la Tumba Real, que todavía deja ver sus magníficos relieves, entre ellos varios que representan ciudades amuralladas licias. Con su fotogénico fondo montañoso, el teatro de Pinara se encuentra en buen estado, pero el odeón y el templo de Afrodita (con columnas en forma de corazón) están en ruinas.
Oludeniz y el valle de las mariposas
Con su resguardada y protegida laguna junto a un parque nacional, una larga lengua de playa arenosa y el Baba Dag (monte Baba) que proyecta su sombra sobre el mar, Oludeniz es un lugar de ensueño que parece salido de un folleto de viajes. Como casi todos los destinos bonitos, se ha convertido en víctima de su propio éxito como meca del turismo playero, aunque sigue siendo un enclave para pasar un tranquilo día en el mar. Y, para los que siempre soñaron con lanzarse a volar desde una montaña, este es uno de los principales destinos de Turquía para hacer parapente en tándem (desde el monte Baba). Cerca se conecta con la Vía Licia, que discurre elevada, lejos de la diversión y el jolgorio.
A solo 12 kilómetros de Oludeniz está el pueblo de Faralya y debajo de este se encuentra el valle de las Mariposas (Kelebekler Vadisi), un profundo desfiladero con una magnífica playa en la entrada. Legendaria desde la década de 1970, es una meca para turcos y viajeros bohemios. A pesar de ser cada vez más popular, y parada de muchos barcos que llegan a pasar el día, es aún un enclave grandioso que se presta a caminatas preciosas para tratar de ver a la excepcional calimorfa, la mariposa que da nombre al valle. Solo se puede acceder al valle en barco desde Oludeniz o a pie por un empinado sendero que desciende serpenteante por un acantilado desde Faralya.
Dalyan, una excursión popular
El pueblo de Daylan, a orillas de un río con el mismo nombre, tiene uno de los mejores tramos de arena de Turquía: la playa de İztuzu, a la que se llega rápidamente en barco. Aquí el turismo ha tenido un gran impacto ya que todos los veranos llegan muchas embarcaciones desde Marmaris y Fethiye. Afortunadamente, sus vecinos conservan un espíritu muy hospitalario y el ambiente nocturno es tranquilo, a pesar de que la calle principal está repleta de cafés, restaurantes y bares. Al caer la tarde uno debe sentarse en un banco a orillas del río para admirar el lugar más famoso de aquí: las tumbas de los reyes de la antigua Caria que, talladas en los acantilados, adquieren un brillo dorado con la puesta de sol.
Además de las ruinas de la cercana Cauno, Dalyan es una base excelente para explorar el Köycegiz Gölü (el lago Köycegiz) o acercarse a un centro de rehabilitación de tortugas en İztuzu.
Quimera y la llama eterna
En Quimera (o Chimaera) los viajeros llegan sobre todo para subir al monte Olimpos a ver la llama eterna. Conocida en turco como yanartaş (roca ardiente), es un conjunto de pequeñas llamas que arden de forma espontánea en las laderas rocosas. De noche parece como si el mismo infierno hubiera llegado a este lugar, y no cuesta imaginar por qué los pueblos antiguos atribuían estas extraordinarias llamas al aliento de un monstruo mezcla de león, cabra y serpiente, que había aterrorizado Licia. Según el mito, el héroe Belerofonte, a lomos del caballo alado Pegaso, mató a Quimera vertiendo plomo fundido en la boca del monstruo.
Hoy de la tierra sigue saliendo gas, que arde al entrar en contacto con el aire. Aunque las llamas se pueden apagar cubriéndolas, inmediatamente vuelven a aparecer nuevas al lado. De noche, las 20 o 30 llamas de la zona principal se ven desde el mar. El mejor momento para visitar Quimera es después de cenar. Desde Cirali —donde espera una de las mejores playas de Turquía: una amplia extensión de arena y guijarros junto a dunas costeras y pinos— hay que seguir los carteles de Chimaera por la carretera principal a lo largo de la ladera hasta llegar a un valle desde donde se sube a pie por un empinado camino. Desde Olympos, casi todos los campings ofrecen transporte por las noches después de la cena y en Cirali se pueden comprar nubes para asar al fuego.
Kalkan, glamur en la costa turca
En este próspero pueblo pesquero, que hasta hace un siglo se llamaba Kalamaki, se encuentra el complejo turístico más glamuroso de la Turquía mediterránea. Hoy es una exclusiva localidad turística construida principalmente en una ladera que baja hasta una bahía casi perfecta. Aquí es fácil tomar un cóctel seguido de una cena en un restaurante de marisco o dormir en un hotel boutique, aunque cada vez hay más casas de vacaciones que han estropeado el idílico paisaje de la bahía.
Casi todo el mundo utiliza Kalkan como campamento base para visitar las ruinas licias o para practicar actividades al aire libre. Aparte de la playa cerca del puerto deportivo y de Kaputas, una pequeña y perfecta cala de arena a unos siete kilómetros, se pueden practicar actividades acuáticas como submarinismo y salidas de kayak.
Kabak, un secreto para viajeros alternativos
A unos cinco kilómetros al sur de Faralya (y alejado del mundo), Kabak atrae como un imán a los entusiastas de la acampada y el senderismo, a los devotos del yoga y a los aficionados a los paisajes de belleza inmaculada. En otros tiempos fue el secreto mejor guardado de la región y el refugio de los turcos con un estilo de vida alternativo. Pero alguien se fue de la lengua y en el valle bordeado de pinos que hay sobre la playa se cuentan ahora una decena de campings y cada vez más alojamientos exclusivos. No obstante, sigue siendo uno de los sitios más tranquilos en la zona de Fethiye. Se puede bajar a la playa de Gemile a pie o en todoterreno, para disfrutar de un espectacular arenal flanqueado por dos largos acantilados.
Antalya, la capital de la Costa Turquesa
En otros tiempos Antalya era simplemente la puerta de entrada a la Costa Turquesa, pero hoy es un destino por sí misma. Situada en pleno golfo de Antalya, la mayor ciudad de la costa occidental mediterránea de Turquía es un cotizado destino de vacaciones de sol y playa, pero merece la pena acercarse también para conocer un poco cómo es la vida en una ciudad turca, que aquí es de lo más animada, sobre todo durante los largos y cálidos meses de verano.
Su corazón es el barrio histórico de Kaleici (literalmente “dentro del castillo”), muy bien conservado, un laberinto de calles en las que asoman muchos alojamientos instalados en las restauradas casas otomanas. El casco antiguo rodea un puerto de la época romana con vistas desde lo alto de los acantilados.
Paseando por las estrechas calles de Kaleici veremos arquitectura de la época otomana magníficamente restaurada mezclada con otros edificios totalmente destartalados. El barrio comienza en la puerta principal, Kale Kapisi (Puerta de la Fortaleza), reconocible por la antigua Saat Kulesi (torre del reloj) de piedra y la estatua de Atalo II, fundador de la ciudad. Al norte está el İki Kapilar Hani, un extenso bazar cubierto de finales del siglo XV, y varias mezquitas antiguas. Pero el paseo por esta zona protegida descubre además elegantes casas otomanas y antiguas edificaciones que se han restaurado y convertido en pensiones, hoteles boutique y tiendas.
Al este, en lo alto de Hesapci Sokak, está la monumental Puerta de Adriano, también conocida como Ücapilar o Tres Puertas, erigida para la visita del emperador romano a Antalya en el año 130. Y aún nos queda asomarnos al puerto romano (İskele Caddesi) al pie de la ladera, que fue el sustento de la ciudad desde el siglo II antes de Cristo hasta finales del siglo XX, cuando se construyó un nuevo puerto unos 12 kilómetros al oeste. El puerto antiguo fue restaurado en la década de los ochenta y hoy es un puerto deportivo para yates y barcos de excursiones.
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