Tras el ridículo de Granada, más de uno debiera tomar nota acerca del esperpento de las últimas semanas. No creo que sea causa fundamental de lo perpetrado en Los Cármenes, pero tras el bochorno, cualquiera pudo reflexionar sobre si realmente estamos a lo que hay que estar, desde los aficionados al vestuario. ¡Cuánta energía focalizada en debatir sobre el nombre del inquilino del banquillo del Athletic de la próxima temporada!
Con Europa en juego, contactos con futuribles antes que con el actual míster. Éste se revuelve despechado. Sin expresar su deseo, se agarra a que dé el paso la parte contratante. Y el responsable de que no exista parte contratante, de perfil y dilatando la fecha electoral. Y las ruedas de prensa, focalizadas en el temita. Con lo que había en juego. Por no hablar del papelón de alguno.
Entretanto lo más importante, los puntos, para el Granada. ¿Estaba el equipo realmente a lo que ocupaba y preocupaba, el presente, o a cosas que vendrán?
Debatimos antes de convocadas las elecciones sobre lo que no debiera ser motivo de debate ni en elecciones fechándolas cuando menos daño hacen. El entrenador sería contratado por el presidente electo, nunca tras formar parte de una tómbola y subasta de nombres. Se formaría el equipo de trabajo tras conocer lo que hay y las carencias que tuviese la casa y con tiempo para decidir altas, bajas, salidas y entradas, no con una pretemporada casi iniciada, contratos vencidos y prescindiendo de quien ni se conoce cómo trabaja para traer a otros cuyos nombres dan votos.
Era evitable convocando las elecciones en otro momento. Tenemos circo con el tema del entrenador para rato, por desgracia.