Resulta evidente que el desenlace de la presente edición de la Liga tendrá su influencia a la hora de sacar conclusiones respecto a la etapa de Marcelino en el Athletic. Le guste o no al técnico asturiano, no es lo mismo dejar el equipo dentro que fuera de Europa. Su trabajo, claro está, ahí queda, pero goles son amores y empujar la bolita al fondo de la red siempre resulta un plus añadido.
Sorprende la unanimidad y rotundidad con la que se manifiestan desde el vestuario rojiblanco en torno al futuro del actual entrenador. “Marcelino es el mejor entrenador que podemos tener”, ha asegurado Raúl García esta misma semana. “El deseo de todos nosotros es que siga”, han incidido Yeray y Villalibre. Tengo la sensación de que Capa y Nuñez, por dar más nombres, no pensarán igual, pero su situación es diferente.
Sorprenden este tipo de adhesiones tan contundentes en un vestuario como el del Athletic. Con Ziganda, Gaizka Garitano y algún que otro entrenador más o menos reciente no sucedió lo mismo. Con Berizzo, en cambio, la plantilla también ensalzó su idea y la de su grupo de trabajo.
La diferencia entre este apoyo unánime de los leones a Marcelino respecto al del citado entrenador argentino es manifiesta. El equipo ahora sí funciona. Entonces, en cambio, de no haber mediado una destitución tras el 3-0 ante el Levante, la amenaza del descenso podría haberse convertido en una triste realidad.
El Athletic está inmerso en pleno proceso electoral a la presidencia y eso siempre son palabras mayores. Veremos qué es lo que sucede primero en esta última jornada de Liga y luego durante la campaña. El asunto del entrenador a día de hoy no es un problema. El lunes, más allá de los resultados del Camp Nou y del Pizjuán, puede que sí empiece a serlo.