El FC Barcelona se encontró con un toque de atención y de realidad en Turín tras caer en la final de la Champions League femenina contra un Olympique de Lyon, que ya se impuso desde el principio. Un desenlace inesperado en el que el equipo de Giráldez falló en los tres grandes aspectos: futbolístico, táctico y también psicológico.
UN OL AÚN SUPERIOR
El Olympique de Lyon salió con todo, absolutamente mentalizado para recuperar el trono que perdió el año pasado, precisamente cuando el Barça logró su primera Champions de la historia. Fue una tregua de las francesas, que durante la eliminatoria ante el PSG en cuartos de la edición de 2021 se vieron afectadas por un fuerte brote de Covid dentro de su plantilla.
Las francesas tenían el orgullo herido y durante toda la previa se vieron absolutamente convencidas de qué plan debían seguir para intentar superar al Barcelona. Físicamente eran mejores y en varias posiciones también disponían de mayor calidad y más experiencia. Las del OL, que hay que recordar que tiene el doble de presupuesto que el Barcelona, tenían que imponerse durante el inicio para sorprender al Barça. Se vio desde el comienzo cuando se llevaron la mayoría de duelos y balones divididos por intensidad y convencimiento. Y además se encontraron con un gol a los seis minutos que puso especialmente nerviosas a las de Jonatan Giráldez.
EL PLANTEAMIENTO INICIAL
Jonatan Giráldez planteó un once en el que se impusieron las jerarquías. La duda era Jenni Hermoso o Oshoala en punta de ataque y optó por Mariona como extremo y Marta de lateral derecha.
Así al equipo le faltó profundidad. Solo Aitana rompió alguna vez, pero muy poco. Nadie atacaba la espalda de la defensa francesa que se sintió muy cómoda y pudo avanzar metros. De tal manera, el Olympique pudo presionar arriba sin sentirse amenazadas a que les pudieran atacar la espalda. Y el hecho de poder presionar tan arriba, hacía que las centrocampistas del Barcelona no tuvieran espacios en el centro del campo y cuando recibían tenían poco tiempo para pensar qué hacer. Y no es lo mismo que te presione una jugadora top del OL que de otros rivales. Tras el descanso, Giráldez empezó a remediarlo, pero la final ya se había puesto demasiado cuesta arriba.
EQUILIBRIO EN EL FACTOR PSICOLÓGICO
La primera vez que se enfrentaron en la final de la Champions al OL, el Barça no se lo creyó en ningún momento. En esta final quizás se lo creyeron demasiado. Ser profesional significa, entre otras muchas cosas, encontrar el equilibrio también psicológico y situarse en el nivel justo de alerta.
Hubo detalles que sorprendieron. Empezando por aparecer en el balcón a festejar con los aficionados antes de una final, cuando se esperaba que estuvieran concentradas y pensando solo en el OL. Sí que la situación era excepcional, con el primer desplazamiento masivo de culés en una final femenina, pero tocaba centrarse en el plan de partido.
Tampoco supieron gestionar el gol tempranero de Henry. El Barcelona se puso demasiado nervioso al ver a un Olympique especialmente enchufado. Y después, con 1-3 y cuando el Barça fue mejor, vieron como las francesas tiraron de oficio. Ellas querían reivindicarse y les habían tocado el orgullo. Demostraron porqué tenían siete Champions para ganar la octava.