La derrota del Athletic en Zorrilla mantiene en el aire las opciones europeas de un equipo al que parecen sobrarle unas cuantas jornadas en la recta final de Liga, sospechosamente desde que la ardua tarea de la salvación quedase zanjada. El equipo de
Garitano
no logra disipar ni las incógnitas clasificatorias ni el runrún a pie de calle de quienes recelan de un interés sólido y sin fisuras por pringar otro verano de sol y playas ibicencas jugando más previas que nadie. Solo una sucesión imprevisible de tropezones de propios y extraños mantienen las espadas en alto incluso para la quinta plaza.
La visita del Celta ha pasado de determinante a una meta volante más. Con tanto perseguidor a un partido de distancia y con tanto gol average perdido, casi todo apunta a que la batalla definitiva podría jugarse en el Pizjuán. Paradojas del destino y el calendario.
El domingo ‘lo de Valladolid’ empezó con una imagen de
Williams
en el círculo central arengando a sus compañeros con un “tranquilos, vamos a jugar al fútbol”. Visto lo visto daría para un amplio comentario de texto. Empezando por infundir tranquilidad en el bando erróneo porque los que se jugaban la categoría eran los otros y acabando por eso de “jugar al fútbol” cuando las puestas en escena dejan más detractores. Cuando el Athletic depende de sí mismo debemos preocuparnos. Toca ganar al Celta y ver cuántos del pelotón perseguidor vuelven a tropezar. Entre méritos y deméritos, propios y ajenos, andará la cosa.
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