Un nuevo escenario “gigantesco” de 55 metros de anchura, 70 de altura y 400 metros cuadrados de gráficos fue lo que miles de los espectadores de la gira “Sixty” de The Rolling Stones se encontraron en el estadio del Atlético de Madrid, el Wanda Metropolitano, en el concierto que la mítica banda ofreció en la capital de España.
Unas 53.000 personas, el aforo completo y agotado del Wanda Metropolitano (al que añadirán monitores de sonido adicionales para el público de las gradas más altas), disfrutaron de este primer concierto que, una vez más, llegó con la premisa de que podría ser el último de Sus Satánicas Majestades.
El experto de la Agencia EFE, Javier Herrero, lo describió así: “Cumplieron 40 años de carrera y a muchos ya les pareció que lo de The Rolling Stones era cosa del diablo, de ahí quizás la chulería de llegar a los 50 y rematar el nombre de aquella gira con un “y sumando” que en este 2022, con otra década más y otro “tour”, no ha hecho sino ratificar que sí, que son eternos.
Porque su música sigue vigente y, en la apertura esta noche de su gira europea ‘Sixty’ en el Wanda Metropolitano de Madrid, los más de 53.000 asistentes (el aforo completo, según la organización) han vuelto a enloquecer ante Mick Jagger, Keith Richards y Ron Wood como si la mayor parte de sus temas no llevaran hechos desde hace medio siglo.
Así ha sido con los incendiarios ‘Paint it black’ o ‘Sympathy for the devil’, igual con un ‘Midnight rambler’ que no les ha ido a la zaga o, por supuesto, con ‘(I Can’t Get No) Satisfaction’ como remate a dos horas de espectáculo y casi una veintena de cortes en los que ha habido espacio para la sorpresa.
Por si cada ‘show’ suyo no fuese excepcional per se, otras circunstancias hacían de esta una cita única, como que se haya celebrado el mismo día en que el benjamín del grupo cumplía 75 años.
Pero sobre todo porque este es su primer tour en Europa sin Charlie Watts. ‘Lo echamos mucho de menos’, ha subrayado Jagger tras una cascada de imágenes al inicio de la velada que la consagran a la memoria de quien este 2 de junio hubiese estado también de celebración por sus 81 años.
Precisamente una de las grandes incógnitas de la gira recae en el papel de su sustituto a la batería, Steve Jordan, viejo conocido de la banda que ha sabido ensamblarse en un colectivo bien armado con una pequeña sección de viento metal y virtuosos como el teclista Chuck Leavell, exmiembro de los Allman Brothers.
Ante un directo que suele ser muy pulcro, la otra gran duda era si el recinto respondería acústicamente en la misma medida.
El Wanda Metropolitano era el único estadio que les quedaba por conquistar a Sus Satánicas Majestades en la capital española tras asaltar en su visita previa en 2014 el Santiago Bernabéu y, especialmente, tras el largo romance con el Vicente Calderón desde su primera incursión en 1982, cuando entre rayos y truenos forjaron un vínculo especial con esta ciudad.
El sonido afortunadamente ha ido de una mezcla muy pastosa a una conjunción en la que a veces incluso en las gradas altas se han distinguido detalles, haciendo olvidar parte de los temores a este lugar tan afectado por los rebotes”.
UN MONTAJE FARÓNICO
“En un estadio hay que exagerarlo todo, no como en un teatro, y los Stones siempre han hecho eso, ser cada vez más grandes en términos de espectáculo. No hay nadie que lo haga mejor que ellos”, destacó Patrick Woodroffe, diseñador de su último espectáculo y de todos los que ha visto el público en los últimos 40 años.
Él fue de hecho el creador de la propuesta con la que Mick Jagger y compañía visitaron por primera vez Madrid en 1982. Fue en el estadio Vicente Calderón, en medio de una tormenta de rayos y truenos que se desató sin previo aviso sobre el escenario.
“Y justo en el momento en que el público pensaba que el concierto nunca llegaría a hacerse, los Stones saltaron al escenario entre relámpagos”, rememoró en la previa Woodroffe para la prensa al destacar las razones por las que esta gira europea arranca en “una ciudad especial”: “Aquel concierto está en el ‘top 5’ de todos sus espectáculos”.
Woodroffe explicó que no fue para nada una organización fácil: “El bréxit, el coronavirus, la guerra en Ucrania… Ha sido complejo encontrar acero, los camiones para el transporte, el personal… Pero nos enorgullecemos de haber resuelto todos esos problemas”, ha dicho.
La empresa responsable del diseño y la producción es Stufish Entertainment Architects, autores de otras propuestas icónicas de la historia de la música como el escenario con aspecto de garra y formato de 360º de U2 en su gira de 2009 o el escenario flotante del “On The Run II Tour” de Beyoncé y Jay-Z en 2018.
Para esta ocasión, la idea central son sus 60 años de aniversario, un concepto difuso en realidad porque desde hace años “todas sus giras tratan de celebrar con ellos la música que sus seguidores adoran, sin nada específico”. “Pero es que es muy bonito que una banda como esta llegue a los 60 años de carrera con más o menos la misma alineación”, ha señalado, antes de reconocer que habrá un recuerdo para el gran ausente, Charlie Watts, fallecido el pasado verano, justo antes del inicio de su último “tour” por EE.UU.
Esta vez, ese recuerdo se vivirá “más como una celebración de su vida que como un lamento”, ha puntualizado.
Las dimensiones del escenario, “muy elegante”, no dejaron indiferentes: 55 metros de anchura, otros 70 de altura y 400 metros cuadrados de gráficos pintados por el artista londinense Mark Norton, el mismo que ha rediseñado el icónico logo de la lengua creado en 1970 por John Pasche.
No faltaron las enormes pantallas que permitieron vivir “casi como un show televisivo de dos horas” no solo las emociones de sus protagonistas, sino que servirán también también “para crear atmósferas”, como en el “dramatismo” de “Sympathy for the devil”.