James Harden está dispuesto a asumir cuantos sacrificios sean necesarios para verse con su tanto codiciado como no logrado anillo. Lo ha manifestado con hechos aceptando jugar esta temporada por 15 millones menos en los Sixers en su renovación por dos años con Philadelphia para dejar más espacio a la franquicia en su masa salarial para reforzarse y también con un compromiso sobre su dieta que merece toda la credibilidad.
La afortunada genética de la ‘Barba’ para el baloncesto tiene, como contrapeso, la molesta tendencia a guardar kilos. Recurrentes han sido a lo largo de su carrera los regresos de vacaciones de Harden pasado de peso y en 2021, en el inicio de la pretemporada con los Nets, también se vio a un James Harden mucho más lleno de lo normal, y no precisamente de músculo. Pero, según se deduce de lo que ha dicho en una entrevista con el portal Haute Time, el escolta se compromete a que eso no se repita este curso.
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“Tengo que tener cuidado con lo que como, porque a medida que envejeces, tu metabolismo se ralentiza. Honestamente, lo odio, porque me encanta comer y no quiero tener que mirar cuántas calorías ingiero. No destruyo la grasa tan rápido como solía hacerlo, así que tengo que trabajar más duro, especialmente en verano. En verano quiero ser ‘libre’, comer, beber vino y hacer lo que quiera. Y todavía estamos a principios de verano, así que no quiero volverme loco haciendo ejercicio. Pero estoy entrando en mi 14a temporada en la NBA y tengo que ir con cuidado (con la comida)”, confiesa el ex de los Nets, de 1,96 y, oficialmente, un peso en competición de 100 kilos.
En el draft de 2009 -en el que la ‘Barba’ fue escogida en el ‘pick’ 3-, Harden presentaba un 10,1% de grasa corporal, aunque bajo y atlético, una de los pocos jugadores seleccionados que alcanzaba ese 10% o lo superaba y sin ser un jugador interior. Esto es relativo, pues un deportista puede rendir peor con un porcentaje de grasa inferior, pero quizá ya advertía que Harden, en comparación con el resto, podía entrar en kilos en el futuro. Unos kilos de más que tampoco ayudan a sus maltrechos isquiotibiales, aunque sólo los tenga en su cuerpo de manera temporal en verano.
“Quiero volver al nivel en el que sé que puedi estar y estaré”
“He tenido el lujo de no tener que lidiar con lesiones graves, con cirugías o lo que sea, durante toda mi carrera. Pero estos últimos dos años, he estado lidiando con algunos problemas en los isquiotibiales. Así que aprovecho este verano como una oportunidad para hacer algo por mí, para asegurarme de volver al nivel de élite en el que sé que puedo estar y en el que estaré”, promete James Harden, de 33 años.
El MVP de la NBA de 2018, que también habló con Haute Time de otros aspectos de su vida como su miedo a las alturas y su afición por los vinos y el Call of Duty, reconoce que este curso ha estado lejos de lo que puede llegar a dar. Conocido es que el escolta californiano ha vivido su peor temporada en anotación en 10 años con 22 puntos de media por partido, la cifra más baja desde los 16,8 que registró en la 11-12, su última campaña en Oklahoma. Su 41% en tiros de campo ha sido el peor porcentaje desde su año de ‘rookie’ y su 33% en triples, el más bajo tanto por ciento desde el perímetro de toda su carrera.
Un Harden menos agresivo y menos efectivo en las acciones de más exigencia física
Sin embargo, tanto las estadísticas tradicionales como las avanzadas delatan las mayores limitaciones físicas que ha sufrido la ‘Barba’ este curso, tanto en el acierto como también en la frecuencia de intentos en jugadas con una mayor demanda física. Empezando por la acción más simple, el tiro, su volumen de lanzamientos -con 15,3 por encuentro-, es el más bajo en una década. En triples en concreto, ha tirado 6,9, la cifra más discreta en siete años. Y el menor volumen de lanzamientos no se ha traducido en un mayor acierto.
Buceando en acciones de mayor demanda física, el retroceso de Harden -y que se puede achacar a su mejorable forma-, es evidente. Si bien el descenso en penetraciones por partido, pese a haber sido el más bajo en seis años, no ha sido tan pronunciado -16 entradas a canasta por encuentro por las 17,4 y las 17,6 de los cursos anteriores con un tiempo de juego casi idéntico-, otras estadísticas muestran una regresión notable.
Desde que se registra esta cifra desde la temporada 15-16, Harden no había anotado tantos pocos puntos por posesión en transición: 0,91, cuando sólo había estado por debajo de 1 en el curso 16-17 con 0,93. Lo mismo sucede con los puntos por posesión como manejador en el pick & roll: sus 0,81 de este último curso suponen sus peores números de siempre -nunca había bajado de los 0,90-, un descenso todavía más brusco si se compara con los 1,19 puntos por posesión de la 20-21.
La estadística que confirma que lo de Harden responde, más que a un retroceso en el juego, a una limitación física que él mismo reconoce, es la de asistencias: ha mantenido su promedio de pases de canasta con 10,3 por partido y sus 18,4 asistencias potenciales por encuentro -pases de canasta que de ser anotados serían considerados asistencias-, suponen el número más alto en cuatro años.
Harden nunca había registrado tantos pocos puntos por posesión en transición y en el pick and roll
Su uso de balón -26,6%-, es el más bajo también en 10 años, una cifra relativa, ya que no es lo mismo ser la referencia en los Rockets que compartir pista con Joel Embiid en los Sixers. En este sentido, tener un referente como el camerunés al lado, ayudará a la ‘Barba’ a evolucionar hacia un jugador que tenga que absorber menos balón y se vea menos exigido en ese sentido. En cualquier caso, Harden sabe que el inexorable paso del tiempo aprieta y que en la alimentación también tiene que hacer un esfuerzo extra para enfundarse el anillo. Una vez se siente en paz con los demás sin Irving y con Embiid, ahora quiere sentirse en paz consigo mismo.