El mundo está lleno de colecciones privadas de coches. Muchos de sus propietarios pasean sus joyas en competiciones o exhibiciones de clásicos de todo el mundo como si fueran diamantes sobre ruedas. No se trata solo de la velocidad y la belleza, también de la adrenalina que despierta correr a toda prisa con auténticas piezas de museo. Es el caso del millonario inversor austríaco Martin Halusa, que comparte esta afición junto a sus hijos.
“No somos solo coleccionistas, sino que también queremos competir con nuestros coches”, dijo una vez el prestigioso empresario. Eso conlleva un riesgo.
Imagínense sacar un cuadro de su ‘burbuja’ habitual de museo. Quizás se manche o se rompa. ‘Qué irresponsable’, pensarán algunos. ‘Qué responsabilidad más bella’, pensarán otros. Sabe qué se siente cuando la cosa no acaba bien uno de los hijos de Martin, Lukas Halusa, que a sus 31 años ya acumula experiencia en más de 60 pruebas. Sin embargo, desde este mes de julio, le acompañará una mancha en su currículum en las pistas que no podrá borrar con sus billetes: lo que ocurrió en la prueba de Le Mans Classic disputada en el mítico Circuito de La Sarthe.
Ante un público entregado en la máxima fiesta de los clásicos, que se celebra cada dos años (por la pandemia no se disputaba desde 2018), Lukas sufrió un accidente con el coche que pilotaba contra uno de los muros del icónico circuito galo. No hubo otros coches implicados. Perdió el control de su vehículo y se fue contra el muro, dañando la parte trasera, lateral derecha y delantera.
Puede suceder. Al fin y al cabo, es una competición y hay riesgo de accidente. Lukas salió ileso del choque, pero la cosa seguía siendo muy seria. El vehículo era nada menos que el Ferrari 250 GT SWB ‘Breadvan’, la única unidad que se ha fabricado jamás de este coche, considerado un prototipo y que fue creado para competir en las 24 Horas de Le Mans de 1962. Cosas del destino, este reconocido coche terminó contra las barreras de esa misma pista seis décadas más tarde.
El valor total del ‘Breadvan’ es de 30 millones de dólares. Pero el dinero no lo es todo. Aquí lo que cuenta es la importancia histórica de este coche de carreras, que le convierte en una obra singular. Es único en el mundo. No hay otro igual y eso hace que se aún más especial. Y la historia que guarda en sus rasgos inigualables es oro puro.
Su increíble historia: Un Ferrari para batir a Ferrari
Cualquiera que vea el Ferrari 250 GT SWB ‘Breadvan’ por primera vez se quedará sorprendido por su llamativa forma, un coche con frontal de competición, pero con una parte trasera elevada y que acaba con un contundente corte vertical que recuerda a una furgoneta. Por eso se le puso el apodo de ‘Breadvan’ (camión del pan en inglés). Todo ello es el resultado de la modificación de un Ferrari 250 GT Berlinetta SWB para competir en Le Mans.
Todo empezó con un enfado. En pista, Ferrari conquistó en 1961 el Mundial de pilotos con Phil Hill y el de Constructores. Pero algunos ingenieros y pilotos de la escudería iniciaron un enfrentamiento intestino contra la mujer de Enzo Ferrari, Laura, algo que terminó con algunos despidos. Entre ellos, hicieron las maletas dos ingenieros, Giotto Bizzarrini y Carlo Chiti, que habían trabajado también en el Ferrari 250 GTO (Gran Turismo Omologata) con el que los italianos competirían en Le Mans y que ahora es uno de los coches más deseados (y bonitos) del mundo.
Con el conocimiento que tenían y la experiencia que habían forjado dentro de los famosos muros de la fábrica de Maranello, ambos montaron su propia empresa de competición, llamada ATS (Automobili Turismo Sport) junto al apoyo económico del Conde Giovanni Volpi di Misurata. El adinerado veneciano era ambicioso con el futuro competitivo de esta empresa y solicitó a Ferrari dos unidades del 250 GTO (solo se fabricaron 36 del 1962 al 1964). Pero Enzo Ferrari, siempre avispado, entendió para quién eran los coches y no accedió a su venta.
Finalmente, ATS consiguió una unidad de ese 250 GTO para competir en Le Mans como equipo privado. Buscaban una segunda, pero no lo lograron, y los dos ingenieros decidieron usar sus conocimientos en el desarrollo de ese coche para ‘tunear’ un 250 GT Berlinetta SWB, con las especificaciones del rapidísimo GTO. El resultado, ese coche con trasero de furgón con motor V12, colocado lo más atrás y abajo posible respecto al eje anterior, una aerodinámica inspirada en los F1 de la época y un peso inferior al coche que querían imitar: 935 kilos, menos que la tonelada que pesaba el 250 GTO.
ATS llegó a tiempo de competir con este peculiar coche en las 24 Horas de Le Mans de 1962, con Carlos María Abate y Colin Davies al volante, sin lucir el logo ferrarista. No obstante, el destino no fue justo con aquel vehículo, ya que a las dos horas de carrera el sueño se terminó por la rotura de uno de los ejes de transmisión cuando era 7º.
La familia Agnelli lo compró y lo pintó para bromear
La aventura de este vehículo continuó en otras citas, donde exhibió su velocidad logrando triunfos. Pero en 1963 el equipo desapareció. Con el paso de los años, la familia Agnelli se haría con la propiedad del coche y Gianni Agnelli lo pintó de color negro, en forma jocosa, como si se tratara de un coche fúnebre. Y es que de alguna manera aquel vehículo representaba algo negativo para la casa italiana: la copia por parte de unas personas que salieron por la puerta de atrás de Maranello y que quisieron derrotar a Ferrari (y lo lograron en algunas carreras).
Una restauración clave
El coche pasó luego por varios dueños. Uno de ellos se presentó con él en la reunión oficial del 25 aniversario del Ferrari 250 GTO, algo que no fue bien visto. Y posteriormente, el alemán Klaus Werner lo compró para restaurarlo y devolverle su aspecto original de 1962. Tras el accidente, deberán restaurarlo de nuevo