En la biografía de Jean de La Fontaine se dice que nació el 8 de julio en 1621 en Cháteau-Thierry, Francia. Con 21 años tomó la decisión de dejar el Seminario de Saint-Maglorie. Tardó en comenzar en la poesía y fue miembro de un famoso grupo literario galo donde compartió mesa con los dramaturgos Moliére, Racine o Boileau-Despréaux, el famoso crítico y poeta. Vamos a conocer más sobre este famoso francés que ha quedado para la posteridad por sus importantes aportaciones a la cultura mundial.
De La Fontaine gozó de prestigio en su tiempo
Aunque hay muchos poetas, escritores o pintores que no conocen el éxito en vida, De La Fontaine en este sentido si tuvo suerte, pues fue uno de los hombres de letras más reconocidos en su época, pues se encargó de producir las fábulas más conocidas de la modernidad. Destacan sus cuentos y relatos en verso, y tres colecciones de fábulas.
En sus fábulas podemos ver una excepcional capacidad para el ingenio en la narración y una agilidad portentosa. Destacó por tener un amplio conocimiento sobre la vida que aplicaba a sus obras.
La inspiración le veía de obras como el Decamerón de Boccacio o del Heptamerón de Margatita de Navarra, así como de los cien nuevos cuentos que, en teoría escribió Antoine de la Salle, pero además, de la Fontaine hizo algunas variaciones en estas interesantes historías, donde su ingenio marcaba la diferencia.
De gran actividad, optó por escribir obras de teatro e incluso se animó con el mundo de la opera. En sus Fábulas anteriormente mencionadas, siempre la sonrisa estaba presente, incluso cuando la adversidad aparecía, puesto que en ellas la comicidad estaba presente en todas sus formas.
De La Fontaine se enseñaba en los colegios
Los versos eran enseñados en los colegios, a fin de dejar en los alumnos un poso en cuanto a moral de gran utilidad. Las Fábulas de nuestro protagonista eran sinónimo de premio que se entregaba al acabar el curso escolar.
Realmente es curioso que pese a que se escribieron para el público adulto, tuvieron que esperar hasta la entrada del siglo XIX para pasar a ser uno de los clásicos de la literatura infantil.
Tomó a los animales, que siendo protagonistas, son una manera de ver los comportamientos humanos, pero también para concienciar y ayudar a que aumentara la sensibilidad hacia ellos.
Un 13 de abril de 1695 murió en París y su obra sigue en plena forma en pleno siglo XXI. Han pasado tres siglos, pero nos enseñó a observar a los animales mediante sus fábulas, donde la razón y la prudencia eran protagonistas.
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